Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
Una de las distracciones de estos días de cuarentena ha sido hacer diversas alienaciones y listas de equipos y jugadores históricos.
En las listas de los shortstops de todos los tiempos, Honus Wagner “El Holandés Volador”, debe estar en el tope.
Así lo describía el legendario manager John McGraw, respondiendo quien fue el mejor
de la historia: “Nombré a Wagner primero en mi lista, no solo porque era un gran campeón de bateo y corredor, y también el principal campocorto del béisbol, sino porque Honus podría haber sido el primero en cualquier otra posición, con la posible excepción del lanzador. En toda mi carrera, nunca vi un jugador tan versátil «. (Fuente: The Sporting News, edición del 6 de diciembre de 1955).
Hay quienes insisten en que el shortstop es una posición defensiva y que siendo así, Ozzie Smith, Omar Vizquel o Luis Aparicio deberían ser los más valorados, otros mencionan a Derek Jeter, Luke Appling o Phil Rizzuto, recuerdan a David Concepción y también a Cal Ripken jr, pero lo cierto es que lo que hizo Honus Wagner en su tiempo, fue tan importante que le valió entrar en la primera clase del Salón de la Fama de Cooperstown, lo que lo convirtió en el primer gran torpedero de la historia.
Además de los números, hay literatura que prueba que fue un shortstop más que solvente. Según el investigador de la Society for American Baseball Research, Jan Finkel, “Honus Wagner también era un espectáculo en el campo. Sus enormes manos hacían difícil saber si estaba usando un guante. El guante que parecía demasiado pequeño para su mano, él lo hizo aún más pequeño cortando un agujero en la palma y sacando gran parte del relleno. Eso le dio una mejor sensación y movilidad de la mano, razonable, dado el guante en forma de panqueca que usaba. Rápido de pies y de buenos reflejos, cubrió el lado izquierdo del cuadro interior, llegándole a pelotas que otros torpederos no habrían alcanzado, y dejando fuera a los corredores con su poderoso brazo”.
Como bateador, destaca su promedio de más de .300 por diecisiete temporadas (quince consecutivas sobre esa marca), ocho veces campeón de bateo, tres mil cuatrocientos quince hits, cinco veces líder en robos de base y uno de los hombres que más carreras ha anotado en la Gran Carpa: mil setecientas treinta y nueve, desde 1897 hasta 1917.
Hábil para robar bases, aunque no parecía rápido, estafó setecientos veintitrés. Su velocidad fue la característica que le dio el apodo de «El holandés volador». Sumó seiscientos cuarenta y tres dobles y doscientos cincuenta y dos triples.
Si contamos su historia desde los indiscutibles números, encontramos todas las razones para mencionarlo cada vez que se presente una discusión sobre quién es el mejor campocorto de todos los tiempos.
Adicional a la leyenda que construyó desde los diamantes, para las nuevas generaciones y ya ni tan nuevas, Honus Wagner es el pelotero de la barajita más cara de mundo. El célebre cartón en perfectas condiciones por la que un millonario coleccionista pagó en 2016, tres millones ciento veinte mil dólares a través de Goldin Auctions. El comprador quiso reservar su nombre.
Se dice que hay en existencia unas sesenta “postalitas” (como dicen los cubanos), sesenta tarjetas que los coleccionistas veneran. Ya antes, en 1996, se había subastado una en ochocientos cincuenta mil dólares, en 2011 una religiosa de un convento de Baltimore, quien heredó otra de su hermano, la subastó en doscientos noventa y dos mil dólares a beneficio de obras de caridad de las “Hermanas de Notredame” , orden de la hermana Virginia Muller, la heredera y en 2007, en otra subasta, otro coleccionista anónimo pagó dos millones trescientos mil dólares.
Dependiendo de las condiciones de la barajita, es posible que sigamos leyendo que “Honus Wagner” fue vendido, otra vez, por un montón de dólares. No deja de ser irónico, porque Wagner percibió ciento treinta y ocho mil quinientos dólares de salario en veintiún temporadas en las Ligas Mayores.
La fascinación por la “T206” viene no sólo porque se trata de uno de los hombres más legendarios del béisbol, sino por todo lo que rodea la anécdota y que le dio ese carácter de joya codiciada.
La fábrica de cigarrillos American Tobacco Company hizo una edición especial en la que incluyeron cromos de 500 jugadores de las mayores y también de las menores. La edición fue Sweet Caporal Cigarrettes. Cuando Wagner, quien en ese 1909 era la gran estrella del bateo de la Gran Carpa, supo que su imagen estaba sirviendo para que los niños compraran cigarrillos, atraídos por su héroe del beisbol, amenazó a la compañía con una demanda, los obligó a retirar su imagen y a recoger y destruir las cajetillas que estaban en venta.
Solo quienes habían comprado los cigarrillos con la barajita de Wagner, se quedaron con una rareza, y quienes las pudieron conservar en perfectas condiciones, conservan un tesoro.