Publicado en: Prodavinci
Por: Rafael Arráiz Lucca
Hoy es el cumpleaños de la poeta venezolana Yolanda Pantin y Prodavinci ha querido rendirle homenaje publicando una interesante entrevista que le realizara Rafael Arráiz Lucca para su libro Venezuela y otras historias (1995).
¿Qué imagen le entusiasma más: la de un avión rojo en un cielo sin nubes o la de un barco blanco venciendo las olas?
Alguna vez usé la imagen de un avión cruzando un cielo sin nubes para expresar lo que suponía era una emoción contemporánea. Pensaba entonces en una novísima versión de un cuadro del pintor romántico Caspar David Friedrich, sólo que en este caso, la indiferencia ya no del cielo sino del cosmos, digo, esa fría inmensidad que a nada parece atender, está expresada en la imagen del avión atravesando el espacio como si de una tela se tratara. En esa misma ocasión, en un pequeño artículo que publique en el Diario de Caracas, contraponía a la imagen del avión, como una imagen más cercana que implica, desde luego, cierto entusiasmo y ganas de vivir, la del velero blanco que aún estando frente a mis ojos, no advertía en mi ensimismamiento. Fuera de la obviedad del lugar común, ninguna de las dos imágenes me dice nada ahora.
¿Sigue siendo la niña curiosa de Turmero que descubre los misterios del mundo?
Uno pierde con el tiempo la inocencia, ese estado de gracia que permite una relación más directa y permeable con el mundo. Los niños miran así y es esa la mirada que creo se percibe en mi primer libro, Casa o Lobo: una suerte de cuaderno familiar donde todo era llamado por su nombre. Es obvio que en aquel tiempo, tenía una relación muy especial, sagrada casi, con la escritura, Pero ha pasado el tiempo y también la vida con sus cosas… A pesar de que me siento muy cercana a ese libro y lo reconozco como mío, me resultaría muy difícil retomar ahora ese camino verbal, donde están implícitos la exaltación y el deslumbramiento. Lo único que todavía llama mi curiosidad y también mi pasión, es el hallazgo, en el proceso de la escritura, de un lenguaje, de un tono, de un modo de decir poético. Tengo mucho tiempo, desde que terminé Los bajos sentimientos que no escribo nada. Me encuentro, precisamente, en esa situación, como decía Igor Barreto, de mirar como quien escucha; es decir, prestando atención, tratando de percibir esos ritmos que, al final, están cargados de sentido. Yo me pregunto: ¿qué escucha el caraqueño hoy en día?
Cuando la Pequeña Venecia queda lejos y le preguntan por su país: ¿qué dice? ¿de qué habla? ¿qué describe?
No hablo de mi país, porque el país, en términos abstractos, no es mi experiencia. Hablo de lo que cotidianamente percibo en la ciudad de Caracas que, como usted comprenderá, no es muy agradable. Describo a Caracas como una ciudad muy difícil de vivir caótica, violenta. Una ciudad que no ofrece ninguna compensación, ni siquiera estética porque es muy fea. Digo que es una ciudad espantosa y añado que lo mejor de Caracas es poder salir de ella.
¿Tiene fe?
Siempre he pensado que mi acercamiento al mundo es religioso. Peleo siempre con Dios en mis poemas.
¿Qué lugar ocupan los otros en su vida? ¿Podría vivir totalmente sola?
Ocupan, por ejemplo, el lugar que ocupan mis hijos, que es un lugar importante. El lugar de los otros es el lugar del afecto, del amor. No, no podría vivir totalmente sola.
Supe en Lisboa que usted no quiere hablar en un idioma distinto al español, ¿por qué se niega a otras lenguas?
Me he encerrado en mi idioma de la misma manera que me he encerrado en la poesía. Cuando estábamos pequeños, en Turmero mi padre inventó un lenguaje muy cifrado que sólo nosotros podíamos entender. Se trata, ahora, de romper ese cerco. Lo que sucede es que ciertas cosas me han protegido: la poesía, la lengua materna, la poesía que solamente puede expresarse en la lengua materna. El miedo profundo que los otros me producen no me impide reconocer las limitaciones que yo misma, voluntariamente, me he impuesto. Yo siento nostalgia de las otras lenguas.
Un poeta amigo común sostiene que en la poesía de nuestra generación no hay piedad, que es fría y lúcida como la hoja de un puñal, ¿qué le parece?
He tenido oportunidad de leer, aún en otras lenguas y pese a mi dificultad, poesía de autores de países muy disímiles y distantes, y efectivamente, esa emoción contemporánea de la que hablábamos en la primera pregunta, parece expresarse bajo la forma, permítaseme la comparación, de una hoja cortante, como si la poesía fuese escrita no para amar, sino para herir. Eso mismo se expresa en las otras artes. Creo que esa crueldad, además, esa falta de amor, pasa por la exclusión del otro en el discurso, cuando el diálogo se entabla no con una persona, con un escucha o un lector, sino con la literatura misma, o con la pintura, según sea el caso: un arte hecho para el arte. Pero cosa curiosa, hablando de poesía, he observado, en el caso de algunos escritores de mi generación, escritores que alguna vez fueron feroces, el intento por alcanzar ahora no sé si la luz, pero si cierta calma, cierto sosiego. El libro inédito de María Auxiliadora Alvarez, Inmóvil, es un ejemplo de ello.
Imagine algo casi imposible: no quiere escribir más, se cansó, no le interesa la escritura, ¿qué haría con su vida?
Creo que me dedicaría a cuidar un jardín.
Fíjese en esta frase: “la literatura sin una búsqueda espiritual trascendente es un mero artificio” ¿La suscribe?
La literatura es siempre un artificio, el ejemplo más claro de ello es la llamada poesía confesional, cuando en su pretendida exposición de un yo biográfico, lo que resta es un yo construido. Construir un yo que se confiese y se exponga impúdicamente ante los demás, es una tarea muy riesgosa que solamente se atreven a emprender algunos poetas.
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Esta entrevista se publicó originalmente en Prodavinci el 10 de octubre de 2009.