Publicado en: El Nacional
Por: Claudio Nazoa
Andrés Eloy Blanco asombra no solo por ser un extraordinario poeta y magnífico escritor, lo hace también por su lejanía al odio y al resentimiento, en especial si tomamos en cuenta que fue víctima del despotismo de Juan Vicente Gómez, quien lo encerró en el temido Castillo de Puerto Cabello en una época que los venezolanos creíamos pasada y en la cual los hombres eran encarcelados, torturados y hasta asesinados por no pensar igual que el déspota de turno.
Aparte de muchísimas anécdotas, poco se sabe sobre la literatura humorística de Andrés Eloy Blanco, quien fue un hombre que precisamente vivió su vida cotidiana de manera humorística. Andrés Eloy fue un ser privilegiado por poseer la capacidad de responder a la velocidad de la luz a cualquier circunstancia que podría incomodar a la audiencia e incluso a su persona.
Andrés Eloy tenía una cualidad que pocas personas poseen, veía cosas donde aparentemente no hay nada, es decir, era un humorista innato, buen escritor y para seguir con los apartes, un poeta como pocos.
Nunca fue odioso porque el humor, el odio y la poesía no pueden convivir. El humor es amigo del amor y cuestionador del poder cualquiera que este sea. El humor es crítico y sarcástico, no puede ser utilizado como arma de un poderoso contra un débil porque se convierte en cinismo.
Andrés Eloy podía hacer chistes y parodias de sus carceleros en el Castillo de Puerto Cabello. Podía, si así lo quería y con todo derecho, escribir versos humorísticos a sus compañeros de penuria. Sin embargo, habría sido detestable que, por ejemplo, Gómez o sus esbirros hicieran chistes o bromas de los presos. Por eso es tan feo creerse humorista y ser amigo de los dictadores.
Entre el humor y el poder siempre hay una enemistad. Es el humor el que descubre la debilidad del autócrata o del mediocre. Es la pequeña venganza de los débiles e increíblemente, mientras más respetuoso e inteligente sea, más efecto demoledor posee.
Un ejemplo del humor como arma política contra la barbarie es la película El gran dictador, escrita, dirigida y protagonizada por Charles Chaplin, quien desnuda ante el mundo a Hitler y a Mussolini, descubriéndolos como asesinos enloquecidos y logrando que la gente que veía el filme riera y reflexionara acerca de lo peligroso que puede resultar un demente histriónico con poder.
En El gran dictador, Chaplin es respetuoso con Hitler. Nunca utilizó gestos ni palabras que lo humillaran como persona. Chaplin sustrae la esencia de lo profundamente ridículo y de lo peligroso que puede ser un dictador para presentarlo tal cual es: una caricatura patética. Por medio de la risa entendemos el peligro. Hay que recordar que cuando se filmó la película, Hitler y Mussolini eran poderosos, por lo que este fue un acto valiente del más grande humorista del siglo XX.
¡Qué paradójica puede llegar a ser la vida! ¡Cómo sufrieron quienes se dedicaron al humor profesionalmente! Les costó años de cárcel, censura, desempleo e incluso el destierro, tal como les ocurrió a Leoncio Martínez, Andrés Eloy Blanco, Miguel Otero Silva y a mi padre, Aquiles Nazoa.
Cuando dicen que Andrés Eloy Blanco es el poeta del pueblo de Venezuela, es verdad. Lo es. Pero es verdad porque proviene de allí. Andrés Eloy salió del mar de su ciudad, de la empanada de cazón, de los peñeros, de los mercados populares, del caracol que pensativo medita sobre una piedra frente al mar.
En estos tristísimos días de penurias y horror que vivimos los venezolanos, qué bonito resulta encontrarnos de frente con este maravilloso poeta. Qué interesante reconocer al político, al escritor y al humorista, quien no tenía mayor pretensión que hacer feliz a la gente para, a su vez, realizarse como un hombre feliz que a fin de cuentas es el motivo por el que debemos luchar los seres humanos. Andrés Eloy es poco estudiado en bachillerato y en las escuelas de letras de las universidades venezolanas, sería maravilloso que comenzaran a hacerlo. Hay que quitarse el complejo mezquino y ridículo de algunos críticos de izquierda que lo minimizan por el hecho de haber sido adeco, al igual que ocurre con Rómulo Gallegos, quien por la misma razón son casi desconocidos por las nuevas generaciones de venezolanos.
Disfrutemos de la genialidad y del arte de Andrés Eloy Blanco, Leoncio Martínez, Job Pim, Miguel Otero Silva, Pedro León Zapata, Óscar Yanes, Graterolacho, Aquiles Nazoa y Cayito Aponte con su maravillosa voz e ingenio humorístico, quienes deben tener muerto de la risa al diablo, quien seguramente y como castigo amenaza con enviarlos al cielo si se siguen portando mal.
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