Ante el dolor de los demás – Karina Sainz Borgo

Karina Sainz Borgo: “No creo en las literaturas nacionales” - Rafael Osío Cabrices

Publicado en: ABC

Por: Karina Sainz Borgo

En la primavera de 1968 Susan Sontag visitó Vietnam del Norte mientras las tropas estadounidenses bombardeaban los campos de arroz. El mundo estaba a las puertas del Mayo francés y el agosto checoslovaco. Del ‘prohibido prohibir’ de Cohn Bendit a la invasión de la URSS y los países del Pacto de Varsovia.

Sontag tenía 35 años e intentaba comprender, a partir de sus convicciones, o incluso a pesar de ellas: «Yo respeto mis anhelos y me impaciento con ellos», De aquella expedición surgió “Viaje a Hanoi; una crónica en la que abocetó sus incertidumbres sobre lo que hace la guerra con quienes la viven y. sobre todo, con quienes la presencian. «Todas las palabras pertenecen al mismo vocabulario: lucha, bombardeo, amigo, agresor, imperialista, victoria, camarada. Me resisto al achatamiento de nuestra lengua, pero pronto me doy cuenta de que tengo que usarlo si he de decir algo útil», escribió.

La modernidad bienintencionada de Sontag, aquello de decir y hacer algo útil (el compromiso). remite a un mundo al que le tomaba más tiempo llegar al desaliento. Se mataba entonces como ahora, claro. Se mentía, por supuesto. Pero no tan velozmente. Y la invasión de la Rusia de Putin a Ucrania nos coloca, de nuevo, ante el acertijo del otro: nuestra capacidad de sentir compasión por los extraños.

Treinta años después de ‘Viaje a Hanoi’, Sontag escribió uno de sus ensayos más poderosos: ‘Ante el dolor de los demás: Había superado un cáncer. Llevaba a cuestas el Sarajevo de los noventa y el ataque a las Torres Gemelas. «Debemos permitir que las imágenes atroces nos persigan», escribió para mantener los ojos bien abiertos.

«Los ciudadanos de la modernidad, los consumidores de la violencia como espectáculo, los adeptos a la proximidad sin riesgos. Han sido instruidos para ser cínicos respecto de la posibilidad de la sinceridad». Las palabras de Sontag nos advierten, incluso hoy: las imágenes nos acompañan para recordarnos que existen. El dolor de los demás, también.

 

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