El miedo a Petro solo puede desactivarlo él mismo, con los primeros gestos de su gobierno, con sus decisiones en público y en privado
Publicado en: El País
El 19 de junio de 2022 marcará un hito en la historia de Colombia. Por primera vez un candidato de izquierda es elegido para gobernar. Gustavo Petro, hoy Presidente electo, representa a un sector que había sido ahuyentado, incluso a bala, del poder. La Vicepresidenta electa, Francia Márquez, es la primera mujer negra elegida en tan alta dignidad. Una victima del conflicto, lideresa ambiental, en el pasado se desempeñó como empleada del servicio. Es sin duda una gesta legendaria la de Petro y Márquez.
La campaña del Pacto Histórico logró una ventaja considerable frente al inesperado e incontrolable “ingeniero” Rodolfo Hernández, cuyo destape ante los colombianos las pasadas tres semanas logró asustar a parte del electorado que supuestamente recibiría de manera automática de Federico Gutiérrez. En todo caso, el discurso del miedo a Petro fue una poderosa narrativa que copó estos comicios. Inversionistas en pánico, cláusulas Petro por todos lados, empresarios, dirigentes gremiales, gente de todas las esquinas del sector industrial anunciaban que la llegada de Petro resultaría en una debacle democrática y económica para Colombia y que nos convertiríamos en Venezuela.
Aunque Petro ha sido comparado con Chávez desde hace mucho tiempo, y su cercanía con el mandatario venezolano es de vieja data, la primera vez que realmente comprendí ese miedo fue en el año 2018 cuando tuve la fortuna de conocer a los periodistas Ewald Scharfenberg, Roberto Deniz y Joseph Poliszuk. Venían corriendo de Venezuela donde ya enfrentaban un proceso penal en su contra por las investigaciones en las que habían descubierto gran parte de la trama del testaferro del régimen, Alex Saab. Las investigaciones de Armado.Info permitieron a Venezuela y al mundo conocer la estafa de los CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción), programa de abastecimiento de alimentos para los pobres por medio del cual se robaron millones de dólares y enviaron comida podrida a las casas venezolanas.
En ese entonces los reporteros que enfrentaban el exilio obligado me explicaron sus temores frente al poderío de Gustavo Petro y sus vínculos con el régimen venezolano. Había algo de futurología inexacta, comparaciones avezadas y otro tanto de alertas sensatas. Desde entonces su causa por la libertad de expresión y el pluralismo informativo en Venezuela se volvió mía también.
Estos valientes periodistas se vieron obligados a abandonar su país, pero no lo han olvidado un segundo. En 2019 recibieron el prestigioso premio Maria Moors Cabot y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ya se ha pronunciado sobre su caso, al otorgar medidas cautelares para Roberto Deniz y su familia. La reportería crítica de Armando sigue siendo la más vigorosa y aguda sobre lo que ocurre en Venezuela, donde la censura ya es regla. Roberto Deniz, tal vez el periodista más conocedor en el mundo sobre el caso de Alex Saab, ha enfrentado campañas de persecución y desprestigio y amenazas por seguir haciendo su labor, aunque ahora la haga desde Colombia. El triunfo de Petro ha vuelto a avivar esos ataques. Voceros del chavismo los amenazan con que ahora Petro sí los hará regresar a Venezuela, donde tendrán que enfrentar a una justicia politizada para pagar por el crimen de hacer buen periodismo.
Y resulta inquietante. Porque el mismo Petro ha tenido una relación tensa con la prensa. Es cierto que no siempre se le ha medido con la misma vara con la que se evalúa a otros políticos, pero uno de los grandes interrogantes sobre el mandato del Pacto Histórico es cómo enfrentará la crítica y en general qué condiciones existirán para el periodismo libre durante su gobierno.
El miedo a Petro tiene muchas formas. Pasa desde las alarmas por los riesgos en la implementación en sus ambiciosos planes económicos, hasta el odio puro y rechazo emocional que genera el hecho de que alguien que una vez fue guerrillero pueda ocupar la Presidencia de la República. Hay alarmas concretas y bien justificadas y otras que son producto de un establecimiento que tanto teme a la izquierda en el poder que tan solo hace 40 años ocurrió el genocidio de la Unión Patriótica. Una parte de esos miedos se para sobre lo que ocurrió con el periodismo en Venezuela, las coincidencias de Petro con ese régimen y su relación con la crítica. Claro que hay razones para preguntarnos si en Colombia seguiremos teniendo las condiciones necesarias para que la prensa sea libre. Y eso que las actuales ya son bastante complejas.
Lo bueno y lo malo es que el miedo a Petro solo puede desactivarlo el mismo, con los primeros gestos de su gobierno; con sus decisiones en público y en privado. Por tanto, esa ansiedad solo la podrá curar el paso del tiempo, sumado a decisiones respetuosas de la institucionalidad democrática.
Por eso quisiera preguntarle al Presidente electo Gustavo Petro que nos conteste si los periodistas de Armando.Info cuentan con garantías suficientes para ejercer su oficio en Colombia. ¿Si llegara una orden de extradición de Venezuela para pedirlos de regreso la avalaría?
Claro que estos valientes reporteros quieren regresar a su país, pero no a enfrentar un proceso judicial sin garantías ni a responder por el crimen de investigar al más grande testaferro del régimen. Empezar a conocer las posiciones de Petro sobre asuntos particulares como este podría dar inicio a la construcción de la confianza que tanto necesita para gobernar y unir a este país. Y entonces, Petro, ¿qué dice sobre Armando.Info?