Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
Días atrás, Baseball Reference registró el debut del jugador número 20.000 en las Grandes Ligas, el venezolano José Godoy. Es llamativo que en 150 años, desde 1871 hasta 2021, ningún pelotero activo haya admitido que es gay, y es imposible creer que de esos 20.000 solo 2 hayan jugado en la Gran Carpa: Glenn Burke y Billy Bean. Ambos debieron esperar el retiro para confesar su orientación sexual.
En la historia de Billy Bean hay que detenerse, para resaltar el trabajo que está haciendo desde 2014 en MLB. Una labor encomiable, extraordinaria, de «impacto en otras vidas», parafraseando a Jackie Robinson.
Bean se ha dado a la tarea de crear consciencia, sensibilizar, educar, reeducar, desmontar creencias, crianzas, tabúes, culturas. No ha sido fácil. Ha invertido horas de conversaciones, recorriendo campos de juego para hacer entender lo importante del respeto y la tolerancia a la comunidad LGBTQ+. Es parte de su trabajo como Vicepresidente de Responsabilidad Social e Inclusión, de las Grandes Ligas.
Tampoco la pasó bien. Bily Bean estuvo dos años más que Burke en las Ligas Mayores; igual que él, debió ocultarse, fingir, incluso llegó a casarse, por guardar apariencias por temor a ser discriminado, excluido. Él solo quería jugar béisbol.
Debutó en 1987 con los Tigres de Detroit, en 1989 fue cambiado a Los Dodgers, estuvo tres temporadas fuera y regresó en 1993 con los Padres de San Diego, equipo con el que se retiró en 1999. En Venezuela tuvo una buena temporada con los Navegantes del Magallanes en la zafra 1987-1988, dejó promedio de .321 en 54 desafíos, regresó con los Leones del Caracas para la campaña 1989-1990, bateó .219 en 31 cotejos. Verificamos en Pelotabinaria.com.
En un video publicado por la MLB para rendir tributo a Glenn Burke, Billy Bean recuerda su paso por la pelota invernal en Venezuela, donde un compañero le habló de él, cuando jugaron en las mayores. Entre los jugadores venezolanos que coincidieron con Glenn Burke están Víctor Davalillo (Dodgers) y Antonio Armas (Atléticos y Leones). Es una emotiva carta en la que Bean finaliza dándole gracias a Burke por lo que significaba su historia en la búsqueda por la inclusión, el respeto y la tolerancia en este tema de la comunidad LGBTQ+.
En el reportaje de Jon Schwarz, editor gerente de Yankees Magazine, publicado en MLB.com el 2 de mayo de 2016, Billy Bean cuenta episodios que vivió cuando era jugador, y que hoy motivan su trabajo en las Grandes Ligas:
«Cada atleta que alguna vez ha competido en cualquier deporte, está condicionado para escuchar una conversación homofóbica. Va a tomar un tiempo cambiar eso. Al igual que tomó un tiempo cambiar la forma en que hablamos sobre los muchachos racialmente. No sucedió en un año. No se hizo en 1948».
En 1947, ocurrió el debut del primer jugador afroamericano, Jackie Robinson, y ciertamente pasó tiempo hasta que el racismo dejó de ser un obstáculo para que un hombre llegara a las Grandes Ligas, y jugara en paz.
En 2015, en su recorrido por los campos de las Ligas Menores, Billy Bean llevó su mensaje a los prospectos de los Yankees, entre ellos Aaron Judge. En esa ocasión, el entonces Vicepresidente de Desarrollo de los Jugadores, Gary Denbo, opinó sobre el impacto de esta labor:
«Tratamos de hacer todo lo posible para ponerlos en posición de tener éxito. Eso incluye alimentarlos con la comida adecuada, tratar de crear un excelente ambiente de trabajo aquí, donde salen todos los días y tienen todo lo que necesitan para poder ir afuera y tener éxito. Parte de eso es lo que sucede fuera de las lecciones aprendidas en el béisbol, estas son grandes lecciones de vida. Esperamos que estén tomando todos este conocimiento para sus carreras en el béisbol, y eso los convertirá en mejores personas».
Continúa el artículo de Schwarz:
«No es poca cosa para Bean interpretar el papel que tiene ahora. Después de una carrera de 6 años en las Grandes Ligas, en la que estuvo principalmente en un escondite emocional, el último lugar al que esperó que lo llevara la vida, es a una misión pionera de este tipo».
La vida clandestina de Bean fue infernal para él y es parte del impulso de su trabajo diario. Destaca el reportaje:
«El secreto que guardaba lo consumía. Trató de mantener las apariencias actuando como un mujeriego, e incluso estuvo casado durante 3 años, antes de comenzar en secreto una relación seria con un hombre. Luego, el día antes de que comenzara la temporada de 1995, su pareja, Sam, a quien Bean había mantenido oculto de todos sus compañeros de equipo, hasta el punto de negarse a dejar que Sam se quedara en la casa que compartían, cuando él estaba de gira, para que nadie sospechara, falleció repentinamente por causas relacionadas con el VIH. Poco después de regresar a casa del hospital, Bean tuvo que conducir hasta el estadio de Anaheim para el último juego de exhibición de los Padres. Después de eso le dijeron que lo enviarían a Triple-A. Era demasiado para manejar, y lo que lo empeoraba era que sentía que ni siquiera podía decirle a nadie por lo que estaba pasando».
