Clonar a Merkel – Jean Maninat

Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Los líderes autoritarios tienen un lado infantil, casi cándido que podría ser pasto de una disección psicoanalítica que muestre los resortes de esa regresión recurrente a un estado pueril. En una de las secuencias más memorables de El Gran Dictador, Chaplin personifica al tirano Hynkel jugando con un globo terráqueo, ingrávido, que flota en el aire gracias a su delicada e infantil coreografía. El temible tirano es un niño indolente y cruel.

La fascinación de Mussolini, Hitler, Stalin, Mao, Castro, Amín -la lista es larga- por los uniformes y la parafernalia decorativa militar, ¿no tiene mucho de infantil? De no ser por el puño brutal con el que sometieron a sus países y vecinos, se diría que eran estrafalarios bufones de circo ambulante. Pero eran sanguinarios tiranos que jugaban, sí,  pero con millones de vidas humanas.

Los hay menos cruentos, pero igualmente infantiles, que confunden las sociedades que gobiernan con los parques de su niñez y están siempre dispuestos a llevarse su pelota si el juego les es adverso.  ¿Se acuerdan del galáctico repartiendo espadas de juguete y expropiando como si de un Monopolio sin reglas se tratase? Su proyecto era el país, era su pelota y su guante y nadie se lo iba a quitar así como así. Y como el carrito también era suyo tenía el derecho a destriparlo.

Y el bueno de Evo Morales, de gustos tan paternales,  aferrado al poder, presidente de Bolivia ad eternum porque su proyecto así lo requiere y según su ilustrado y atildado vicepresidente sólo él garantiza su supervivencia. La Pachamama soy yo, y para siempre, o la pataleta será grande. Bolivia es mi balón de fútbol y me lo quieren quitar.

En declaraciones recientes (El País, 12 de septiembre, 2020) el expresidente ecuatoriano, Rafael Correa, se quejaba compungido: “Han destrozado mi proyecto vital”.  No condujo un Gobierno, como cualquier presidente electo, no señor, él había ofrendado un pedazo de sí al pueblo ecuatoriano, y ahora se lo quitaban los malvados. “Las universidades emblemáticas, los colegios milenio, hospitales, el programa de becas  más grande de América Latina, que no se paga desde hace meses” eran sus costosos juguetes que hoy no hay presupuesto que los aguante.

Y allá en los gigantes del sur y del norte -como gustan decir los medios- sus mandatarios juegan a negar la realidad, a hacer travesuras con las mascarillas, a  pasear en motos de agua, repetir retruécanos,  hacer acertijos sobre la pandemia, mientras miles de miles caen infectados o mueren. Es un juego narcisista ante el espejo. El país soy yo.

Qué falta hacen políticos con sentido de la función pública, discretos y eficientes, sin cacareos, dispuestos a hacer su tarea sin ánimos de “pasar a la historia”, o de dejar su “profunda huella” en el país, ni que estén casados primero con su país y luego con su cónyuge en abnegado ménage à trois. Tan solo que hagan las cosas bien, cumplan su mandato democrático y se vayan para su casa sin mayores aspavientos al terminarlo.

Quién quita y la ciencia nos sorprende y junto a la vacuna del Covid-19 nos entregan a la Merkel clonada en grandes cantidades y asequible para todo el mundo. Sería un verdadero breakthrough político-científico a lo Philip K. Dick.

 

 

 

 

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