Publicado en: Heraldo de Aragón
Por: Irene Vallejo
La vida es prisa y tumulto.
Los problemas se acumulan, tenemos discusiones estúpi das, no dormimos bien, nos irritamos. No soy así, tendríamos ganas de decir a veces. Y deseamos que se haga la cal- ma. Esa fase de bonanza entre tormentas, cuando es posible dedicarse por entero, serena- mente, a lo que importa, tiene un nombre: días alciónicos. Sobre ellos existe una leyenda, que cuenta Ovidio. Ceix y Alcione se amaban. Un día, él decide hacer un viaje por mar. Alcione, que presiente un naufragio, intenta convencerle de que renuncie. Ceix se mantiene firme, pero promete volver antes de dos lunas. Poco después de zarpar, estalla una tempestad tan fiera que la espuma de las olas to-ca las nubes. El mar arrasa el barco y todos se ahogan. Alcione, mientras tanto, espera ilusionada su regreso, no sabe que ya es viuda. Entonces ve en sueños a su marido, con el pelo pesado por el agua, que le dice: «He muerto, llórame». Al despertarse, Alcione corre a la playa donde se separó de Ceix. Desesperada, avanza por una escollera y se lanza al mar. El aire la sostiene, se convierte en un pájaro triste que roza las olas al volar. Es el alción, un martín pescador. Así puede reunirse con Ceix, también transformado en ave.
Por ellos el mar se serena en los días anteriores y posteriores al solsticio de invierno, los días alciónicos, la paz en medio de la vorágine.