Eliana Cuevas y Aquiles Báez: El curruchá resuena desde Canadá – Gerardo Guarache Ocque

Eliana Cuevas y Aquiles Báez: El curruchá resuena desde Canadá - Gerardo Guarache Ocque

Publicado en: Guataca

Por: Gerardo Guarache Ocque

No deja de ser paradójico. Que ocurra siempre, o casi siempre, no le resta contradicción al hecho de que mientras más lejos se está de la tierra natal, más resuenan en uno sus ecos, sus esencias, su cultura. Más clara se percibe la enorme importancia de ciertos saberes y tradiciones; y en el caso que nos ocupa, de canciones como las que grabó el dueto conformado por Eliana Cuevas y Aquiles Báez.

El curruchá (2021) no pretende una antología de composiciones venezolanas, pero sí reúne algunas de las piezas más recordadas del cancionero nacional, interpretadas desde una voz que exhibe sofisticación y elegancia, más el desparpajo y el sabor que requiere la música de raíz tradicional, todo en sus justas proporciones. El canto de Eliana transmite venezolanidad, pero de él también brota lo mejor de cada ambiente que ha frecuentado: el bossa nova, el jazz, el world music, todo a lo que ha sido expuesta en una ciudad tan multicultural como Toronto.

Eliana Cuevas y Aquiles Báez: El curruchá resuena desde Canadá - Gerardo Guarache OcqueEl canto de la artista caraqueña, que vive en Canadá desde 1997, no podía conseguir mejor abrigo que la guitarra de Aquiles Báez, un instrumentista de estricta formación académica que desde hace más de 40 años, e incluso durante la época en la que vivió en Nueva York, no ha dejado de escudriñar lo más autóctono para cultivarlo, exaltarlo, barnizarlo para que el gran público lo aprecie.

Nunca bastarán versiones de Acidito, el delicioso merengue de Adelis Fréitez que ha pasado por muchas voces y que quizá no haya mejor manera de interpretarlo que así, desnudo, a pura guitarra y voz, a puro sentimiento y tumbao asincopado. Con esa melodía comienza un recorrido que incluye dos temas muy conocidos de Otilio Galíndez, Caramba y Flor de mayo, y tres de Simón Díaz, la Tonada del cabestrero, Mi querencia y la pieza venezolana más versionada de la historia: Caballo viejo.

La presencia de temas muy populares obedece a la necesidad de Cuevas de insertar ingredientes venezolanos en la vibrante escena cultural que en la que se mueve. Procurar colar entre el jazz, el world music, las músicas de Brasil, Cuba, Argentina y México, uno que otro joropo, merengue caraqueño, onda nueva o tonada.

Eliana Cuevas es una cantante con dos décadas de recorrido artístico y seis álbumes a cuestas, incluido el presente, por los que ha recibido numerosos reconocimientos: La distinción como Latin Jazz Artist of the Year en los National Jazz Awards, el reconocimiento a la Best World Music Artist en los Toronto Independent Music Award y el galardón a la Mejor Artista Solista de Música World en los Canadian Folk Music Awards. Tras Cohesión (2002) y Ventura (2004), editó Vidas (2007), del que salta a la vista (o al oído) una pieza con ritmo de tambores titulada Canaima.

La caraqueña, que ha compartido escenarios con artistas como Luis Enrique, Álex Cuba y Hermeto Pascoal, profundizó su búsqueda hacia adentro en Espejo (2014), ganador en los Independent Music Award en la categoría de Best Latin Album. Para esa obra, invitó a un músico con el que siempre había querido colaborar. El maestro Aquiles Báez participó en El tucusito, y no lo hizo tocando la guitarra, por la que es más conocido, sino que demostró, además, lo buen cuatrista que es.

Antes del lanzamiento de Espejo, Eliana hizo un viaje a Venezuela y aprovechó para actuar allí junto a Aquiles en unas Noches de Guataca celebradas en el Teatro Trasnocho de Caracas el 2 de mayo de 2012. Más adelante, hizo fuerzas para que el Aquiles Báez Trío, la banda del autor de A mis hermanos junto al baterista Adolfo Herrera y al bajista Gustavo Márquez, viajara a Toronto. Lo logró e hicieron dos fechas, en las que ella actuó como invitada, en junio de 2016; una en el Lulaworld: Latin & World Music Festival y otra en el Dundas West Fest. En ese viaje, una vez cumplidos los compromisos, Báez y Cuevas aprovecharon para ir al estudio.

Aunque se solaparon, el proceso de realización de El curruchá no interfirió en el proyecto de Cuevas que devino en su álbum Golpes y flores (2017), un trabajo laureado que mostró la madurez de la artista en entrelazar hebras de sus mundos. Puesto junto al resto de su material, ese de 2017 es un disco que suena decididamente selvático, mestizo, inmerso en una búsqueda ancestral.

El curruchá viene a ser, por un lado, el reencuentro de Cuevas con canciones que son parte de la banda sonora de su vida, como esa que le da título al álbum y que su padre le cantaba con el cuatro cuando niña. De su versión, divierte el inicio lento: A mi negra la quiero y la quiero más que a la cotiza que llevo en el pie… Y la aceleración; un juego de difícil respiración porque no deja espacio entre frases para recuperar el aire: Cuando baila mi negra un joropo, el amor zapatea por dentro de mí…

Cuevas y Báez agregaron María Antonia, el hit inolvidable y pícaro de Gualberto Ibarreto. También sumaron Anhelante, la gran composición del Pollo Sifontes; Aquel zuliano, la eterna gaita de Renato Aguirre; y Como llora una estrella, estándar de Antonio Carrillo que todos los venezolanos escuchamos desde pequeños. A todo eso sumaron un tema suyo llamado En un pedacito de tu corazón y el San Rafael, obra de Aquiles.

El curruchá cumple el viejo deseo de Cuevas de grabar una obra inspirada en el sonido que lograron Ilan Chester y Aquiles Báez en aquel álbum decembrino titulado Corazón navideño (2001). Sí, desde entonces ella tuvo el anhelo de algún día compartir no una sino una docena de canciones con ese maestro que ha generado tanta música y ha tenido la generosidad de dar espaldarazos a artistas emergentes que puedan sumarle colores al gran lienzo de la música venezolana.

 

 

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