Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
Cortesía: Prodavinci
En su primer turno del sábado 23 de abril de 2022, en el tercer swing, Miguel Cabrera hizo la conexión histórica hacia la banda contraria, que ya deberíamos llamar “su banda”. Despachó el imparable 3000 de su cuenta vitalicia. Fue un pitcheo adentro a 95 mph, que buscaba un rolling para doble play.
Salió al campo, se escuchó la ovación y de inmediato un silencio que jamás había oído. Así habían sido todos sus turnos desde el hit 2.999.
Antonio Senzatella y Elías Díaz fueron la batería de los Rockies de Colorado, el equipo rival, ambos venezolanos. Además quisieron los duendes del béisbol que el hit se diera en la misma fecha del debut del primer venezolano las Grandes Ligas, Alejandro “Patón” Carrasquel.
The 7th player in Major League history with 500 home runs and 3,000 hits. pic.twitter.com/7RtGWyl3Xv
— Detroit Tigers (@tigers) April 23, 2022
Tal como quería Cabrera, el Alma Llanera de Pedro Elías Gutiérrez, interpretada por Simón Díaz, sonó mientras sus compañeros, encabezados por el manager A.J Hinch, saltaron al terreno de juego a felicitarlo.
El juego se detuvo por varios minutos. Después de la felicitación del equipo, Miguel se acercó a recibir el abrazo de su familia: su mamá, Gregoria; su esposa Rosangel; y sus hijos Isabella, Rosangel y Cristopher.
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De regreso a la base, Elías Díaz también le dio un abrazo, igual que su ex compañero José Iglesias, cuando llegó a la inicial.
El viernes el juego se suspendió por lluvia. El sábado amaneció soleado y fresco, cielo despejado, ninguna nube sobre el Comerica Park, tarde perfecta para jugar béisbol. Ahora sí terminó el invierno.
Los inviernos del béisbol son largos, pero este lo fue más que de costumbre. Los días sin béisbol se prolongaron por el paro patronal decretado el 1 de diciembre de 2021, que se extendió por 99 días.
En esos meses de incertidumbre acerca del comienzo de la temporada, pensé en Miguel Cabrera.
El aragüeño había quedado a 13 hits de los 3000. Sentí temor porque pudiera alargarse la paralización y que ello afectara su persecución de la difícil cifra.
En el receso pudimos ver sus rutinas de ejercicio. Lo vimos trabajar, alistándose para la apertura de los campos de entrenamiento. Mientras tanto estaba pendiente de las discusiones del sindicato de peloteros con los dueños.
—Paciencia, esto es por quienes vienen atrás. Esperamos buenos resultados y que sea para el bien del béisbol, para el futuro, para los muchachos que vienen de relevo.
Desde el Roger Dean Chevrolet Stadium, el comisionado Robinson Manfred anunció la cancelación de las dos primeras series de la temporada regular. La medida posponía, entre otras cosas, la posibilidad de que Miguel Cabrera formalizara en abril su inscripción en el selectísimo club de los 3000 hits.
Con casi un mes de retraso, después de intensas discusiones, se dio inicio al Spring Training.
Tal vez la descripción más perfecta de lo que fue Miguel esos días en Lakeland, Florida, la hizo su compañero Eric Haase: “Es como jugar con un niño de 13 años que es Salón de la Fama”.
En el último juego de exhibición, Cabrera se lució largando un batazo de 4 esquinas. Después volaron a Detroit. El año pasado también se despidió de Florida con un jonrón.
Comerica Park recibió a 43.480 aficionados, aunque hacía 4 grados centígrados. Frío, pero no tanto como para una nevada como en el primer juego de 2021, cuando Miguel Cabrera dio el inolvidable jonrón hacia las gradas del jardín derecho con copos de nieve cayendo intensamente.
Al iniciar la temporada de 2021, 13 jonrones lo separaban de los 500. Parecían muchos, pero lo logró en agosto. Dio 15 cuadrangulares, una buena cifra para cualquier bateador. Dejó la cuenta de imparables en 2.987, a 13 de los 3000. Cerca. Muy cerca.
Como nos explicó cuando hablamos en los entrenamientos de primavera, dar jonrones es más complicado. Cualquier pitcheo puede convertirse en imparable, hasta un machucón, pero sacar la pelota del estadio es otra cosa.
Escuchar a un bateador de la dimensión histórica de Miguel es magnífico, sencillamente porque es uno de los mejores de todos los tiempos. De entrada subrayó que se sentía sin presión para alcanzar la formidable cifra. Los hits van a salir.
—Son dos cosas muy diferentes. El hit se puede conseguir de cualquier forma, con un mal swing, no doy mucho infield hit, pero pueden pasar esas cosas. Es muy diferente al jonrón. Con el jónrón hay que tener una buena conexión, hay que tener un buen swing y esperar el mejor pitcheo. Con un hit uno puede expandir un poquito la zona, hacer un buen contacto, correr con suerte y llegar a la base.
