Publicado en: El Universal
Hay una nueva forma de acción internacional en la era Donald Trump, que rompe décadas de procedimientos heredados de lo que podríamos llamar el kissingerismo, para rendir homenaje a uno de los pináculos de la diplomacia occidental. El Secretario de Estado durante los gobiernos de Nixon y Ford (69-77), Henry Kissinger, además de conducir la política exterior norteamericana durante la etapa de la guerra fría, teorizó lo que había hecho en monumental obra escrita. El mundo vivía el equilibrio del terror, la amenaza permanente de guerra nuclear que podía estallar por cualquier eventualidad.
Pero el valor, la inteligencia y la responsabilidad de Kissinger posiblemente hayan salvado al mundo de la destrucción. Era un momento complicado para la democracia porque en Europa surgía el Eurocomunismo, una versión inquietante para Estados Unidos, aunque Palmiro Togliatti y luego Enrico Berliguer respectivos jefes comunistas italianos, se distanciaron tanto del bloque socialista que ya al final eran, en síntesis, líderes socialdemócratas. La Unión Soviética avanzaba decididamente, el comunismo pugnaba con gran astucia y fuerza, a toda marcha en África, Asia y Latinoamérica. Kissinger, en ese cuadro se dedicó a crear vías de entendimiento.
Y logró que diplomáticos norteamericanos y soviéticos salieran retratados juntos en publicaciones del mundo. El método de Kissinger consistía en usar diversos recursos en la confrontación mundial y hacerlo abiertamente: duro en política exterior, pero al mismo tiempo racional y negociador, lo que le permitió la distención con China y Unión soviética para exacerbar sus fricciones. Al mismo tiempo invadía Vietnam y Camboya y enfrentaba las guerrillas latinoamericanas. La estrategia del Secretario de Estado, como cuenta en sus Memorias, consistió en mantener contactos de cúpula permanentes con los dignatarios soviéticos y chinos.
El maltratador
Era el teléfono rojo para procesar las situaciones extremas, siempre tener una puerta abierta para negociar, cuidar la relación de EEUU con sus aliados y simultáneamente apoyarlos militar y políticamente en variados rincones de planeta. El y Andrey Gromiko, jefe de la diplomacia soviética, evitaron la hecatombe siempre latente. Lo que vemos hoy es muy distinto y aunque el tiempo hablará de los resultados, es el imperio de la antipolítica. Trump rompe el extremo de vejar personalmente a mandatarios extranjeros, parece complacido por provocar y crear fricciones entre sus aliados, y es desastrosa la decisión de imponer aranceles de importación a sus productos.
Así ha maltratado a Troudeau, a presidentes europeos y al gobierno mexicano, con lo que se enajena y crea fricciones con apoyos históricos e importantes. Es difícil dudar que el eventual ascenso de López Obrador a la Presidencia tenga profunda relación con la humillación nacional del muro, y a ciudadanos mexicanos y latinoamericanos decentes que viven hoy persecuciones migratorias. Pareciera que impera ahora una visión de túnel en el Departamento de Estado, en la que lo único importante son vínculos con Rusia y China. Pero no tiene sentido que Estados Unidos para ganar nuevos amigos hostilice o abandone sus aliados tradicionales.
Sin duda que la reunión entre Trump y el tirano norcoreano Kim Jon-un es una acción correcta, realista y audaz, que corrigió las retóricas de hace unos meses que anunciaban que los americanos desatarían contra él una destrucción incendiaria. La reacción de rusos y chinos fue inmediata y dejaron muy claro que no estaban dispuestos a tolerar semejantes delirios. Por fortuna se produjo una rectificación, gracias a Mike Pompeo que supo leer mejor que su jefe las claves de los desvaríos de Kim. La historia de Norcorea, como la de Irak de Hussein, Libia, Cuba y muchas otras, son la comprobación de una hipótesis firme.
¡Bienvenida la sanción!
Las sanciones a países bandidos solo sirven para consolidar dictaduras y someter a las poblaciones civiles a los más terribles sufrimientos. El tirano posiblemente habría aceptado la reunión en Singapur porque quiere alterar la situación de miseria extrema e inhumana, no porque lo afecte personalmente, pues él y su nomenclatura llevan una vida plena de comodidades y lujos. Se debe más bien a la presión de Rusia y China que como países vecinos ven en peligro su propia tranquilidad.
Nadie puede estar sosegado frente a un niño irresponsable que es capaz de provocar realmente una guerra con posibilidades de hacerse nuclear. La negociación dio un respiro al mundo y debiera contribuir a que se vean en el espejo y las naciones presionen nuevamente al diálogo en Venezuela. El terrible error cometido por la comunidad internacional, influida por la nueva antipolítica, fue boicotear las elecciones del 20 de mayo que la sociedad pudo indiscutiblemente ganar, y ojalá dé lugar una rectificación y a entender que es un callejón sin salida.
Mientras más sanciones, más las dictaduras se atrincheran en el poder. Muchos países contribuyeron al triunfo de Maduro y es más difícil librarnos de semejante yugo, martillado por el control de la Presidencia de la República, los consejos regionales, las alcaldías y las gobernaciones. Hay una urgencia mortal en el país para que se produzca un cambio de rumbo económico y no se están haciendo suficientes esfuerzos para presionar al gobierno en esa dirección.