Publicado en: El Espectador
Por: Andrés Hoyos
Los países occidentales del futuro, Estados Unidos primero y después los del norte de Europa, van a ser mestizos, sí o sí. La mezcla será distinta en cada caso, según sean las razas de los inmigrantes que ya llegaron y los que vayan llegando. Cabe poca duda de que habrá convulsiones racistas, como hace años se viven en Estados Unidos. Ok, pero ¿entonces por qué los países mestizos de facto, digamos Colombia, no sacan provecho de haber empezado a vivir el futuro hace muchos años? Dicho de otro modo, el mestizaje sería un componente evidente de la solución de un país como el nuestro, si no fuera también el casi incomprensible problema. Ahora bien, ¿por qué hemos permitido que ciertos prejuicios se adueñen de Colombia? Oigo explicaciones y comparaciones. Van algunas de mis propias conjeturas.
La minoría de los hombres blancos ha tenido aquí un exceso de poder político, económico y sexual en los 200 años que llevamos de independencia. Alguien diría: el poder no se discute, se toma y se usa, y eso es lo que han hecho los blancos, con el detestable subproducto de los diferentes racismos que hemos vivido. Nada muy distinto puede decirse del sexismo.
Juan Roa Sierra, quien según los análisis más finos actuó solo, no por cuenta de una conspiración, descarriló el más potente símbolo de mestizaje que hemos tenido en estos dos siglos al matar a Gaitán, un hombre de piel cobriza y mucha sangre india, eso sí, siempre vestido como un “doctor”. El resto de los poderosos de nuestra historia, casi sin excepción, han parecido blancos, muchas veces sin serlo del todo, como no lo es casi ningún colombiano con raíces locales de vieja data. Sin embargo, las zonas más “blancas” del país, Antioquia y Bogotá, son también las que más presidentes han elegido en las últimas décadas. En cuanto a Rafael Núñez, él era cartagenero, región muy mezclada, pero su cara pálida resultaba inocultable. Una excepción a esta regla fortuita quizá fue el propio Simón Bolívar. Recuérdese que una de las razones por las que las élites de Lima lo despreciaban era la reconocida presencia de sangre negra en sus antepasados.
Una explicación más o menos clara para nuestra tradición racista es la devaluación mental, o sea el complejo de inferioridad, aplicado por tradición. Para algunos, el carácter mestizo de Colombia devalúa al país. Aunque de razas poco se habla, es obvio que las que eran subalternas —para no hablar también de las mujeres— ahora avanzan mucho, si bien el proceso todavía no va al ritmo ideal. Hay pocos hitos memorables, diga usted una Indira Gandhi, que hagan el papel de parteaguas.
No se puede desconocer que las placas tectónicas del poder se están moviendo, pese a que también es obvio que quienes han tenido el poder durante dos siglos no lo van a ceder sin chistar ni protestar. No se trata de vetar a nadie en particular. Por inercia son hombres más o menos pálidos los que hoy llegan a los lugares de privilegio en las listas o en las juntas directivas, pero insisto en que las tendencias se están revirtiendo. Llegará un día en que a una persona la midan solo por sus calidades, sin fijarse en nada más, ni color de piel, ni género ni apellidos. Y más o menos pasado mañana aparecerán los barack obama o las kamala harris del terruño, mestizos ambos. Existe otra razón clara para ensayar cambios: como venimos no venimos bien. ¡Al agua patos de todos los colores y géneros!
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