Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
Su inigualable voz quedó grabada en nuestra memoria. Por fortuna, hay montones de cintas, casetes de Betamax y VHS que los fanáticos del béisbol dispusieron para atesorar grandes momentos y mantener el registro de la narración de una hazaña que alcanzaba su verdadera dimensión cuando él describía el acontecimiento, con su potente fonación y dicción impecable. Rugía sin esfuerzo, era un natural, no engolaba ni ponía “voz de locutor”. No era necesario, nació con eso, eso que coloquialmente llamamos “vozarrón”.
Pronunciaba cada letra naturalmente y manejaba las palabras sin pretensiones, hablaba con sencillez, pero era obvio que tenía un vocabulario extenso, para no repetirse. Por eso no aburría y siempre encontraba cómo sorprender, aunque estuviéramos viendo el juego por televisión. Tuvo ese don y nosotros el privilegio de escucharlo.
Era genial describiendo, un jonrón era eso, un jonrón, no agregaba más nada en su narración. Cuando el bateador iba dándole la vuelta al cuadro, aportaba datos de aquel batazo, de su significado en el juego y en las estadísticas del jugador o si era un récord, cumplía con el compromiso publicitario, como si tenía el tiempo medido con un cronómetro perfecto para hacer todo eso mientras el hombre llegaba al home. Cada batazo, del calibre que fuese, era un aprendizaje para la audiencia, en radio y en televisión.
Delio Amado también dejó huella en la comunicación impresa que desde Sport Gráfico marcó pauta en ediciones de prensa de altísima calidad. Exigente y riguroso, fue un comunicador integral y en todo destacó.
Conocía exactamente qué hacer frente un micrófono, cómo debía llevar el juego cuando era en radio, donde transportaba a los escuchas al parque, reseñando todo lo que no podíamos ver. Nos hacía sentir la atmósfera, la expectación con cada situación del juego, lo que pasaba en las tribunas y gradas. Callaba por segundos para dar paso a los sonidos del béisbol y retomaba la narración como si se trataba de un dibujo.
En televisión era diferente. Consciente de que los televidentes teníamos las imágenes ante nosotros, se esmeraba también en dar otros datos, comentaba algún hecho ya ocurrido para dar contexto a lo que podía o no ocurrir. Sabía manejar con sobriedad el humor y con maestría el lenguaje del béisbol. Por ello hizo escuela y se convirtió para siempre en un referente. Es inigualable, no es posible imitarlo, pero los mejores narradores que lo sucedieron, han visto en él un modelo, en especial por el respeto con el cual se refería al juego y a todos sus protagonistas, por el valor que daba a su audiencia.
Hizo pareja con otras leyendas del mundo deportivo, como Carlitos González, con quien hizo una dupla entretenida y didáctica. La pareja que logró con Gonzalo López-Silvero fue extraordinaria. Eran irreprochables. Se complementaban, nada faltaba en aquellas transmisiones; sobraba sabiduría y talento, eso sí. A los dos, agregando a Mario Dubois y a Rubén Mijares, les tocaron momentos y juegos históricos que con sus narraciones y comentarios tomaban el tamaño que merecían, y ellos, sin proponérselo, eran parte de la grandeza de esos batazos, de esos outs, de cada jugada y la emoción de los ganadores.
El hit 4.192 de Pete Rose con los fuegos artificiales estallando en el cielo de Cincinnati sobre el River Front Stadium y la pasión de Delio y Gonzalo impactando en nosotros para siempre.
El afecto mezclado con mesura del No hit no Run de Urbano Lugo hijo. Todo lo que pasó en ese inning, todo. Los fanáticos que lo oyeron por radio pudieron verlo como si estaban ahí. Respetuoso de los ritos, nunca dijo que había no hitter (no con esas palabras). Se las ingenió todo el tiempo para decirlo sin romper la cábala. Únicamente cuando el último disparo llegó del guante de Jesús Alfaro al mascotín de Andrés Galarraga, para poner out a Oswaldo Guillén, Delio Amado soltó la descripción completa: ¡No hit no run… la hazaña del padre la repite el hijo!”
Otro recuerdo que circula cada vez que se cumple un aniversario, cada 12 de enero, es el HR 20 de Baudilio Díaz en la temporada 1979-1980 ante Aurelio Monteagudo. No hay manera de desligar ese jonrón de la voz de Delio.
La voz de Delio Amado León es insustituible en la memoria de varias generaciones de aficionados al béisbol y también al boxeo. Su voz, tal cual sucedía cuando la escuchábamos y nos trasladaba como en una alfombra mágica al juego de pelota. Hoy la oímos y nos devuelve a aquellos tiempos, a aquella época donde el béisbol marcaba el inicio de la Navidad que se extendía hasta enero y cuando aún no eran tantos nuestros jugadores en las Mayores, pero brillaban con el toque especial que él imprimía a aquellas proezas.
A Delio Amado León se nos hizo inevitable quererlo. Será para siempre parte de nuestras vidas y de la historia de esa Venezuela luminosa que tantos disfrutamos recordar.
El 30 de noviembre se cumple otro aniversario de su partida. Su voz sigue siendo eterna. Seguirá retumbando en la memoria de todos quienes lo escuchamos y así será hasta el fin de los innings.
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