La Seguridad puede atropellar a los jóvenes artistas de Archipiélago, pero lo que no lograría hacer es devolverle el entusiasmo revolucionario
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No he podido averiguar a ciencia cierta por qué Raúl Castro autorizó la aparición de Carlos Lage pidiendo “cambios profundos”. Se trata del ex vicepresidente cubano purgado hace unos años junto a Felipe Pérez Roque, ex canciller de la Isla. He preguntado a los expertos en la nomenclatura cubana. El doctor Pedro Roig la atribuyó a la arteriosclerosis de Raúl y a que nunca ha sido acusado de ser inteligente. Era, por supuesto, una boutade. Si alguien está consciente de que el general no da puntada sin hilo es este historiador y abogado, ex director de Radio y Televisión Martí.
La indagación me llevó a otro punto. Se trataba de un tiro por elevación. El blanco real era Miguel Díaz-Canel. El presidente de Cuba está en aprietos. Lo asustan con la presencia de Lage. Si sale mal su estrategia represiva contra los muchachos del 15 de noviembre le pasan la cuenta. No tiene el respaldo de nadie ni de ninguna institución. El Partido no lo quiere. Los generales tampoco. “El titiritero Raúl Castro le demostró que si puede reaparecer a Lage, puede desaparecerlo a él, a Miguel Díaz-Canel”. Pudiera ser cierto, pero eso es evidente. Si Raúl le pide la renuncia a Díaz-Canel tiene que dársela, aunque se disfrace de patriota y pretenda que es más comunista que Lenin.
Los jóvenes ya no se sienten parte del proceso, ¿qué están esperando? ¿a que muera Raúl?
Díaz-Canel no tiene cómo ganar esa batalla. La Seguridad puede atropellar a los jóvenes artistas de Archipiélago, la plataforma que convocó a la marcha. Pero lo que no lograría hacer es devolverle el entusiasmo revolucionario. Eso está muerto, kaputt, putrefacto. Le sucede como al Partido Comunista de la URSS. Contaban con veinte millones de miembros, pero la institución fue disuelta mediante un simple decreto. Es imposible transmitir las emociones. Silvio Rodríguez se reunió con Yunior García Aguilera y con su mujer y les escuchó decir algo que es la clave del fenómeno que está sucediendo en Cuba: los jóvenes ya no se sienten parte del proceso, ¿qué están esperando? ¿a que muera Raúl?
Murieron Huber Matos, Eloy Gutiérrez Menoyo, Manuel Artime, Jorge Valls, Pedro Luis Boitel, Higinio Nino Díaz, Payá Sardiñas, Alfredo Carrión, José Ignacio Rasco y tantos otros. Eran miles y eran parte del proceso. Parte opuesta, pero, a fin de cuentas, parte integral de ese proceso. Unos murieron y otros fueron asesinados. Cuba tiene la oportunidad dorada de buscarle una salida racional a la crisis actual. ¿Se va a imponer, otra vez, la razón testicular? ¿Tendrán que morir miles de cubanos cuando sería posible pasar la página consultando libremente al conjunto de la sociedad cubana?
“Tiene que ver con algo absolutamente diferente: el Vaticano”. Cuba ha penetrado (con perdón) al papa Francisco. Hay cardenales que responden a La Habana. El papa no se enteró de que sería expulsado del Vaticano un pacífico cubano que oraba de rodillas en la plaza. Fue una intriga de los servicios cubanos en contubernio con la Seguridad del Vaticano. El papa está rodeado. Está en juego una continuación del triángulo que llevó a Obama a La Habana: la Iglesia católica, representada por el cardenal cubano Jaime Ortega Alamino, Washington y Raúl Castro. La Iglesia cubana ya no forma parte de la ecuación. Al morir Ortega Alamino, y ser designado otro cardenal cubano, desapareció cualquier vestigio de raulismo en las filas del clero cubano.
El régimen de La Habana tiene un enorme interés en que continúe el intercambio y que el presidente Biden le levante las sanciones impuestas por Donald Trump. Invitaron a Cuba al cardenal Patrick O´Malley, pese a su amistad con Xavier Suárez, ex alcalde de Miami y padre de Francis Suárez, actual alcalde de la ciudad.
Raúl Castro no tiene los resabios de su hermano Fidel contra la Iglesia católica. Cuando su hija Mariela le pidió al padre Carlos Manuel de Céspedes que bendijera su matrimonio con un italiano, Raúl Castro estuvo de acuerdo
No obstante, para esconder la razón última del viaje, antes lo pasearon por República Dominicana, como si fuera un recorrido habitual. O´Malley, que no tiene un pelo de tonto, conoce el juego de la Seguridad cubana y sabe que Obama se equivocó al entregar todas sus cartas sin recibir nada a cambio. No le recomendaría nada semejante a Joe Biden.
Es tanto el interés del régimen cubano por que se levanten las sanciones del Gobierno estadounidense contra la Isla, que está dispuesto a hacer campaña para que se declare santo a Félix Varela, un cura cubano del siglo XIX, exiliado, sabio e independentista, quien fuera párroco en New York durante el grueso del éxodo de los católicos irlandeses como consecuencia de las malas cosechas de papas o patatas.
Raúl Castro no tiene los resabios de su hermano Fidel contra la Iglesia católica. Cuando su hija Mariela le pidió al padre Carlos Manuel de Céspedes que bendijera su matrimonio con un italiano, Raúl Castro estuvo de acuerdo, siempre que se tratara de algo público y notorio. No estaba dispuesto a que fuera una ceremonia secreta.
Lo que está claro es que el revulsivo es la protesta del 15 de noviembre. De lo contrario no se hubieran quejado en Cubadebate, un pasquín electrónico que recoge el “legado” de los Castro.