La vanguardia de los ediles de oposición ha sonado la alarma ante el designio dictatorial de borrarlos del mapa, saltándose a la torera las normas constitucionales sobre la administración de los territorios y la soberanía de los electores sobre los mandatarios más cercanos a su cotidianidad. Debemos apoyarlos para evitar la implantación del totalitarismo en las escalas más cercanas a los ciudadanos. Pero la inesperada declaración que hacen los atacados alcaldes sobre la abstención ocurrida en las recientes elecciones parlamentarias, lleva a preguntarse ¿cuáles motivos los han llevado al arrepentimiento?, ¿porqué el sorpresivo cambio de partitura? Los arrepentimientos inexplicables producen conjeturas razonables.
Publicado en: La Gran Aldea
Por: Elías Pino Iturrieta
Los alcaldes de oposición de los municipios caraqueños del estado Miranda, amenazados por un nuevo intento de hegemonía que pretende convertir a sus jurisdicciones en dependencias de un mamotreto oficialista, han reaccionado con coraje ante la amenaza. La vanguardia de los ediles ha sonado la alarma ante el designio dictatorial de convertirlos en apéndices anodinos, o de borrarlos del mapa, saltándose a la torera las normas constitucionales sobre la administración de los territorios y la soberanía de los electores sobre los mandatarios más cercanos a su cotidianidad. Es una pugna en la cual debemos apoyarlos, una cruzada que debemos acompañar para evitar la implantación del totalitarismo en las escalas más cercanas a los ciudadanos comunes, a las vecindades abandonadas por el poder central que solo tienen su paño de lágrimas en las representaciones comarcales. Pero el apoyo puede topar con fundados recelos, debido a la inesperada declaración que hacen los atacados alcaldes sobre la abstención ocurrida en las recientes elecciones parlamentarias.
Los alcaldes de Chacao y Baruta -todavía el burgomaestre de El Hatillo no se ha pronunciado públicamente- han aprovechado la estelaridad que les ha concedido la arremetida oficialista para asegurar que fue un error la decisión de los partidos de oposición de alejarse de unos comicios amañados por la dictadura para dominar el Parlamento que resultó del evento. El espectador menos perspicaz se ha debido sorprender por una declaración sin vínculo inmediato con el negocio arduo que tienen frente a las narices, porque en realidad resulta difícil encontrar una relación entre el peligro de la dominación que les quieren imponer y la crítica retrospectiva de una abstención sobre cuya puesta en marcha no abrieron la boca cuando les correspondía. Fue evidente su silencio cuando los partidos de la oposición, arrinconados por las disposiciones de un Consejo Nacional Electoral hecho a la medida de los usurpadores, y perseguidos hasta el extremo de verse privados de su dirigencia natural, de sus símbolos y colores, tomaron la determinación de alejarse de los comicios. Fieles militantes de sus correspondientes banderías, opositores sin fisuras del proyecto hegemónico, entusiastas de la línea abstencionista de las organizaciones en cuyo seno se han cobijado y en cuyo nombre dominan la administración municipal, esos alcaldes hoy hacen acto de contrición y confiesan la equivocación que se cometió cuando se clamó por no votar en las parlamentarias.
No sé cómo pueden observar error cuando el llamado de la oposición produjo el acto electoral más desértico de la historia de Venezuela, capaz de proclamar la escandalosa soledad de la dictadura. No imagino cómo pueden, con la cara más lavada del planeta, denunciar la equivocación de una conducta que les pareció positiva en la víspera, o sobre cuyo desarrollo guardaron silencio sepulcral. ¿Cuáles motivos los han llevado al arrepentimiento?, ¿por qué ayer sí, felices de la vida, y hoy no, en plan de descubridores de dislates y de remendadores de entuertos?, ¿porqué el sorpresivo cambio de partitura?, ¿si bailaron hasta hace poco un pasodoble redoblado con los líderes de sus partidos, porqué ahora se entusiasman con un bolero acaramelado con los usurpadores? Lo del bolero puede parecer exagerado, si no se recuerda que el consistorial golpe de pecho coincide con la propuesta de la dictadura en torno a la celebración próxima de elecciones regionales.
Habla el usurpador de escoger próximamente gobernadores y concejales, y “nuestros” alcaldes se apresuran en la organización de la cola de votantes. Basta que Timoteo Zambrano, más truculento que romana de palo, haga propaganda sobre unas mega elecciones cercanas, para que los concejiles adalides comiencen a agitar banderolas. De una reacción tan automática ha surgido la murmuración de que un titiritero parroquial los dirige, de que una aldeana medianía ha montado el guiñol por motivos inconfesables, pero nadie conoce la clave de la cabriola. Las interpretaciones tal vez carezcan de sustento, quizá no existan esos planes dignos de condena, tal vez el insinuado titiritero sea más bulla que cabuya, pero son alimentadas por las maromas insólitas de quienes tienen asuntos más urgentes en la agenda, de quienes habían destacado por su disciplina ante las decisiones de sus partidos y ahora se insinúan como una especie de agentes libres que no pueden pasar inadvertidos.
De momento, han confundido la gimnasia contra el plan dictatorial de arrinconar a sus instituciones, en cuyo ejercicio los acompaña la ciudadanía, con la magnesia de un sospechoso entusiasmo electoral que produce fundada desconfianza. O, si se me permiten una personal confidencia, me han obligado a cavilar sobre la conducta del funcionario más importante de mi barrio, sobre cuya honradez jamás he dudado y cuya diligencia en medio de la pobreza de sus arcas me consta. Los arrepentimientos inexplicables producen conjeturas razonables.
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