Publicado en: Milenio
Por: Irene Vallejo
La semilla de los acuerdos necesita el terreno fértil de la conversación. Hablar es un arte que debemos practicar y perfeccionar durante toda la vida, para aprender a exponer nuestros puntos de vista sin arrogancia, con serenidad, saliendo al encuentro del otro. Y, aún más difícil, llegar a ceder tranquilamente la palabra. Lejos de las tertulias broncas que abundan en televisión, la filosofía, injustamente relegada en los programas escolares, nos enseña cómo dialogar, esa asignatura siempre pendiente.
En la antigua Roma, Cicerón, líder político y pensador, escribió: “El que entabla una conversación no debe impedir a los demás entrar en ella, como si fuera una propiedad particular suya, sino que ha de pensar que, como en todo lo demás, también en la conversación general es justo que haya turnos”. Las principales obras de Cicerón no eran ensayos concluyentes sino diálogos a varias voces en los cuales él desempeñaba solo un pequeño papel y que terminaban sin un claro vencedor. Cicerón, gran conocedor de los entresijos del poder, dirigente ambicioso y a la vez enamorado de la filosofía, pensaba que lo más importante es el propio debate de ideas, que nos ayuda a encontrar islas de concordancia entre los océanos del desacuerdo. Ahora que vivimos tiempos convulsos, necesitamos personas capaces de conversar así, más preocupadas por usar la razón que por tener razón. https://www.milenio.com/opinion/irene-vallejo/arrecife-con-sirena/conversacion