Publicado en: Heraldo de Aragón
Por: Irene Vallejo
Arde un incendio allí donde prendió el fuego de nuestros sueños. Hace milenios, oleadas de griegos huyeron de la violencia que azotaba su tierra natal. Apiñados en frágiles barcas, desembarcaron en las islas del Egeo y en la actual Turquía. Aquellos exiliados siempre extrañaron su hogar.
De la palabra “nostos”, que en griego significa “regreso”, proviene “nostalgia”. Los que están lejos de casa aman las viejas historias y, a la vez, alumbran nuevas ideas: en esas tierras nacieron la Ilíada y la Odisea, allí los primeros filósofos revolucionaron el pensamiento, aquellos refugiados dieron a luz nuestra civilización. La paradoja de la cultura europea es que, en realidad, empezó en Asia. Muy próxima a la costa turca, en Lesbos, compuso sus cantos de amor a una mujer menuda llamada Safo, maestra y poeta. Desafiando el poder destructor del tiempo, escribió a sus discípulas: “Alguien se acordará de nosotras”.
Hoy, en esa misma isla de Lesbos, otras voces suplican que las recordemos. Malviven enmudecidas en un gigantesco campo de refugiados: desbordado, masificado, insalubre.
Tras el fuego de los últimos días, los supervivientes vagan, sin sus escasas posesiones, sin techo, entre los escombros. Solicitan asilo, pero solo encuentran aislamiento. Al ignorar las cenizas, Europa olvida que una vez, en esa misma encrucijada, los emigrantes desamparados fuimos nosotros.
Lea también: “Deslenguadas“, de Irene Vallejo