Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
“El béisbol es un universo tan grande como la vida misma y, por lo tanto, como todas las cosas en la vida, ya sean buenas o malas, trágicas o cómicas, caen dentro de su dominio.”
Paul Auster.
Hace dos semanas estábamos del otro lado de la reja.
La reja de acceso de transporte del Roger Dean Chevrolet Stadium en las instalaciones de los Cardenales de San Luis, en Jupiter, Florida, se convirtió en una postal de lo incierto. Veíamos pasar a los negociadores de ambos lados: las Grandes Ligas y la Asociación de Jugadores. Expectantes por la respuesta que deseábamos todos: hay un acuerdo.
Estuvimos varios días en la acera. Llevamos sillas para esperar sentados y la Asociación de Jugadores dispuso un espacio en un edificio de oficinas, donde podíamos escribir, comer, hidratarnos y usar un baño, justo al frente. Ahí estábamos hasta el final de las jornadas. Salía un oficial de MLB con una versión de lo ocurrido y a los minutos el vocero de los jugadores contaba su historia.
Esa no era la única reja, también estaba la del estacionamiento donde los jugadores estacionaban sus autos.
El Porsche de Max Scherzer, que hizo famoso un tuit de AP, era uno de los indicadores de la hora de inicio y final de las reuniones. En esa reja había fanáticos pendientes de ver a los peloteros que estaban en la negociación, aguardándolos para lograr un autógrafo y decirles que estaban con ellos, que querían ver béisbol. Era un momento que los beisbolistas aprovechaban para explicarles por qué estaban negociando: “Es por los que vienen atrás”, se escuchó decir a Scherzer. Los fanáticos daban aviso. Cuando se arremolinaban era porque los jugadores estaban saliendo y había que correr de una reja a la otra.
Otros fanáticos estuvieron todo el tiempo al lado de nosotros, con sus propias sillas, a la espera de la misma información. Conmovía. Hubo un joven, Noah, que llegaba en la mañana y estuvo ahí hasta el final, mirando hacia la reja, conversando, compartiendo.
Un día nos fuimos de madrugada. Fueron horas agobiantes. La espera cansa. Voy a recordar ese día por el extrainning, hacía frío y yo no tenía un abrigo. No imaginé que estaríamos allí más allá de las 6 de la tarde, como el día anterior. La temperatura bajó a 16 grados y llegaron los mosquitos, pero eso apenas fue parte de la escenografía y efectos especiales. Lo verdaderamente importante ocurría adentro. Veíamos a los negociadores de MLB pasar de un lado al otro con carpetas con propuestas. Hubo reuniones de varias horas y otras que no se pueden llamar así, duraban tan pocos minutos que nos hizo suponer que solo entregaban la carpeta.
Para sumar un toque al suspenso, Derek Jeter renunció a seguir como CEO de los Marlins y también se deshizo de sus acciones del equipo.
Entre medianoche y casi las 3 de la mañana los vimos pasar unas 8 veces. Supongo que era parte de la estrategia hacer esa cantidad de planteamientos casi de manera frenética, a esas horas, con tanto por leer y analizar. Esa fue una de las razones para que la Asociación de Peloteros diera por terminada la reunión. No era posible analizar lo planteado luego de 16 horas discutiendo. Luego de escuchar a los voceros de ambos grupos, nos fuimos a dormir un poco pesimistas.
De vuelta en la mañana, de nuevo en la reja, con la silla de playa y la botella de agua, comenzó la espera del “humo blanco”, como si Jupiter era el Vaticano. Se habló de avances y acercamientos, pero en la tarde el propio comisionado Rob Manfred informó que no se había llegado a un acuerdo en la fecha límite que MLB impuso y la suspensión de las dos primeras series de la temporada regular. Dijo que esos juegos no se reprogramarían y no habría pago.
Mientras Manfred declaraba desde un podio dispuesto para él, los fanáticos que habían estado esos días en las afueras del Roger Dean Chevrolet Stadium observaban detrás de una cerca de barrotes desde donde podían verlo. Exhibían sus letreros pidiendo el fin del paro, la vuelta del béisbol. En sus caras había decepción y angustia.
Minutos más tarde, desde un hotel de Jupiter, Andrew Miller, Tony Clark, Bruce Meyer y Max Scherzer dieron sus puntos de vista en una rueda de prensa. Dijo Clark: «Hoy es un día triste, como ex jugador y como fanático, es un día triste para este deporte».
Las discusiones pararon. Se anunció que seguirían buscando un acuerdo en Nueva York, donde tienen sede MLB y la Asociación de Jugadores de las Grandes Ligas. Aunque ambos coincidieron en que hubo avances, el nuevo convenio laboral parecía estar muy lejos.
