Las versiones de Ábalos y el Gobierno que no sabía dónde empieza España – Marta García Aller

Las versiones de Ábalos y el Gobierno que no sabía dónde empieza España - Marta García Aller
El titular de Transportes, José Luis Ábalos.

Publicado en: El Confidencial

Por: Marta García Aller

Marta García Aller
Ha tardado menos de un mes el nuevo Gobierno español en poner en duda dónde empieza y dónde acaba este país. El Ejecutivo se ha creado una crisis diplomática en propia meta

Ha tardado menos de un mes el nuevo Gobierno español en poner en duda dónde empieza y dónde acaba este país. No le ha dado ni tiempo al independentismo catalán a ser el primero en desafiar los límites de las fronteras del Estado, el propio Ejecutivo se le ha adelantado con una crisis diplomática en propia meta. Ayer, la versión oficial, no sabemos si la última, era que la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, tras reunirse con el ministro Ábalos, se paseó por el aeropuerto de Barajas de una terminal a otra, descansó en una sala varias horas y hasta cambió de avión, pero nada de esto reconoce el Gobierno que implique pisar suelo español. No importa que la UE tenga prohibida la entrada a la número dos de Maduro por vulneración de los derechos humanos, ni que según la jurisprudencia europea las instalaciones de un aeropuerto sean responsabilidad del país en el que se encuentra. Qué más da que también lo diga así el Constitucional.

Las versiones de Ábalos y el Gobierno que no sabía dónde empieza España - Marta García Aller
El titular de Transportes, José Luis Ábalos.
Cortesía: EFE

Desde que el Gobierno se ha dado cuenta de que ya no puede negar que hace una semana se produjo ese extraño encuentro a medianoche del ministro Ábalos con Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Madrid, su nueva estrategia para zanjar el asunto consiste en negar que España empiece en Barajas. Y puestos a negar, a partir de ahora, las palabras en este país significarán lo que el Gobierno diga que significan. De ahí que el ministro Ábalos pueda negar que se haya reunido con Delcy Rodríguez, porque llegar a la pista de aterrizaje, subir al avión venezolano y pasar 25 minutos con la número dos del Gobierno de Maduro, para este Gobierno, no es una reunión. Es un saludo. Fin de la discusión.

Admitió también Ábalos el domingo en La Sexta que la política venezolana bajó del avión y se paseó por el aeropuerto durante varias horas hasta que tomó un avión a Doha. Según el Gobierno, eso no es pisar suelo español. ¿A quién va a creer usted? ¿A Moncloa o a sus propios ojos? Explicó que si estuvo saludando a Delcy Rodríguez fue porque se lo había pedido el ministro Marlaska para asegurarse, ya que pasaba por ahí a ver a su amigo Plasencia, ministro de Turismo de Venezuela, de que ella no bajaba del avión. Dijo también que no hizo falta convencerla de que no lo hiciera porque ella ya lo sabía. Bueno, bajó, sí, pero solo un poco. Fue todo de lo más normal.

Por lo que sea, pese a lo claro que está todo, estas explicaciones de Ábalos no terminaron de funcionar. Así que el martes, la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, se tuvo que esforzar en cerrar filas con él en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. En la enésima versión, revistió el extraño encuentro de gesta diplomática con la que, según Montero, Ábalos ha cumplido una labor valiosísima para España. Si el ministro español no hubiera conversado en aquel avión con Delcy Rodríguez, reconoce la portavoz del Ejecutivo, la Policía española la habría tenido que deportar. ¿Pero no quedábamos en que no había hecho falta convencerla de nada y nunca pisó suelo español? “Todo esto está dentro de la normalidad”, afirmó también Montero. Y si este Gobierno dice que algo es normal, es normal.

Normalísimo. ¿Por qué no va a ser normal la visita a medianoche y a escondidas de un ministro en una pista de aterrizaje del aeropuerto a la dirigente de la dictadura venezolana que tiene prohibida la entrada en el país? ¿Qué tiene de raro que el ministro de Transportes cambie tres veces de versión? ¿Mentir? No, eso no es mentir. Esto es llevar los asuntos diplomáticos “con discreción”, explicó Montero. Se trataba de evitar un asunto tan delicado que podía crear “una crisis diplomática que perjudicara al conjunto del país”. Entonces, ¿por qué se le encarga al ministro de Transportes, que simplemente pasaba por ahí? ¿Y por qué Ábalos actúa como si le abochornara, pese a ser algo presuntamente heroico?

De esta crisis diplomática España no se rompe, se descojona. Porque empiezan a sonar a chiste las múltiples versiones que da el Ejecutivo para justificar que un ministro se encuentre en secreto, a medianoche, con una persona ‘non grata’ en territorio europeo en una pista del aeropuerto de Barajas. A lo mejor todo esto tiene una explicación más convincente que está por venir. A lo mejor es verdad que Ábalos ha evitado una crisis diplomática cuya responsabilidad sigue sin estar claro de quién es. A lo mejor apagó un fuego que no era suyo y por eso se le nota lo mucho que le enfada el tema.

Eso no quita que, para todo aquel que las palabras no significan lo que el Gobierno dice que significan sino lo que viene en el diccionario, Ábalos haya mentido reiteradamente a la opinión pública. Seguramente subestimó la relevancia de un caso que lo tiene todo para ser noticia y le falta poco para ser una película. Al ministro le faltó estrategia y le sobró soberbia al dar las primeras explicaciones. Una cosa es esta crisis de comunicación, que ya veremos si se lleva o no al ministro Ábalos por delante ahora que mentir ya no es lo que era. Pero otra mucho más preocupante es que los ministros no se aclaren ni dónde empieza y dónde acaba el país. Para el Gobierno de Sánchez, España es cada vez más relativa. Empezará y acabará, igual que las leyes, donde le vaya bien en cada momento.

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