Ahora Venezuela es otra – Pedro Pablo Peñaloza

Pedro Pablo Peñaloza

Por: Pedro Pablo Peñaloza

La misma semana que devuelven el Sambil, abren la “Universidad de las Comunicaciones” en la sede del diario El Nacional. En las redes no hay fotos de estantes vacíos, pero abundan los GoFundMe para operaciones y tratamientos médicos. Para reflexionar sobre lo malo, lo bueno, el “Venezuela se está arreglando” y el temido 2024.

Lejos de los extremos que niegan cualquier cambio o aplauden supuestas aperturas, se puede identificar, entender y comunicar con mayor claridad la situación que vivimos. ¿Se ha registrado alguna mejora en el país? Sí, claro. Un ejemplo: la superación de la escasez.

Ya no se ven esas largas y humillantes colas frente a supermercados y farmacias, ni se venden productos por número de cédula o captahuellas. ¿Eso quiere decir que todos tenemos acceso a los productos y que la emergencia humanitaria es cosa del pasado? Para nada.

Organismos independientes y ONG documentan y denuncian los elevados índices de pobreza y hambre que se registran en el país. Sin ningún tipo de seguridad social, el chavismo decretó el “sálvese quien pueda” y son pocos los que pueden o han podido en tiempos de hiperinflación.

Expertos señalan que la economía registra un leve crecimiento, que se refleja en la desaceleración de los precios y la reactivación de la actividad comercial. Pero también aclaran que el aparato productivo se redujo a su mínima expresión y que se está lejos de una recuperación.

Todo esto en un país donde los servicios públicos están en la ruina y la mayoría vive -o sobrevive- al límite. Cualquier imprevisto -desde un problema de salud hasta la reparación del carro- se convierte en una tragedia que rompe el frágil equilibrio del presupuesto familiar.

Más que águila, camaleón.

Con la devolución del Sambil, el régimen chavista -autor intelectual y material de esta debacle- nuevamente exhibe su capacidad de adaptación y pragmatismo en el terreno económico para mantenerse fiel a su principal objetivo: intentar conservar y perpetuarse en el poder.

Si el chavismo hace “ajustes” para continuar en Miraflores, la oposición debe hacer lo propio para impulsar la transición. No puede abordar la realidad de 2022 con el enfoque y el discurso de 2014 o 17. Para eso puede ser importante recordar el debate sobre las misiones.

Las misiones -como hoy el carnet de la patria- no cumplen con los principios que se exigen a los programas sociales. Sin embargo, la opción no puede ser condenar a sus beneficiarios o negar el impacto que tienen en las comunidades. Con la “apertura” actual pasa lo mismo.

La economía nacional está transformándose y la oposición tiene que leer, interpretar y responder a esta nueva coyuntura. Un punto para analizar: las encuestas que reportan una subida en la aprobación de Maduro, en realidad hablan más del vacío que hoy existe en la oposición.

Se impone aquello de “mejor malo conocido”. Si la oposición está dividida y sin rumbo fijo, no puede ser considerada una alternativa segura y confiable para la gente. No obstante, los números de las regionales y, especialmente, Barinas muestran que la mayoría quiere cambio.

El chavismo no ganó la mayoría de gobernaciones y alcaldías por la “recuperación económica”. Si la oposición hubiera anunciado temprano su participación, convocado primarias, dirimido sus diferencias y trabajado en una mejor organización, el resultado habría podido ser distinto.

El Estado venezolano se volcó en pleno en Barinas, tratando de crear una “megaburbuja”. Ministros y líderes rojos pretendían demostrar que “Barinas se arregló”. Imposible. La gente está clara y así como derrotó al hermano de Chávez, luego aplastó al yerno del comandante.

La oposición no puede depositar sus esperanzas únicamente en la mala gestión de Maduro o en la agudización de la crisis. Por otro lado, si aspira a dirigir el futuro, tampoco puede quedarse pegada con el discurso del pasado.

Una vieja cuña repetía que “Ahora Venezuela es otra”. Sí, Venezuela ahora es otra cosa. Un difícil trabalenguas: El país cambia, el régimen cambia -para no cambiar- y la oposición también tendrá que cambiar para lograr el cambio real.

 

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