Luego de un par de días se reanudaron las conversaciones, y de los atuendos tropicales pasaron a los abrigos. Ya no había reja, ahora era la fachada de la planta baja del edificio en Park Avenue donde están las oficinas de MLB en Manhattan.
Quienes no estábamos ahí teníamos notificaciones en Twitter para Jeff Passan, Ken Rosenthal, Jon Heyman, Jon Morisi, Marly Rivera, Jayson Stark, The Athletic, actualizando a cada rato por si había algo nuevo.
Todos quienes teníamos una fuente estábamos pendientes de dar esa noticia. Nadie sabe quién lo escribe primero, no hay tiempo de eso, no es lo que importa, pero siempre se reconoce a quien da la primicia. Entre los escritores de béisbol de MLB es algo que se respeta ceremoniosamente. A los segundos de la publicación, el periodista Jeff Passan confirmó lo dicho por el director de El Extrabase; el acuerdo ponía fin al paro patronal después de 99 días.
Confieso que mi alegría fue doble, porque el béisbol estaba de vuelta y porque el primero en informarlo fue Daniel, mi hijo mayor y compañero de trabajo.
Cuando abrieron los campos, estábamos ahí otra vez para ver a los jugadores en sus prácticas, escuchar los sonidos de los pasos con los ganchos sobre la tierra, los batazos y las capturas de las pelotas, los sonidos del béisbol en primavera, los saludos, las risas, la alegría del reencuentro, la llegada de los nuevos. Siempre lo comparo con el primer día de clases, así se siente. Emociona.
La voz de “Play Ball” fue para la apertura de los campos y para las ofertas por los agentes libres. Figuras estelares como Freddie Freeman cambiaron de hogar, firmó con los Dodgers; Carlos Correa estará en Minnesota; Zack Greinke vuelve a Kansas City,; Jorge Soler viene a Miami; Clayton Kershaw se queda en Los Ángeles; entre otros movimientos. En estos días también se juega béisbol en las oficinas.
Las redes se inundaron de fotos y videos. Los reporteros desde todos los campos de entrenamientos comenzaron a informar sobre el inicio de la pretemporada. La llegada de las estrellas.
Nosotros volvimos a tener acceso para hacer entrevistas en los clubhouses, algo que llegamos a pensar no sucedería tan pronto. Hay que estar vacunados y con tapabocas, como medida de prevención, pero se siente el regreso de la normalidad, que ahora incluye estaciones de desinfectante para las manos en todas partes.
Volvimos a Jupiter, pero la reja ya no significa nada más que el recuerdo de esos días intensos. Ahora los fanáticos plenan las tribunas, los que se paran por los lados de los estacionamientos ya no llevan pancartas sino barajitas, pelotas y jerseys a la espera de autógrafos. Comenzaron los juegos de exhibición y se ha vuelto a escuchar “Take me out to the ballgame” en el séptimo inning para animar al equipo de casa. Por las calles de Jupiter, días atrás tan solitarias, desfilan los fanáticos de los Cardenales de San Luis y los Marlins. Los bares, restaurantes y hoteles están llenos de visitantes. El empleo, la economía que mueve el béisbol en esos pueblos y ciudades donde se juega en primavera es importante. Hay mucha gente aliviada y contenta.
Vale esta situación que vive el mundo en este momento, para recordar la historia. En 1942, un mes después del ataque a Pearl Harbor, el comisionado del Béisbol de Grandes Ligas, Keneseaw Landis, envió una comunicación al presidente Franklin Delano Roosevelt para consultarle si debía haber temporada de béisbol, tomando en cuenta la cercanía de los entrenamientos primaverales.
El 15 de enero, casi de inmediato, Landis recibió respuesta desde Washington, DC. Esa carta es conocida en la historia como «Luz Verde”, dice así: «Este es mi punto de vista personal, no es oficial. La decisión la tomarán ustedes y los dueños de los equipos. Sinceramente, creo que sería lo mejor para el país mantener el béisbol. Habría menos gente desempleada y para los trabajadores sería una recreación necesaria. Sería bueno que jugaran de noche para que puedan ir quienes trabajan. Millones de ciudadanos verán el béisbol y ya eso es una ventaja, que a mi juicio, vale la pena».
Para los fanáticos del béisbol el conflicto quedó atrás; todos están de vuelta “al viejo juego de pelota”.
¿Extrañan ver a Shohei Ohtani, Vladimir Guerrero, Juan Soto, Ronald Acuña Jr. o Bryce Harper? Prepárense para verlos. ¿Veremos a Albert Pujols llegar a 700 jonrones? ¿Ansiosos por ver a Miguel Cabrera conectar el hit 3 mil? Pónganse cómodos que todo está por comenzar, no hay rejas.
“No me hablen del mundo. No hoy. Es primavera y los chicos tratan de pegarle a las curvas”. Pete Hamill.