Por: Jean Maninat
Murió Charlie Watts -inesperadamente, incluso para nosotros, miembros de su círculo íntimo más cercano y ficticio- y comenzamos a “enterarnos” de sus grandes dotes como baterista, el mejor inglés de su generación nos dicen, (¿Mejor que Ginger Baker?), un hombre tranquilo, compuesto, y alejado de los excesos de sus extravagantes compañeros, una especie de roca sólida sobre la que se sostenía la Santa Iglesia del Advenimiento de los Rolling Stones. Es sabido, nada como emigrar a otra vida para que te florezcan atributos que bien supiste disimular en esta.
Es cierto, ante el torbellino egocéntrico de Jagger en el escenario, y la puja de Richards por distraer aunque sea un tantito de reflectores, o el chance de cantar una canción que nadie pide, la figura de Watts, casi una esfinge, dignified tras los tambores y platillos de su Gretsch, semejaba a la de un sacerdote de un rito benevolente y ausente -literalmente- del mundanal ruido.
Para devolverle un poco de sangre a las venas, ha vuelto a circular la historia del sopapo que le habría soplado a Jagger por llamarlo ebrio “mi baterista”, con la replica adicional de “tú eres mi cantante” por parte del tranquilo Charlie. Algo así como en la literatura latinoamericana, el supuesto puñete que la habría encajado el flemático Vargas Llosa al Gabo, para limpiar sabrá Dios que afrenta del colombiano.
La historia del rock está plagada de rivalidades mellizales y enfermizas que sin embargo lograron componer algunas de las piezas icónicas del género. Lennon-McCartney, Jagger-Richards, o consiguieron interpretar juntos composiciones como Simon&Garfunkel, o Ike&Tina Turner a pesar de vivir agarrados por las greñas y detestarse con ternura. Pero esas desavenencias son parte de la grandiosa ruptura cultural que significó el Rock&Roll con todo y su santuario de sacrificados, Hendrix, Morrison y Joplin, por tan solo nombrar los más célebres inmolados del panteón rockero.
En esta columna atonal no nos ponemos de acuerdo sobre quiénes han sido mejores músicos: Beatles o Stones. Tampoco es que le dediquemos mucho tiempo, horas de sesudas cavilaciones con los amigos expertos musicales, sesiones insomnes con la Güija a ver si el puntero mágico nos saca del atolladero al menos con una pista. Mientras obtenemos una respuesta a tan crucial pregunta, nos conformamos con la seguridad de saber que los Rolling Stones son, tan solo, la más grandiosa banda de la Historia Universal del Rock. Con eso nos conformamos.
Un Rolling Stones no tienen derecho a morir, sostiene un amigo. Quizás sea hora de parar el espectáculo antes que se convierta en una parodia de maquillaje corrido, alta tecnología, y aguerridos y virtuosos músicos haciendo suplencias imposibles de suplir.
So long Charlie…
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