Por: Andreina Mujica
El miércoles es tan atravesado como lo mientan. Se le alude todo tipo de cosas, hay quienes casi no soportan que a la semana le quede la mitad, y otros no pueden creer que apenas estemos ante esa mitad.
Confieso haber esperado este miércoles con cierta ansiedad, también he de confersar mi admiración por Joaquin Phoenix; Llevo un par de décadas siguiéndolo, mi recuerdo más nítido está en “Quills” de Philip Kaufman, El Abad Coulmier, como si el Marques de Sade se hubiese apoderado de su alma, este sacerdote hace que todos y todas quieran cometer, por lo menos, un par de pecados.
Así que continua mi miércoles y ante el fallo de una cita laboral, saque un Joker y lo jugué. Función repleta de matinée en Paris! y es miércoles… pero también otoño, lo cual se traduce en esa estación bipolar, donde si o sí te enfermas! De un momento a otro puedes morir sofocado o bien puede no parar de llover, eso si, de abajo hacia arriba , así que poco importan los paraguas.
Había que jugar con el tiempo, y el póker de la vida a veces te lleva a zonas… o salas oscuras.
Pude sentarme justo donde me gusta, una esquina en la mitad de la sala, para que apareciera Arthur Fleck cubriendo la pantalla en su totalidad, como si esto ya no te atrapa en un ambiente denso, comienza un aroma ácido a rodear mi propio entorno.
Ese aroma que podía percibir en la sala del apartamento de Arthur Fleck, guardado, con ropa sucia mezclada con olor a jabón barato, todo entre la pantalla y la sala.
No hay forma de no sentir empatía por Arthur, tan maltratado por una sociedad hipócrita, como tantos otros olvidados en plena calle, pueden ser grandes o pequeñas capitales, puede ser incluso la periferia o un pueblo donde la indiferencia mata más que el hambre o las guerras. En este caso este rehén del destino, con esa risa sin control, que desfigura el carácter, no digo yo de un payaso, cual tip nervioso, es una condición médica, que en el caso de Arthur se ve agravada por los peores maltratos que puedes tener en la vida, los de la infancia.
En estas dos horas de oscuridad y brillo, no habrá buenos ni malos, este es un lienzo grueso de la sociedad del espectáculo fácil, es un espejo que nos bofetea, hay que cuidarse hasta de los besos, en este caso, no son tan románticos; aunque hay amor porque hay desamor, y hay ternura porque habrá crueldad, en dosis para nada moderadas.
Sin embargo Arthur no decide convertirse en Joker, eso ocurre por el exceso de crueldad que se presentan con frecuencia en algunos talk show. La competencia es desleal, se lucha por ser de los malos, el peor. “Mientras más divertido quieres parecer, menos consideración con los otros habrás de tener”, exponer al ridículo se ha vuelto un requisito para tener seguidores en redes, aunque estemos siendo testigos de la caída social en la gran telaraña que teje la red: la estupidez de hacerse el chistoso sin ser el Joker de la película.
El tiempo transcurre sin que uno lo sienta.
Ha pasado una hora, ese olor vuelve a la sala, o tal vez estaba retenido en un suéter inmóvil, no lo sé. Arthur comienza a desaparecer para dar luz al verdadero protagonista, a la genialidad creada por DC Comics, ya el maquillaje se ha hace parte de su propia piel y esa misericordia de la que hizo gala en la primera hora, ha desaparecido, tal vez un ultimo gesto en el límite de la ternura y el horror, de cierta manera, lo tiene con su madre.
Dicen que el violin es el instrumento que más se acerca al llanto de un niño, la compositora irlandesa Hildur Guðnadóttir lo sabe y lo integra al cuerpo del Arthur, en cuestión de minutos logra que el perfume ácido de alguno de los sujetos en la sala sea parte importante de los bailes, ese movimiento sinuoso, donde Phoneix expande y contrae el cuerpo como si el esqueleto fuese un armadillo donde hay conocimiento de cada vertebra, a veces parece deformarse, pero tampoco se conforma con ello, es ciertamente un dibujo, a trazos es un cómic inolvidable.
Entre luces aparece la lupa de un osado.
Lawrence Sher es el mismo director de fotografía de « Hangover ». Si, y nada tendrá que ver con el lenguaje que presenta Joker, parece increíble el ambiente que logra un conocedor de la expresión a través del lente, esto junto al uso de distintos objetivos permiten que sean los ojos de Phoniex quienes transmitan dolor, odio, o bien una locura infinita.
De cierta forma, la noche entre los callejones oscuros de cualquier gran ciudad hacen de la ciudad otro personaje, uno que creemos conocer, por donde hemos caminado y donde también se siente un tercer ojo, alguien que nos observa como presas y no como gente.
Esos planos generales de Gotham City, mezcla sucia de Chicago y New York, nos remiten a la fragilidad de sus habitantes, perdidos entre rascacielos y frustraciones.
No busque un típico film de comics, este JOKER es una crítica sustentada en la sociedad actual, que podemos leer en la superficialidad de las redes sociales, hacerte influencer a costa de la humillación de otros, en apariencia, más débiles, pero como el aroma anónimo de la sala, se puede encontrar sentado justo detrás de ti, no es necesario que lo notes para que este vivo.