Publicado en: El Espectador
Por: Andrés Hoyos
Este domingo podría cristalizar un evento raro: que un liberal auténtico, Humberto de la Calle, sea elegido representante para las elecciones presidenciales por el partido que en las últimas décadas ha desdorado ese apelativo. Claro, quienes deseen ese desenlace deben salir a votar por él en la consulta liberal.
El viejo liberalismo, la fuerza política dominante en el siglo XX colombiano, a lo largo de los años cometió muchos errores y omitió muchas iniciativas que hoy nos tendrían mejor, pero pocos esperaban que cayera tan bajo como cayó. Asesinado Luis Carlos Galán en 1989, sus enemigos se apoderaron del partido y lo arrastraron por el lodo. Muy en particular se organizó entonces el samperismo, dedicado primero a elegir a Ernesto Samper presidente en 1994 y después a defenderlo de lo que no tenía defensa: haber vendido su alma al Cartel de Cali. Juan Fernando Cristo, escudero de Samper, fue un protagonista central en las jornadas del proceso 8.000 y hoy mantiene con el expresidente una relación muy cercana. Que tenga o no futuro el liberalismo colombiano como partido dependerá en buena parte de que sea capaz de jubilar para siempre esta tendencia ignominiosa.
De la Calle cometió en esa época el peor error de su vida al renunciar a la Vicepresidencia y permitirle a Samper proseguir con su turbio festín burocrático. Supone uno que, cometido el error, nuestro hombre aceptó la derrota y se dedicó a sacar adelante un bufete de abogados que llegó a ser uno de los más exitosos del país sin, por lo demás, encargarse de los muchos casos problemáticos que nuestra narcotización fue engendrando como maleza.
Estando ya retirado de la política, algún día de 2012 Humberto recibió una llamada de Juan Manuel Santos. El presidente quería encargarlo de liderar la negociación que se iniciaba con las Farc. Este grupo guerrillero seguía siendo poderoso, si bien había recibido una seguidilla de golpes militares que por fin los convenció de que nunca se tomarían el poder por las armas. El equipo que se armó, a diferencia de los muchos endebles que Santos ha armado después, era muy sólido e incluía a Sergio Jaramillo, el principal teórico del conflicto en Colombia, cuyos escritos muchos leíamos cuando era director de la Fundación Ideas para la Paz (FIP).
Fue durante la difícil negociación con las Farc cuando Humberto de la Calle sacó a relucir la autenticidad de su liberalismo. No, no llegó al acuerdo perfecto, sobre todo porque la contraparte se contorsionaba dadas las pocas ganas que tenían de poner fin a toda una vida de lucha armada, pero sí se mantuvo firme en los principios. Recibió con estoicismo la andanada de mentiras e insinuaciones rastreras que soltaban los furibismos y laureanismos, tan vivos todavía en Colombia. No se salió de sus casillas. Dio un resultado razonable. Luego, cuando el No ganó en el referendo, volvió a la mesa y modificó lo pactado a ver si así satisfacía a los insaciables.
Yo tampoco sé si Humberto de la Calle llegue a ser presidente de este país. La tiene cuesta arriba. Lo que sí sé es que debe ganar la consulta del domingo y que votaré por él sin dudarlo un instante. Mientras más votos saque y más lejos quede Cristo, mejor para la causa liberal colombiana, tan vapuleada en las últimas décadas.
P.S.: Aprovecho para felicitar aquí a los miembros del equipo malpensante por los tres premios Simón Bolívar que obtuvieron la semana pasada.