Publicado en: El Espectador
Por: Andrés Hoyos
El riesgo es un concepto ubicuo en el mundo, con frecuencia mal entendido. Hay una tendencia natural a volverlo absoluto, a tomar la parte por el todo. Como algo puede pasar, de todos modos tiene que pasar. La otra tendencia es desestimarlo porque se refiere a lo que todavía no ha pasado. Ilustremos con una pregunta obvia: hace un año, ¿cuál pensaba uno que era el riesgo de que Putin invadiera a Ucrania? Al menos yo hubiera dicho que no muy alto, aunque no lo hubiera descartado. Para entender lo poco que entonces sabía, basta ahora con examinar las imágenes dantescas que nos llegan de Ucrania. Pues bien, los riesgos se ven claros cuando se materializan.
El riesgo en Colombia este domingo tiene dos cabezas: o gana la Presidencia Rodolfo Hernández o la gana Gustavo Petro. ¿Qué sabemos de cómo se desempeñaría el ingeniero en ese puesto? No sabemos mucho. Algunos piensan que muy bien o aceptablemente, otros que muy mal. Hernández fue un buen alcalde de Bucaramanga, aunque tuvo ataques y acusaciones. Sin embargo, quienes no vivimos allí no podemos opinar con claridad. Suelta tacos y dice alguna barbaridad. La incertidumbre es la regla con Hernández.
Pasando al otro candidato, vaya suciedades las que se ven en los videos del Pacto Histórico y las que se oyen en los audios revelados la semana pasada. Pero volvamos al riesgo: ¿qué tan seguro está usted de que, de volverse presidente de Colombia, Gustavo Petro seguiría siendo la mansa paloma que ha sido en público en los últimos dos meses o será otra vez el gavilán que fue durante décadas y que todavía es en privado, según concluye uno por los videos y los audios? ¿Aprovecharía cualquier grieta para derrumbar las instituciones del país? Ninguno con tres dedos de frente diría que está 100 % seguro de ello, pero decir que el riesgo no existe sería tamaña insensatez.
Mucho se asegura que las instituciones en Colombia son fuertes y sí lo son. Hay separación de poderes y nadie puede volverse dictador así como así. Sin embargo, el Ejecutivo aquí justamente es una institución fuerte y eso le da a quien lo asume un gran poder. Dicho de otro modo, si un presidente quiere ejercer guiado por la venganza, el capricho o tiene intenciones de romper y manchar, mucho podrá conseguir. Otro cantar es que la gente vota y después se lava las manos. “Es que no sabía”. Cómo no, moñito. Claro que se sabe, aunque a la gente no le gusta tener que rectificar un voto.
No voy a decir que la encrucijada nos toma por sorpresa. De ningún modo; hace años que la élite del país viene eludiendo responsabilidades, pagando bajos impuestos, no asumiendo las reformas políticas en serio, de suerte que por eso estamos ante la alternativa de dos cambios fuertes. El cambio no es virtuoso per se, tampoco dañino. Lo que sí es a veces es inevitable, como en esta ocasión. De cualquier modo, en Colombia estamos pasando por una época muy confusa y crítica. Nadie sabe el desenlace.
En fin, dado que el domingo hay que escoger, yo voy a votar por Rodolfo Hernández. Tengo la esperanza de que al final de cuentas sea un buen presidente y si no lo es, el daño que infligiría sería mucho menor que el que infligiría Petro. Ahora que si gana este otro candidato pese a todas las tropelías que él y su equipo han cometido, será porque un montón de gente vota por él y por ellos, así que ni modos. Que con su pan se lo coman.