Un cliché necesario – Andrés Hoyos

Publicado en: El Espectador

Por: Andrés Hoyos

Sí, tenemos que verle el lado positivo a lo que ahora nos pasa.

Abundan textos sobre la depresión y el pesimismo producidos por el coronavirus, fenómenos indiscutibles. Vamos a estar confinados X semanas o meses y claro que enfrentamos una crisis dual, de salud y económica, ambas graves aunque todavía de consecuencias indefinidas. Donde hay violencia doméstica se corre el riesgo de que esta arrecie, mientras que a muchos las necesidades los obligan a salir a la calle, poniendo en riesgo la salud. En fin, esta columna podría ser un largo memorial de agravios, pero no lo va a ser.

¿Por qué? Porque el duelo ya está en proceso hace rato, y también se vale pensar en los beneficios que habrá a futuro, nos dure lo que nos dure esta categoría incierta a algunos veteranos.

Veamos algunos. Por un lado, la digitalización, muy avanzada en algunos países desarrollados tras décadas de ensayo y error, a casi todos los demás nos cayó como una asignatura ineludible en 2020. Lo aprendido no se va a olvidar y en adelante vamos a bajarle la presión a la calle sin, esperemos, volvernos misántropos. Menos billetes físicos, más clics, menos besuqueo en los pasillos, más abrazos digitales, un magnífico resultado. Sobre todo que la productividad mejorará dramáticamente, porque para dar solo un ejemplo, el paseo físico que antes nos tocaba dar hasta el almacén duraba dos, tres o cuatro horas. Hoy lo podemos hacer en dos, tres o cinco minutos.

Lo otro que se va a acelerar es el cuidado del planeta, porque estas semanas de cuarentena han puesto en evidencia el daño que veníamos causando. Claro, el daño regresará pero sospecho que nunca tendrá el ritmo o la intensidad de antes. Habrá aires más limpios si quemamos menos combustibles fósiles y usamos aparatos eléctricos movidos por energías limpias donde se pueda. Pese a que es pésimo que la mayoría de los negocios estén detenidos, la venta de narcóticos a niños o el narcotráfico asimismo andan de luto. Quienes se dedican a estas actividades criminales no están generando ingresos y vaya que este resultado es saludable.

Cabe esperar que la crisis de salud pública causada por el coronavirus, más intensa en países caóticos como Estados Unidos que en otros más disciplinados, nos obligará a mirar este rubro desde el ángulo de la efectividad y los resultados, no desde premisas ideológicas, algunas de las cuales han sido echadas a la basura por los recientes acontecimientos. Ojo que tampoco salen bien paradas las rigideces legales que afectan a las empresas, las cuales no pueden encarar con agilidad la súbita desaparición parcial o total de un mercado. Vendrá, sí o sí, alguna versión de la flexiseguridad danesa, que entiende que en los ciclos de vacas gordas las empresas y, sobre todo, sus dueños deben pagar impuestos cuantiosos, mientras que en las crisis es el Estado el que debe gastar y sostener la economía. No es buena idea enriquecer a la gente sin medida en tiempos de bonanza para después quebrar sus empresas en las crisis. Que una cosa compense la otra. Otra buena noticia es que por lo visto no van a reelegir a Donald Trump. Si es así, ciao, pescao.

Ignoramos lo que viene o la extensión de los daños que se han causado. Sí, los países ricos han sido solidarios más que todo de palabra, no de hecho. Esto también implica que la relación con ellos tiene que adquirir mayores instrumentos de fuerza y de presión hacia adelante: otra consecuencia positiva de la crisis.

 

 

 

 

 

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