Le quedaron muchas preguntas de aquel tiempo, nunca sintió confianza para compartir su dolor, ni su verdad, con los compañeros con quienes compartía más allá del terreno de juego por temor a ser rechazado.
«Mirando hacia atrás, las preguntas sin respuesta son las que más duelen a Bean», afirmó Schwarz. Reconoce que él mismo podría haber roto el pacto del clubhouse, al pasar tanto tiempo preocupándose por si sus compañeros de equipo lo aceptarían, ¿no les estaba quitando su propia decisión al respecto? Jugadores como Brad Ausmus, Trevor Hoffman y Archi Cianfrocco fueron más que compañeros de equipo, eran grandes amigos. ¿Por qué no les dio la oportunidad de aceptarlo?
«Muchas veces, la gente me pregunta: ‘¿Si pudieras volver, ¿habrías salido (a la luz)?’ Yo digo que si volviera como la misma persona, no lo haría, porque no era sano. No tenía a nadie en mi vida que pudiera ayudarme a verme a mí mismo de una manera positiva. No fue hasta que dejé de mentir, cuando conocí a esas personas, y comencé a sentirme más y más cómodo. Pero eso también tomó tiempo. He tenido esa conversación conmigo mismo muchas veces. Todo habría cambiado. Me castigué por eso durante mucho tiempo. Siento que subestimé mi valor. Estaba ciego, literalmente, y al regresar, creo que una de las recompensas fue escuchar a los peloteros como Ausmus, Harold Reynolds o Mark Grace hablando de mí como jugador. Creo que tenía esa oscuridad sobre mí. No tenía ningún valor como ser humano, y mucho menos como jugador. Estaba tan sumido en todo esto. Rompí un matrimonio, mi esposa estaba devastada, y fue devastador para mí. Me sentía culpable por eso todos los días. Y luego le confié todo mi amor y energía a una persona, que luego murió, entonces me sentí completamente solo. Ni siquiera sé qué nivel de depresión debí tener. Vivía hacia adentro, para no hablar con nadie, para no aparecer en los entrenamientos de primavera. Miro hacia atrás y pienso: ¡eso no le puede pasar a nadie más’!»
Billy Bean tiene otra inspiración para no descansar en lo que hace. Se trata del joven Mathew Wayne Shepard, un estudiante de la Universidad de Wyoming que fue asesinado a golpes por ser gay. El crimen ocurrió en 1998 y, luego de una larga batalla política, dio origen a la aprobación de la legislación de 2009 que amplió las leyes federales de delitos de odio, para incluir la violencia cometida debido a la orientación sexual de la víctima. Bean se declaró gay en 1999, pero no había tomado la causa de la inclusión como un propósito hasta que conoció a la madre de Mathew. El testimonio que recoge el artículo de Schwarz, es conmovedor. Billy Bean recordó el día que la conoció, diez meses después de la muerte del joven:
«Ella me vio y me dijo: ‘Billy, tienes la oportunidad de cambiar la forma en que las personas actúan. Y, con suerte, ningún otro padre vivirá lo que yo he vivido’. Apenas pude contenerme. No sé si estaba abrumado por la vergüenza, atrapado por la emoción, o sintiéndome tan mal, viviendo mis verdades. Recordé que no fui al funeral de Sam (…). Pensé: ‘Aquí estaba este niño que pesaba 115 libras, tenía 20 años de edad, y tuvo el coraje de ser su mejor yo, de caminar por los pasillos, en Laramie, Wyoming. Y yo, un tipo que llegó a las Grandes Ligas, fui un cobarde, mintiendo sobre todo, tratando de complacer a la gente. ¿Quién era el héroe? ¿Quién el valiente? En ese momento, solo dije: ‘Dime ¿qué quieres que haga’?»
Lo que está haciendo Billy Bean ubica a MLB entre las grandes organizaciones deportivas que invierte tiempo y recursos en crear conciencia para la aceptación, respeto e inclusión de la comunidad LGBTQ+. El mensaje del ex jugador es escuchado por los peloteros, desde las granjas. Muchos de esos con quienes conversó Bean en los primeros años ya están en las Grandes Ligas, y son portadores de sus lecciones de aceptación e igualdad.
Desde que se celebra el Mes del Orgullo en las Mayores, los equipos han trabajado en el diseño de mercancía con los colores del arcoíris, que son los colores con los que se identifica el grupo. Los jugadores participan de las actividades, el día o la noche que se dedica específicamente a apoyar esta causa, y se difunden mensajes a la audiencia del béisbol, que es un escenario donde aún hay machismo, donde algunos sostienen visiones discriminatorias, porque así fueron educados y así educan.
En un artículo publicado en el Milwaukee Journal Sentinel, en agosto de 2015, David Denson, un jugador de 20 años de las ligas menores de los Cerveceros de Milwaukee, describió su decisión de salir primero ante sus compañeros, de quienes recibió todo el apoyo, así como de la gerencia del equipo. En 2017 anunció su retiro del béisbol, decisión que no tomó por algo relacionado a su sexualidad. Es hasta ahora el único que se ha declarado gay estando activo, aunque no llegó a las Grandes Ligas. «No lo estaba haciendo para ser valiente. Simplemente no podía ocultarlo más. Fue un gran alivio».
Es precisamente en esos ámbitos donde tiene sentido trabajar para promover los cambios que persiguen hacer una sociedad más justa, equilibrada y armónica, donde una persona no tema ser quien es, pueda trabajar sin discriminación y ser libre de decidir a quién ama, sin miedo a ser señalada.