Publicado en: El Espectador
Por: Andrés Hoyos
Tal parece que el apoyo de los rusos a Putin ha aumentado pese a sus tropelías y ahora cuando el ejército ruso está en retirada de la zona de Kiev. ¿La razón? Que en Rusia no hay democracia y por lo tanto no existe libertad efectiva de expresión, así que la gente se traga las mentiras del régimen sin chistar. Para las mayorías de ese país la democracia es apenas una palabreja sin sentido. En cambio, el entusiasmo democrático en Ucrania es inmenso. El conflicto entre dos sistemas de gobierno es al fin de todas las cuentas lo que está en la base de la invasión.
La forma actual de la democracia es muy reciente. Por lo mismo, este invento brillante tiene muchos enemigos, y aquí sí que aplica el sesgo de género: los enemigos son más que todo hombres machistas con poder. Haciendo un barrido, a mí me suma algo así como el 40 % del planeta. Todavía. Comprende lo que queda al este de Ucrania hasta el otro extremo de Asia, con la exclusión del Japón. Incluye a casi todos los países al sur de Rusia, llegando hasta la India, una democracia con muchos problemas. Sumemos al Medio Oriente, con la dudosa excepción de Turquía e Israel, y al norte de África, hoy sin excepciones, a despecho de las recientes “primaveras”. La mitad del continente negro es antidemocrático. En contraste, Europa y las Américas, con tal cual altibajo, por el estilo de Cuba, Nicaragua y Venezuela, pertenecen a la zona democrática. En el sur de Asia, hay de todo, Corea del Sur democrática, Corea del Norte una dictadura feroz; Oceanía democrática.
Las dictaduras no son imbatibles: es corriente que un dictador cometa errores graves, como el que acaba de cometer Putin, y las crisis son recurrentes, muy en particular durante las sucesiones, lo que a veces crea oportunidades. Las religiones no son amigas de la democracia y suelen definirse a favor de los dictadores, así estén ancladas en libros bien escritos, al igual que cualquier constitución democrática. Abundan en las religiones los mandatos irracionales. Sus jerarquías nunca consultan con la gente, claro que no; ese es un “vicio” casi exclusivo de las democracias.
Una parte importante de la animadversión contra las democracias proviene de las crónicas e historias, ciertas o muy exageradas que surgen, sobre la radicalidad de los cambios que operan en ellas: proliferación de sexualidades, anarquía política, costumbres caóticas, hedonismo exagerado, castigo a las tradiciones conservadoras, abusos en la intervención del Estado, agresión contra las creencias. Claro que vaya usted a decirle a un biempensante posmoderno que modere su cantaleta para que vea la de insultos que le llueven.
En las dictaduras el silencio sobre el mundo exterior solía ser extremo; hoy eso no funciona así. Las redes sociales, pese a los muchos problemas que tienen, no son amigas de las dictaduras. A través de ellas la gente comunica lo que piensa, que con mucha frecuencia no corresponde a lo que quiere el mandamás.
En las democracias abundan las paradojas. Una de las más notables es que los jóvenes votan poco, a pesar de que es así como se decide el futuro, que para ellos es más largo e importante que para nosotros, los veteranos. Dirá alguno: en caso de necesidad, yo me voy. Cuentos, el exilio a un buen país es una opción de pocos; la mayoría de las personas están condenadas a vivir en su país durante muchos años. Hay otras paradojas, que dejo a la consideración de mis amables lectores.