Desbocados – Irene Vallejo

Irene Vallejo

Publicado en: Destellos

Por: Irene Vallejo

A través de la capa de ozono rasgada, el aliento del sol nos seca, nos derrite, nos quema cada vez más. Las advertencias, los pactos y las promesas son un dique frágil frente a nuestra avidez. Presos del inmediato presente, satisfechos con nuestro estilo de vida, renunciamos a proteger el futuro. Los antiguos griegos anticiparon en un mito esta historia de fuego y sombra. Siendo adolescente, Faetón viajó por primera vez a la mansión dorada de su padre, el Sol. Hijo mío, dijo el Sol al reconocerlo, pídeme lo que quieras. Factón deseó conducir durante un día el carro solar en su ruta celeste. Era un capricho peligroso, pero Faetón, testarudo, soñaba con dominar el cielo a su antojo. Al amanecer, el joven montó en el carro tirado por caballos de aliento llameante. Salieron por las puertas de oriente, rasgando las nubes a su paso. Pero con las primeras sacudidas se desbocaron y Faetón perdió las riendas.

El astro se aproximó demasiado a la tierra y al instante los bosques ardieron, surgieron desiertos, los peces buscaron refugio en lo profundo del mar. Faetón se precipitó y murió. En medio del páramo calcinado. sus hermanas lo enterraron llorando por su destructiva arrogancia. La pena transformó a las jóvenes en álamos: todavía hoy, cuando el viento acaricia las hojas plateadas de esos árboles, parecen sollozar por Faetón, por la tierra, por nosotros.

 

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