Publicado en: Ideas de Babel
Por: Antonio LLerandi
Miami es una ciudad de EEUU, como todos sabemos, quizás la más ligada hace décadas a nuestro país.En una época era la meta de los ‘Ta barato, dame dos’ de la llamada Venezuela Saudita. Hoy en día es asiento de centenares de miles de venezolanos que la han convertido en su hogar, muchos permanentemente, otros pensando en una provisionalidad atenta y pendiente del terrible acontecer nacional.
Es notorio sentir la presencia de Venezuela en la cotidianidad miamense. Mercados con artículos usuales de la venezolanidad, proliferación de areperas, infinidad de negocios de y para los venezolanos, empresas de envíos a una Venezuela ávida de ayudas, urbanizaciones enteras donde los nacionales se han adueñado de los espacios, en fin, dondequiera que deambulemos reconocemos ese español criollo absolutamente indiscutible.
Como nuestra historia nacional se está pareciendo a la de Cuba, la estamos de alguna forma repitiendo en el sur de la Florida. Doral es venezolana como Hialeah es cubana. El tequeño, la empanada y la cachapa se han instalado en múltiples espacios, como lo fueron en su momento las masitas de puerco o el congrí o el café cubano.
Florida siempre ha sido una amalgama de gente. En un pasado era, como lo mencionaban algunos norteamericanos de otros estados, ‘la antesala de Dios’, pues todos los jubilados de EEUU venían a Florida a apacentar sus últimos días. A partir de Cuba y su tragedia, Miami cambió. En un principio dejó de ser sólo ese hogar de ancianos lleno de everglades y cocodrilos y empezó a convertirse en metrópolis. Y con el transcurso de las décadas se convirtió de alguna forma en la capital de Latinoamérica. Argentinos, brasileños, colombianos, centroamericanos, la fueron poblando y de alguna forma se convirtió en quizás la única ciudad de EEUU donde el inglés es un valor agregado pero no necesario. La anécdota de la norteamericana invitada a irse de un Taco Bell en Hialeah porque allí “nadie hablaba inglés”, es una muestra significativa de lo que el español significa en este territorio.
Alguien la definió como “la única ciudad latinoamericana desde la cual se puede ir a EEUU por carretera y sin aduana”. Pero no sólo eso, el periodista Caparros en un acertado reportaje, dijo que Miami no es la capital de Latinoamérica, sino el capital de Latinoamérica. Toda la región, temerosa de los frecuentes cambios de nuestras economías, han tendido a resguardar sus capitales en Miami. Eso ha logrado incrementar notablemente no sólo el valor comercial del estado sino su poder económico. Algunas veces para mal, Miami se ha convertido en la séptima ciudad más cara de EEUU.
Pero hay algo que recientemente está cambiando en Miami (casi siempre para bien) y hay que reconocer que se debe fundamentalmente a la presencia venezolana. Y es la cultura. No es que antes no la hubiese, sino que era escasa. Miami era una ciudad de turismo, playa y compras. Pero en los últimos tiempos, ese éxodo venezolano ha estado intentando rescatar lo más valioso de nuestra cultura y trasplantarlo —con todo lo difícil que esto pueda ser— a Miami.
Un buen ejemplo de lo que acabo de decir es el Colony Theater de Miami Beach, en la emblemática Lincoln Road. Allí, bajo la dirección artística de nuestro Michel Hausmann, se han venido presentando una serie de espectáculos en español cuando era fundamentalmente un sitio de manifestaciones en inglés y hoy en día se mueve entre las dos aguas idiomáticas. Tres presentaciones continuadas lo demuestran. Viva la Parranda con Betsaida Machado y sus amigos y compañeros de la población de El Clavo en el estado Miranda, bajo la dirección de Juan Souki, donde un típico sancocho era el pretexto para que todos asistiéramos al teatro y al final se nos brindaba ese humeante y delicioso plato criollo después de escuchar sus maravillosas y cotidianas historias. Después César Miguel Rondón con las actuaciones de El Pollo Brito y Lena Burke y la dirección musical de Héctor Molina (del famoso grupo C4 Trío) nos brindó un gozoso espectáculo de la historia de una pareja a partir de nuestros latinoamericanos y apasionados boleros, amén de que antes Mariaca Semprún y Leonardo Padrón nos habían cautivado con su espectáculo sobre la Piaf.
Pero la guinda de la torta nos lo ha brindado Michel Hausmann dirigiendo un espectáculo teatral de dos horas continuas, Gente Ociosa, expropiación del Tio Vania de Anton Chejov por Karin Valecillos, como muy bien lo resaltan en el folleto promocional.
Ocho extraordinarios actores venezolanos (Luigi Sciamanna, Basilio Álvarez, Tania Sarabia, Javier Vidal, Vicente Peña, Elba Escobar, Eloísa Maturén y María Corina Ramírez) encarnan (y jamás un verbo ha sido más descriptivo) a esos personajes ubicados en una Venezuela ‘revolucionaria’, con una magistral reescritura de Karin Valecillos, donde, absolutamente inspirada en el Tio Vania original, lo trasplanta con una inteligencia única y lo convierte en una pieza de absoluta vigencia. Hausmann lo dirige sólidamente y amalgama un teatro de una esencia vital. Es en todos los sentidos un trabajo total. Un disfrute pleno.
Y ese es el gran cambio, que los venezolanos le estamos aportando a Miami, la cultura. La presencia venezolana se está manifestando y de forma contundente, no solo en el Colony Teatro, sino en otros espacios como el Paseo Wynwood, la creación de la orquesta Bolívar Phil con más de cien músicos producto de nuestro Sistema de Orquestas, la Miami Symphony Orchestra (MiSO) de Eduardo Marturet, amén de múltiples galerías y presencia pictórica; la infinidad de músicos, actores y creadores en general, sumamente talentosos que andan día a día inventando como hacer notoria su presencia, sus ganas y su capacidad en esta tierra que hemos estado adoptando como una parte de nuestro territorio.
Hoy en día nuestra presencia en Miami se ha asentado sobre estas premisas y espero que el estado de Florida y la cultura en general nos lo agradezcan. Y no deja de ser una gran ventaja que en Miami como neo-metrópolis que es, aún hay muchas cosas por hacer.