Las lecciones del tabaco – Andrés Hoyos

Andrés Hoyos

Publicado en: El Espectador

Por: Andrés Hoyos

No hay tal que la legalización de una sustancia peligrosa condene a la humanidad a una pandemia de su abuso. El ejemplo más claro es el tabaco, que contiene una droga muy adictiva, además de letal, la nicotina, pese a lo cual a nadie parece habérsele ocurrido la idea de prohibirlo. Algo semejante pasa, con algunas diferencias, con el alcohol. Ese sí fue prohibido a comienzos del siglo pasado en Estados Unidos, con efectos catastróficos. También está prohibido en los países musulmanes, adonde uno no se iría a vivir. Estas prohibiciones, sobre todo la primera, fueron un desastre, pese a lo cual la deletérea idea siguió rondando por ahí.

Desde su pico por allá en los años 60, el consumo de tabaco per cápita se ha reducido a la tercera parte y hasta menos en la gran mayoría de los países, con variaciones. ¿Cómo se logró semejante maravilla? Cuatro decisiones saltan a la vista: 1) Está prohibida cualquier publicidad que estimule su consumo – algunos recordamos al hombre Marlboro, uno de cuyos actores murió de cáncer de pulmón –. 2) Se adelantan campañas justamente con el propósito contrario de hacerlo poco glamuroso. 3) Está prohibida la venta a menores de edad. 4) Se cobran impuestos altos – un paquete cuesta más de diez dólares en varios estados americanos –. Mientras que en países como Colombia el impuesto es ridículamente bajo. El límite obvio es que el precio no genere un mercado negro. Algo semejante pasa con el alcohol, La única diferencia notable es que en ese caso sí se puede permitir un consumo social moderado, mientras que la nicotina es tan adictiva que se recomienda la abstención completa.

En las películas de Hollywood viejas siempre salía alguien con un cigarrillo en la boca, lo que hoy se ve como una aberración. Al igual que con las demás sustancias psicoactivas, hubo una época en que nadie fumaba, diga usted antes del descubrimiento de América. Eso se acabó; siempre habrá quien fume. Por lo demás, ni modos de pensar en prohibiciones cuando el centro mundial del cultivo de tabaco es el estado de Virginia en Estados Unidos. También allá los opioides fueron mercadeados de manera cínica por farmaceutas legales. Después, cuando se asustaron con los resultados, lanzaron a la gente en brazos de los traficantes de heroína. O sea, el peor de los mundos. Pocos ejecutivos fueron a la cárcel por todo ello.

¿Y qué pensar de que en Estados Unidos existe la Segunda Enmienda a la Constitución, mediante la cual es legal comprar y vender armas, de lejos más letales que cualquier droga, sea esta cocaína, heroína o de diseño? La explicación es sencilla: abunda una dramática irracionalidad en las políticas del mundo.

Pensemos por un instante en algo que viene relativamente pronto: la legalización generalizada de la marihuana, dañina aunque mucho menos que el tabaco. Se podrían cobrar los impuestos según el contenido de THC, castigando las variedades más potentes con mayor precio, como en parte se hace con el alcohol. Los recaudos alcanzarían para lanzar poderosísimas campañas contra el consumo de yerba y sobraría mucho para otras políticas sociales.

Siempre hay una minoría que abusa de las cosas. Cuando no había drogas, podían abusar, por ejemplo, de la comida. Una personas que pese 120kg o más por lo general tiene un desbalance grave en su personalidad, así aquí y allá haya unos pocos con desarreglos hormonales. En esos casos, imposible prohibir nada.

 

 

 

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