Canción para bordar pañuelos – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Es de noche. Miércoles. Es tarde. Acabo de saberlo. Me pregunto cómo se canta un adiós a alguien que nos llenó la vida con su música y que se nos fue. Y en medio de esta congoja en silencio no se me ocurre otra cosa que bajar el volumen del ruido tan simplón y tan insensato que nos aturde el corazón, y buscar sin carta de navegación en mis memorias las caricias que Chelique tuvo la gentileza de obsequiarnos.

No voy a hacer una semblanza de este cantor de sueños. Eso se lo dejo a quienes hoy quizás consiguen sentir una tristeza menos invasiva. La mía está repleta de murmullos, de quejidos. Busco en una maleta vieja un pañuelo. Quiero bordarle la palabra ansiedad.

El país que Chelique acarició con versos y melodías existe. Él lo escuchaba y lograba escribirlo y describirlo con una dulzura de vuelo de mariposas. Nos vamos quedando solos. Eso siento. Y, entonces, busco una aguja, una sedalina y una canción para bordar pañuelos en los que enjugar las lágrimas que me empapan las ojeras. Hay una música de fondo, el rumor del mar. En ese mar infinito navega ese hombre que amó y que enseñó a amar.

El silencio se pone de luto. El silencio se quedó solo. Se fue el hombre que logró vencerlo. Levantó el ancla y se fue a navegar.

 

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