Por: Mari Montes
José, te fuiste con los Reyes por algún caminito de nubes y nos dejaste un regalo sin saberlo: montones de anécdotas tuyas regadas por todas partes, que nos hacen sonreír.
Escogiste una tarde fresca y de cielo azulito para irte, y aquí nos quedamos tus amigos, hablando de ti, recordándote, porque si algo supiste hacer fue dejar cariño sembrado por donde anduviste, contando hazañas deportivas y estimulando a todos con tu optimismo y palabra confortante.
Pues si vieras todo lo que se ha dicho de ti.
Para quienes te conocimos fue muy fácil quererte. Para tus compañeros fue muy rico disfrutarte y aprender de ti, para tu alumnos recibir tus conocimientos, pero qué bueno sería si fuese posible que vieras tu amorosa cosecha en la audiencia que por años te siguió en RCTV y más tarde en Meridiano, en RCR, en Radio Capital, entre los lectores de tus artículos.
Se inundaron las redes de palabras amables para ti, de recuerdos gratos, de momentos inolvidables, como cuando levantaste la mano al Papa Juan Pablo II en el estadio Olímpico, y él riéndose con tu emoción, porque lo exhibías como sí había ganado un título de boxeo.
Comentabas que casi te ordenas sacerdote pero que se te cruzó María Teresa en la Escuela de Comunicación Social de la UCV y te enamoraste. Igual dedicaste tu vida a llevar la palabra de Dios a todos, para confortarnos.
No nos dabas sermones, echabas cuentos y nos quedábamos maravillados escuchándote, siempre con una ocurrencia y una lección.
En los pasillos de Radio Capital era gracioso ver tus “peleas” con don Adolfo Martínez Alcalá cuando el tema eran sus Navegantes o tus Leones.
Decías que un periodista podía tener simpatía por un equipo, pero antipatía por ninguno. Y así eras tú, tratabas con respeto a los jugadores sin importar su uniforme, les inventabas sobrenombres. A Wilson Álvarez le pusiste “El Intocable” después de que le dio No Hit No Run a los Orioles. A Freddy García lo bautizaste “Torpedo” por la velocidad de sus pitcheos y porque era de la “Nave turca”. A Francisco Rodríguez le pusiste “El Kid”. Al final se quedaron con esos apodos. Los inventabas con ingenio, respeto y humor.
Recomendabas averiguar todos los detalles de la vida de los jugadores antes de entrevistarlos, para sorprenderlos con una pregunta inesperada.
Valorabas la responsabilidad, la puntualidad y la humildad. “No hay que dejarse encandilar por las luces del estudio”. Esa es una frase tuya que te vimos poner en práctica.
Tus alumnos también han compartido lecciones que aprendieron contigo, agradecen tu orientación generosa.
Y es especial lo que ha ocurrido desde que se supo que te fuiste, porque hay tristeza por tu ausencia definitiva, pero a ti no hay como no recordarte sino con alegría.
Y es que tú perteneces José, a la Venezuela amable y bonita que extrañamos, la de aquellos años en los que aparecías en la pantalla de RCTV narrando los deportes con una sonrisa contagiosa, iniciando tu segmento incluyéndonos entre tus “deportivísimos amigos” para despedirnos diciendo “¡A sacarla de jonrón!” Era una rutina que cerraba “El Obervador”, y el recuerdo es de todos sonriendo en el estudio por alguna salida tuya mientras sonaba la música que por años identificó el espacio informativo.
Tú eres parte de nuestros recuerdos felices. Contigo el país beisbolero acompañó a Galarraga a ganar su título de bateo en 1993 y tuvo fe en tu titular en Meridiano cuando enfermó de cáncer en 1999: TRANQUILOS, TIENE 7 VIDAS.
Por donde pasabas se te acercaban a saludarte, a tomarse una foto contigo, a preguntarte el resultado de un juego, y dependiendo, celebrar una victoria del Caracas o “chalequearte” porque ganó Magallanes.
Sé que recibiste mucho cariño, el que te ganaste con tu vida noble y ejemplar, pero si pudieras leer todo lo que te han escrito, sabrías que tu juego terminó con una gran celebración en el home, porque fuiste un campeón y la despedida ha sido como para quien dio un jonrón con las bases llenas, el estadio está de pie, aplaudiéndote.
Lea también: “Musulungo“, de Mari Montes