¿Qué tienen en común el prestigio de Washington, la cooperación internacional, la austeridad fiscal y la globalización?
Publicado en: El País
Por: Moisés Naím
La covid-19 no solo mata gente, también mata ideas. Y cuando no las mata, las desprestigia. Las ideas tradicionales sobre oficinas, hospitales y universidades, por ejemplo, no sobrevivirán incólumes a las secuelas económicas de la pandemia. Tampoco lo harán algunas de las ideas más globales sobre economía y política. Estas cuatro, por ejemplo.
1. Estados Unidos es una fuente de estabilidad para el mundo. Falso. Washington es un importante epicentro de inestabilidad geopolítica. Las reacciones del Gobierno de George W. Bush a los ataques terroristas del 11-S, por ejemplo, provocaron largas guerras. En 2008, EE UU exportó al mundo una grave crisis financiera. Pero ninguna guerra o crisis económica le ha hecho perder tanta influencia mundial a EE UU como lo ha hecho Donald Trump. Desde su elección en 2016, el presidente ha mostrado, casi a diario, que en vez de calmar al mundo y a su país, prefiere fomentar conflictos y azuzar discordias. Sus reacciones a la pandemia han reconfirmado que la Casa Blanca es un aliado volátil, torpe y poco confiable.
La gran ironía de que EE UU irradie inestabilidad es que el mayor beneficiario del orden internacional que Trump está desvencijando es la nación que él preside.
2. La cooperación internacional. La pandemia ha confirmado que no existe una comunidad internacional capaz de enfrentar concertadamente amenazas globales. Las tragedias de Siria, Yemen, Venezuela o los rohingyas son solo algunos ejemplos de la inefectividad de la comunidad internacional. La covid-19 ha demostrado fehacientemente que esa presunta comunidad internacional que trabaja coordinadamente no existe. La respuesta de los países a esta emergencia sanitaria no ha sido la de actuar mancomunadamente, sino la de atrincherarse detrás de sus fronteras. La pandemia, por ejemplo, debería haber fortalecido a la Organización Mundial de la Salud (OMS), un ente multilateral defectuoso, pero indispensable. En cambio, EE UU convencido que la OMS ha sido capturada por el Gobierno chino, en vez de liderar una gran coalición internacional para reformar a este organismo multilateral, decide retirarse del mismo. La desconfianza a la cooperación internacional también ha contribuido a fragmentar y hacer más ineficiente la coordinación entre países con respecto a normas, producción y distribución de medicinas y materiales médicos. Y esta es otra ironía: el desprestigio de la colaboración internacional ha hecho que a una amenaza global se le haya dado una respuesta esencialmente local e inadecuada.
3. La austeridad fiscal. Esta idea, antes muy popular como remedio obligatorio para enfrentar una crisis financiera, ahora es tóxica. Ante un crash económico, el Gobierno debía restringir severamente sus gastos y deudas. Ahora es todo lo contrario: gastar más y endeudarse más es la receta de moda. Así, en todas partes, los Gobiernos han aumentado el gasto público a niveles inéditos. El déficit fiscal, que es la diferencia entre la recaudación de impuestos y otros ingresos del Gobierno y el gasto público, se ha disparado a niveles nunca vistos. En EE UU, por ejemplo, el déficit fiscal de este año alcanzará un monto equivalente al 24% del total de la gigantesca economía estadounidense. El endeudamiento de casi todos los países también ha aumentado. La deuda más grande del mundo en relación con el tamaño de su economía la tiene Japón. EE UU es el campeón mundial en cuanto al monto absoluto de dinero que debe (20 billones —o trillions, en inglés). En los próximos años, decidir cuándo y cómo se pagarán estas deudas (¡y por quién!) detonará un importante y furibundo debate global.
4. La globalización. Esta es otra idea que antes era idealizada y ahora es demonizada. Como suele ocurrir, no era tan buena antes, ni es tan mala ahora. Para muchos, la globalización se expresa en términos del flujo de productos y dinero entre países. Para otros, su principal y más preocupante manifestación es la inmigración. En la práctica, la globalización es mucho más complicada. Incluye, por supuesto, el enorme aumento de los flujos internacionales de productos, servicios, dinero e información. Pero, también incluye las actividades de terroristas, traficantes, criminales, científicos, artistas, filántropos, activistas, deportistas y organizaciones no gubernamentales. Y, por supuesto, también a las enfermedades que ahora se mueven a gran velocidad entre continentes.
Los Gobiernos pueden obstaculizar algunas de sus manifestaciones o estimular otras. Lo que nadie puede hacer es detener por completo las múltiples formas en las que se entrelazan los países. La pandemia y sus graves secuelas económicas van a fomentar la búsqueda y adopción de políticas que amortigüen los shocks externos que periódicamente sacuden a los países. Habrá más proteccionismo. Pero las ventajas y atractivos de algunas facetas de la globalización no desaparecerán.
¿Qué tienen en común estas desprestigiadas ideas? Que las cuatro son importantes pilares del orden mundial que surgió después de la II Guerra Mundial. Si bien los cuatro pilares están dañados, es posible repararlos y mejorarlos. Este es un principalísimo reto de los años por venir.