Publicado en: El País
Por: Ewald Scharfenberg
Alan Rusbridger, el legendario editor por 20 años de The Guardian, cita en su más reciente libro la definición que un editor australiano daba sobre el periodismo de investigación: “Es como jugar a la gallinita ciega con navajas abiertas en las manos”.
En semejantes condiciones, hasta los ganadores salen con heridas del juego. De hecho y de antemano, los periodistas de investigación siempre llevan las de perder, incluso cuando tienen éxito. Se les tiene por impertinentes o insidiosos. No debe extrañar que frente a un oficio cuya razón de ser pasa por la revelación de asuntos que otros intentan mantener ocultos, estos otros, contrariados y poderosos, aleguen que se trata de “una campaña de desprestigio” ordenada por sus enemigos e intenten tomar represalias contra los insolentes.
Nicolás Maduro y sus secuaces por largo tiempo supieron mantener oculto a Alex Saab, el mercader colombiano que se convirtió en el principal contratista del régimen, y que este sábado fue extraditado a Estados Unidos, donde lo espera un juicio por lavado de dinero. Fue así hasta 2015, cuando en Armando.info publicamos la primera historia sobre Saab: un esquema de exportaciones fingidas a Venezuela que montó en el Ecuador de Rafael Correa para tener acceso a divisas, aprovechando los recovecos de un sistema de compensación de pagos entre los países aliados del chavismo. Por cierto, ni ese negocio ni el segundo esquema que develamos, un contrato por 3.000 millones de dólares asignado a dedo por la petrolera estatal Pdvsa a Saab -ambos orientados por diseño a generar inmensos réditos al comerciante- corresponden al perfil de héroe revolucionario que la propaganda de Caracas intenta ahora endilgarle.
Desde 2017, mi colega Roberto Deniz se hizo cargo de la cobertura del caso Saab en Armando.info. Con envidiable vocación de mastín, le hincó el diente a la historia y no la soltó, a lo largo de una serie de decenas de reportajes, hasta encontrar la médula de la red de conexiones de Saab. Si intuimos que había tocado un nervio del régimen cuando descubrió la preminencia del colombiano como proveedor del principal programa -social o clientelar- del chavismo, los CLAP, lo supimos sin duda cuando el propio Saab nos demandó, a Roberto Deniz y a los tres editores-fundadores del medio, por difamación e injuria, delitos que en Venezuela comportan hasta seis años de prisión y que, en el amañado sistema judicial del chavismo, no teníamos ninguna posibilidad real de contestar. Terminamos en el exilio.
Con todo, no era posible obtener todavía una versión al respecto desde el Gobierno. Saab fue para el chavismo como Voldemort, innombrable, hasta la noche de su arresto en Cabo Verde, en junio de 2020, cuando todo cambió. En un intento desesperado por imponer verdades alternativas que facilitaran la defensa del comerciante y evitara su extradición a Florida, Maduro “reveló” que lo había nombrado embajador desde marzo de 2018, apenas seis meses después de que Saab nos demandó considerando que le difamábamos al asegurar en nuestros reportajes que era cercano al presidente de Venezuela.
También entonces el chavismo activó su pelotón de fusilamiento de reputaciones en las redes sociales. De manera inclemente, somete a Roberto a un bombardeo diario de calumnias sin más sustento que la repetición, quizás como muestra de mayor lealtad a las consignas de Goebbels que a las de Chávez. Cierto que no suelen ser ni creíbles ni tan solo coherentes, pues aún vacilan en calificarnos entre agentes del imperio o de George Soros, sicarios, extorsionadores o simples mentirosos. Pero cuentan con una gran ventaja: se coordinan con las instituciones del Estado chavista. De ello resultó demostración inequívoca la apertura esta semana de una investigación contra Roberto Deniz por parte del Fiscal subordinado a Maduro, y el allanamiento consiguiente a la residencia de los padres del periodista.
Con Saab preso en Florida, cabe esperar una nueva arremetida de Maduro contra el periodismo independiente, contra Armando.info y contra Roberto Deniz. Es la naturaleza del régimen: como la de toda mafia, inclinada a la venganza, la intimidación y la omertá. Pero frente a esos contubernios de villanos, es satisfactorio comprobar todavía que el periodismo documentado, valiente y perseverante levanta una defensa, quizás la última, para el ejercicio de la ciudadanía en Venezuela. Aunque para ello haya que pagar un precio.