Bloomberg es un medio, que tiene sus fuentes. Pero no es una fuente como tal. Con todo el respeto que me merece, Bloomberg no es vocero oficial de Estado. Y no debe ser por tanto tomado como tal. Es un medio como cualquier otro. Lo que publica puede ser muy atinado pero no es fuente primaria de información, y mucho menos cuando apela al (válido) argumento de “reveló una fuente que pidió no ser identificada”. Lo importante sigue siendo entonces lo que declara un vocero oficial autorizado, pues en ese momento esa información adquiere la relevancia de una orden, una instrucción, una decisión oficial. Las posiciones del Departamento de Estado de Estados Unidos, de la Oficina del Tesoro y del sistema judicial norteamericano constituyen posición de ese país. Y en lo que refiere a Venezuela, esa posición país, que ha sido claramente fijada, no es algo que dependa del presidente norteamericano en turno. De hecho, esas tres instituciones del Estado norteamericano no cambian así nomás. Y ya han expresado fundamentos legales para respaldar sus respectivas (y coincidentes) posiciones.
Estamos tan mal acostumbrados a que la posición de Venezuela sea la del mandón que no entendemos que la posición de algunos países, como EUA, sea la posición del país, no la del presidente de turno. La posición de Estados Unidos es muy clara: rechaza la farsa del 6D, rechaza la usurpación, ejerce actos sancionatorios a los funcionarios venezolanos sospechados de delitos graves, apoya la lucha del pueblo venezolano por una democracia real y, hasta nuevo aviso, apoya la continuidad del gobierno interino de Guaidó. Y eso no va a variar con Biden. Nada de eso, por cierto, está reñido con la búsqueda de una solución concertada, del uso de instrumentos de negociación entre las partes enfrentadas. Los norteamericanos y muchos otros países quieren para Venezuela paz y democracia, porque lo contrario genera incomodidades severas y variadas en la región.
Sé que la palabra “negociación” hace que algunos se les ponga la piel de gallina. Pero los conflictos hay que verlos y analizarlos tal como son, no con los adornos y faralaes que algunos quieren ponerles. Y en la situación venezolana no hay ninguna razón de peso para descartar la negociación. Cuando hay una crisis de las características de la de Venezuela, todo intento de negociación/diálogo/acuerdo es sensato.
Todos los acuerdos se basan en la desconfianza. Si no, no serían necesarios.
Cuando las partes en conflicto no se pueden anular la una a la otra, la negociación y acuerdo son el escenario necesario. El régimen no puede anular a la oposición y la oposición no puede anular al régimen. Ambos necesitan un acuerdo y para ello hay que negociar. El régimen tiene sus intereses. Eso es obvio. Pero eso no invalida la necesidad de una negociación.
Y que las negociaciones anteriores hayan fallado no quiere decir que pierda sensatez el negociar.
Por cierto, una negociación política entre partes en serio conflicto no es esa imagen románticamente absurda de dos que caminan por un puente y se estrechan la mano en señal de acuerdo pacífico que suponga el cese de hostilidades. Puede ser más bien, y así ha ocurrido en otros países, que ambas partes cruzan el puente sin siquiera rozarse.
Un punto sobre el que ha comenzado a hablarse y escribirse: un referéndum revocatorio en 2021. No veo nada clara la propuesta. Los análisis que leo (a favor y en contra) son flojos, endebles, llenos de palabrería hueca. Textos y declaraciones cargados de opiniones personales preñadas de adjetivos calificativos. Quisiera que alguien lo explicará mejor y sin adornos. Me refiero a argumentos de expertos profesionales, de politólogos, abogados y políticos.
Entretanto, celebro que sea cierto que ya hay “conversaciones en proceso”, que son antesala para un proceso de negociación.