Publicado en: Voz Pópuli
Por: Karina Sainz Borgo
La larga sombra de la pandemia siempre ha acompañado a la literatura, a veces como metáfora moral de un tiempo o como una visión apocalíptica de lo que está por llegar
La enfermedad y las plagas son tan antiguas como la capacidad del hombre para relatarlas. En la Ilíada de Homero, los griegos desafían a los sacerdotes de Apolo. En represalia, el dios manifiesta su disgusto disparando sus flechas de contagio sobre sus campamentos. La plaga dura nueve días. Aconsejados por Aquiles, los griegos sacrifican ovejas y cabras a Apolo, que hace desaparecer la peste.
Según una teoría de conspiración en línea, el autor estadounidense Dean Koontz predijo el brote de coronavirus en 1981. Su novela The Eyes of Darkness hizo referencia a un virus asesino llamado “Wuhan-400”, ciudad donde surgió el Covid-19 el pasado 31 de diciembre. Pero las similitudes terminan ahí. En aquella novela, Koontz se refería al Wuhan-400 como una enfermedad con 100% de mortalidad diseñada y elaborada en laboratorios y que había sido concebida como el arma biológica “perfecta”.
La novela del norteamericano obedecía a la receta tipo de la ciencia ficción, una historia perfecta para la adaptación cinematográfica. Fue, por supuesto, llevada a la gran pantalla. La película estadounidense Contagio, dirigida por Steven Soderbergh y protagonizada por Matt Damon, Jude Law, Kate Winslet, Marion Cotillard y Gwyneth Paltrow estaba basada en la ficción de Koont. La acción del largometraje transcurre en medio de una pandemia global que salta de animales a humanos y se propaga arbitrariamente en todo el mundo.
La larga sombra de la pandemia siempre ha acompañado a la literatura, a veces como metáfora moral de un tiempo o como una visión apocalíptica de lo que está por llegar. Lo hicieron Bocaccio, Albert Camus o Curzio Malaparte. Porque no hay nada que entretenga más al ser humano que fantasear con el fin de la especie o la llegada del fin del mundo, prueba de ello es el advenimiento de zombies cual plaga cinematográfica hace unos años.
Durante la década de los años cincuenta proliferaron autores y novelas como Soy leyenda (1954), de Richard Matheson. Ambientada en los entonces futuribles años setenta, esta novela narra la historia de Robert Neville, un hombre que ha sobrevivido a una epidemia que propagó una bacteria capaz de convertir a toda la civilización en vampiros. Vive aislado en su casa, repitiendo día tras día la misma rutina de supervivencia. Hasta que decide estudiar por sí mismo cómo se comporta la bacteria: unos son sólo portadores; del otro lado están los otros, los vampiros. En medio de esta historia de apocalipsis, Neville conocerá a una mujer infectada que trastocará por completo -y para mal- la vida de Nelville.
La ficción literaria ha dedicado páginas a la enfermedad como fotografía de la sociedad, para muestra El amor en los tiempos del cólera (1985), de Gabriel García Márquez. Sufre Florentino Ariza por amor, y es tal y tan hondo su malestar que hay quienes confunden los síntomas de su enamoramiento con los del cólera. Ariza, el hombre capaz de esperar 51 años 9 meses y 4 días al que considera es el amor de su vida, Fermina Daza. El amor en los tiempos del cólera, una historia se desarrolla a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en Cartagena de Indias; en tiempos que reina la penuria y varias guerras civiles azotan al país a la vez que a las ciudades costeras llega la epidemia del cólera.
Publicada en 2001, El cazador de sueños (2001) le permitió a Stephen King reponerse de un aparatoso accidente del coche, uno muy parecido al que sufre el profesor de historia Jonesy, uno de los protagonistas del libro. En la trama de El cazador de sueños, Jonesy descubre en un bosque a un hombre que se queja de fuertes dolores de estómago.Se lo han ocasionado unas frambuesas, asegura. Jonesy percibe en el cuello del hombre un moho rojo que demuestra dispepsia. Los mismos síntomas comienza a repetirse en animales. Todos están infectados con un virus que los científicos del ejército The Ripley. Ese será solo el comienzo de una invasión extraterrestre que amenaza a la especie humana.
La peste escarlata (1912), de Jack London, es un clásico memorable sobre la fragilidad de la civilización y hay quienes aseguran que con ella, Jack London inauguró el género de novela catástrofe. Todo ocurre en el que para entonces a Jack London le parecía un remoto y lejano 2013. En las principales ciudades de la tierra estalla una peste fulminante que se propaga con rapidez hasta el último rincón habitado. No hay para ella antídotos conocidos; en cuestión de días, el vano éxodo de los pobladores vacía las ciudades, devastadas por el pillaje, los incendios y la violencia. Con el paso del tiempo, unos pocos supervivientes van formando pequeñas comunidades mientras a su alrededor una vegetación asilvestrada, sin control, ahoga las zonas antes cultivadas, y los animales domésticos, con garras y dientes, tratan de asegurarse un lugar en el nuevo orden zoológico. Sesenta años después de la tragedia, el último superviviente de la peste intenta al final de su vida transmitir algo de experiencia y sabiduría a sus nietos casi salvajes, evocando un mundo que ya nadie sabe que ha perdido.
En 1926, Virginia Woolf publicó Estar enfermo. No hay ni una pisca de ciencia ficción del tipo que hemos descrito hasta ahora, al contrario, es la pura vida imponiéndose en una reflexión sobre su fragilidad. La enfermedad, tema primordial en la existencia de Virginia Woolf, le persiguió implacablemente. Los colapsos, desmayos e intentos de suicidio se remontan a la muerte de su madre, cuando ella contaba trece años y poco después a la de su hermana Stella. Titulado On being ill, este ensayo en el que se mezclan la autobiografía y el análisis literario, fue publicado en 1926 en The Criterium, una revista dirigida por de T. S. Eliot.
La peste (1947), de Albert Camus, es por antonomasia, la novela que se escoge para identificar el existencialismo. En sus páginas, narra la historia de una epidemia que azota a la ciudad argelina de Orán, en la que unos doctores que descubren el sentido de la solidaridad en su labor humanitaria en. Médicos, turistas, fugitivos experimentan el miedo y la compasión. Se piensa que la obra está basada en la epidemia de cólera que sufrió la misma ciudad de Orán durante 1849 tras la colonización francesa, a pesar de estar ambientada en el siglo XX. También el escritor italiano Curzio Malaparte describió en La piel (continuación de Kaputt) echó mano de la peste como metáfora de la actitud de la sociedad italiana ante la llegada de los aliados tras el fin de la segunda guerra mundial.