Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
El pelotero venezolano Ronald Acuña Jr. hace historia en el béisbol. El viernes 23 de agosto logró el hito de conectar 30 jonrones y robarse 30 bases en una temporada
Ronald Acuña Jr. debutó en las Grandes Ligas precedido de expectativas muy altas. Apareció en la portada de la prestigiosa revista Baseball America presentado como un prodigio, fue el MVP de la Liga de Novatos, evaluado como el prospecto número uno de la Liga Nacional y el segundo de las Grandes Ligas detrás del japonés Shohei Otani. Fue un análisis acertado, ambos ganaron el Novato del Año en sus respectivos circuitos.
La historia de Ronald Acuña comenzó con su nombre al lado de las grandes figuras históricas del béisbol. En el Play Off conectó un cuadrangular con las bases llenas para igualar a Mickey Mantle, como los únicos jovencitos de sólo veinte años de edad con grand slams en un juego de postemporada.
Poseedor de las cinco herramientas –poder, contacto, fildeo, brazo poderoso y velocidad–, demostró habilidad para usarlas todas, potenciando esos dones con su inteligencia y un atributo adicional que yo llamo “la sexta herramienta”, el hecho de haber crecido entre jugadores profesionales. Su padre, Ronald, jugó en varios equipos de la LVBP, así que creció entre rayas de cal, corriendo en el clubhouse, entre peloteros, viendo béisbol caribe. Además, pertenece a una familia donde pudo contar con Kelvim Escobar y Alcides Escobar como apoyos y ejemplos. El día que conectó el HR 30 en Marlins Park, estaban presentes su papá y su primo (Kelvim), a quien el jardinero de los Bravos agradece por haberle enseñado mucho de lo que aprendió en sus primeros años. Todos son de La Sabana, estado Vargas, y lo dicen con mucho orgullo.
Durante los entrenamientos de esta primavera, Ronald fue interrogado varias veces sobre el reto del segundo año de un Novato del Año. Para él esa no era una preocupación. No manifestaba temor alguno sobre el mito de la posibilidad de decaer y no seguir a la altura de las exigencias de las mayores. Siempre sonriendo y relajado, el varguense no se extiende en sus respuestas. Es de quienes prefieren hablar con el bate y con el guante, corriendo las bases o persiguiendo pelotas.
En los primeros días de la temporada, se dio a conocer su acuerdo con los Bravos de Atlanta: cien millones de dólares por ocho temporadas, el jugador de menor edad que negocia esa cantidad con un equipo de las GL. Las opiniones no se hicieron esperar. Hubo quienes dijeron que era un locura porque podía pedir más, otros que por el contrario, había asegurado una suma para jugar sin preocupaciones ni presiones y con enormes posibilidades de acumular unos números extraordinarios que le permitirán firmar el próximo contrato por una suma que aún no imaginamos.
Su primera mitad de temporada fue sobresaliente. En retribución a su desempeño como jardinero y bateador de los Bravos, se ganó la titularidad para asistir a su primer Juego de las Estrellas. Participó con brillo en el Derby de Jonrones, perdiendo con el ganador y firme candidato a sucederlo como Novato del Año, Pete Alonso. Se divirtió y fue un espectáculo para todos, de nuevo exhibió su poder y facilidad para contactar la pelota. Fue la primera vez que le escuché decir una frase que años atrás nos dijo Andrés Galarraga a César Miguel Rondón y a mí cuando hicimos un documental sobre su historia: “Batear es ver la pelota y darle”.
Viéndolo pareciera que es así de sencillo. Nada tiene que hacer con la velocidad con la que le lanzan la esfera. La ve y le da, facilito. Igual hace ver como algo normal llegarles a todas las pelotas que conectan hacia su zona, tiene un alcance por encima del promedio, su velocidad y concentración le hacen llegarles a casi todas y, cuando hace falta, entonces hace un disparo a cualquiera de las bases y pone fuera al corredor. Me recuerda una célebre frase de Willie Mays: “Ellos la lanzan, yo la bateo, ellos batean, yo la atrapo”.
Este mes, el sabanero ha hecho, literalmente, “su agosto”. En los primeros 11 días dio ocho vuelacercas, cuatro en la serie contra los Marlins. Frente a centenares de fanáticos venezolanos pasó el umbral de los treinta y robó dos bases. En cada declaración posterior al juego, con su gran sonrisa decía lo mismo: “yo lo que hago es ver la pelota y darle”.
El domingo 18 de agosto hizo una larga conexión y se quedó por unos segundos mirando la trayectoria de la pelota, tal vez pensando que se iría. La pelota dio contra la pared y lo que pudo ser un doble, terminó como un sencillo. Después salió al robo y fue puesto out. Al regresar al dugout, el mánager Snitker lo sacó del juego. Mánager y jugador declararon sobre el incidente. Snitker explicó su decisión, motivada por no haber corrido como debía hacerlo. Acuña aceptó su error. Al final del desafío que ganaron los Bravos a los Dodgers por grand slam del venezolano Rafael Ortega.
Ante los Mets de Nueva York, con Seth Lugo en la lomita y Wilson Ramos como receptor, Ronald Acuña Jr. inscribió su nombre en la historia como el segundo venezolano 30-30, después de Bob Kelly Abreu y el segundo más joven de la historia que combina ambas cifras luego de Mike Trout.
Su ídolo de la infancia es Miguel Cabrera. Se siente halagado cuando Bob Abreu lo felicita en Instagram. Estamos hablando del mejor bateador venezolano en las Grandes Ligas y del pelotero más completo nacido en Venezuela; en mi opinión, Acuña es una especie de mezcla de los dos aragüeños.
Sin duda, es temprano en su carrera, nos falta mucho por ver y a él por hacer, pero si todo sigue como va y se mantiene sano y enfocado, este jovencito podría ser el mejor de todos los jugadores venezolanos que han vestido un uniforme de Grandes Ligas. Mientras tanto, disfrutemos, pasémosla bien viéndolo divertirse. Es, como se recuerda cada vez que da un jonrón, se roba una base o hace una gran jugada, la hora de “Acuña Matata”.