Por: Jean Maninat
Se acerca el fin de un año horrible, tan terrible que parece que hubiera comenzado en enero de 2016, y se hubiese enquistado, inmovilizado, mientras los días pasaban a cuentagotas, lentos, pero macizos a la hora de irse autodestruyendo la oposición democrática. ¿Qué ha quedado en pie? ¿Cuáles son los haberes políticos que perduraron luego del triunfo parlamentario de 2015? Aparte de la dignidad de los dignos, no queda nada, o casi nada, gracias a una dirigencia opositora que perdió la brújula y luego decidió que la mejor manera de mantenerse despierta era agujerearse los pies a punta de balazos. Un zombie cojo y sin vista.
No vale la pena ni siquiera hacer un recuento descriptivo de la cadena de decisiones políticas que fueron cavando el profundo abismo en el que caería la dirigencia opositora en su conjunto. Visto desde ahora, parecía una competencia por ver quién superaba a quién a la hora de proponer despropósitos para ganarse las simpatías de las clases medias radicalizadas, que pronto serían presas del más profundo abatimiento, solo disipado por brotes de rabia antipolítica, de ensueños belicistas con el soldado Ryan, y de profunda animadversión hacia quienes tanto hicieron para cautivarlas con poses de intransigencia y maximalismo oportunista. Allí están los resultados.
La oposición democrática ha sido barrida del escenario político con su propia escoba. Que el Gobierno es ducho en la mala maña y la arbitrariedad a nadie puede sorprender, y menos aún utilizarlo en su descargo a la hora de explicar el declive de lo que fue una opción de cambio potente y con posibilidades reales de triunfos electorales consecutivos. Pero se escogió la vía expresa hacia la autodestrucción y al frente queda un árido desierto sin matas electorales para resguardarse, ni ánimos para recobrar el fuelle dilapidado de la protesta.
Quedan uno que otro municipio, una que otra gobernación en manos opositoras, como lumbres rebeldes en la oscuridad, gracias a los activistas de base que no se dejaron vencer por la abstención. La Asamblea Nacional (AN), asediada por el gobierno y denostada por los sectores maximalistas opositores, a duras penas sobrevive, un verdadero milagro producto de la voluntad de los diputados de oposición que allí resisten. Los partidos políticos que una vez se acordaron alrededor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y lograron plantarle cara al Gobierno y derrotarlo masivamente en 2015, hoy lucen maltrechos, víctimas de sus propios desatinos. Sí, no cabe duda, es un panorama desolador.
El 10 de enero de 2019, ha sido señalado como la fecha donde comenzaría la regeneración del país, el redespertar de la voluntad opositora, un Grito de Dolores como el que diera el cura Miguel Hidalgo y Costilla allá en septiembre de 1810 para lanzar la Guerra de Independencia de México. Uno quisiera entusiasmarse, celebrar la unidad de propósito, pero no siendo creyentes, se nos dificulta mucho borrar el temor de que vayamos directo a una nueva desilusión, a pesar de la inspiración divina que ilumina a su principal propulsor. Ojalá estemos cegados por nuestra falta de fe y se nos castigue con un promisor mañana a partir del 11 de enero de 2019. Recibiremos dichosos nuestra punición.
Mientras tanto, a lavarse el espíritu con agüita de ajonjolí, restregarse el alma con cariaquito morado, y dejar atrás este año terrible que no termina de irse.
(Esta columna sí se va hasta febrero. Gracias por la lectura y todo lo mejor ahora y siempre)
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