Con hombres en base se busca dar el batazo que se necesita, con las bases limpias se tiene más libertad. Siempre juega para el equipo.
Días atrás, con las bases llenas, Miguel Cabrera dio un largo batazo para empujar la primera carrera del juego ante los Medias Rojas de Boston. No buscaba un hit. Esperó el pitcheo para llevar la bola lejos. Le anotaron elevado de sacrificio y carrera empujada. En su tercera visita al plato, abriendo el inning, sin nadie en base, dio un doble para alcanzar a Ted Williams y Jimmie Foxx en el departamento de extrabases y en el siguiente dio sencillo; de nuevo sin hombres en las almohadillas.
Más tarde, supimos que antes del desafío, los jugadores de los Tigres tuvieron un menú de gastronomía caribeña. Comieron mangú dominicano, tequeños y arepas venezolanas. Según contó el periodista venezolano Carlos Guillén Altuve, quien trabaja en comunicaciones de Detroit, el propio Miguel atribuyó a las dos arepas que se comió, una de carne mechada y otra de pollo, el poder para dar esos batazos.
“No quiero presionarme”, dijo Cabrera después del juego. “Quiero salir y jugar mi mejor béisbol y eso es todo. Ese es mi enfoque en este momento”.
En el trayecto de cada batazo a terreno de nadie tuvo turnos interesantes, destacando el duelo contra Zack Greinke, con quien probablemente se vea más esta temporada ahora que Greinke ha vuelto a Kansas City, y en unos años, coincidan en el Salón de la Fama de Cooperstown. No siempre tenemos el privilegio de ver frente a frente a dos leyendas de ese calibre. Le dio dos hits y luego sonó otro ante el relevo.
El Kauffman Stadium, de los Reales de Kansas City, es un estadio donde le va bien a Miguel Cabrera. Así lo muestran las estadísticas: .320 con 42 extrabases y 90 carreras impulsadas. Acumula 11 juegos de tres imparables en ese escenario.
Anotó deslizándose en el plato, en pisa y corre desde la tercera base con elevado de sacrificio de Harold Castro. Después, según la crónica del periodista Carlos Guillén Altuve para los Tigres de Detroit, dijo con el humor que lo caracteriza: “¡Viste eso? ¡Soy Speedy González!”.
Consciente de que los venezolanos están siguiendo cada uno de sus turnos, envió un mensaje: “Yo sé que hay mucha presión y que todos están pendientes. Sin embargo, estoy en una buena posición en este momento. Espero que ganemos más juegos, eso es lo más importante… Si ganamos, creo que los números van a estar ahí”.
Al día siguiente se fue de 4-1, con doble que lo dejó a solo uno de los 600. Superó a Williams y a Fox para quedarse en el puesto 19 de la lista histórica de los extrabases.
El sábado se fue de 3-0 y negoció un boleto. Con base por bolas dejó atrás a Lance Berkman para quedarse solo en el puesto 60 en la lista de todos los tiempos de base por bolas recibidas.
El domingo el juego se pospuso por mal tiempo, y se fueron a Detroit.
El lunes, día libre, coincidió con su cumpleaños 39. Las redes sociales se inundaron de saludos, parabienes, reportajes. Todo el que alguna vez se ha tomado una foto con él la publicó orgulloso para enviarle mensajes de felicitación. Debió ser un día muy grato para él, un día para ratificar el cariño y admiración que le profesan los fanáticos del béisbol de todas partes.
El martes, de vuelta en casa, los Tigres iniciaron la serie de 3 juegos contra los Yankees. Gerrit Cole fue el primero en subir al morrillo del Comerica Park, castigado con un sencillo que lo puso a 4 de los 3 mil hits. También anotó una carrera, la 1.509, y quedó igualado a Eddie Mathews en el puesto 68. Cada vez que hace algo iguala y supera a una leyenda.
En su segundo turno recibió un pelotazo del relevista Clarke Schmidt; un bolazo en el abdomen. Solo un susto, sobre todo para quienes lo estábamos viendo. Llegó sonriendo a primera base. Dato curioso: apenas fue el bolazo número 70 en más de 9 mil 600 turnos.
La noche del miércoles 20 de abril fue especial. Otro juego de 3 inatrapables. Según Marly Rivera, de ESPN, fue el juego número 241 de Miguel Cabrera con un trío de hits, igualado con Albert Pujols entre los bateadores activos.
El hit 2.997 fue un infield hit por tercera base ante Luis Severino. Llegó quieto y riéndose. Tal como nos dijo en primavera, los hits son menos difíciles y cualquier conexión, con la bola en juego, puede convertirse en un imparable.
El 2.998 fue de nuevo contra Severino, esta vez una línea sólida que se extendió por el medio del campo. En su tercer turno volvió a enviarla a terreno de nadie para quedar en 2.999 hits, un sencillo ante Shad Green que picó detrás de la pradera corta.
Esa noche, fue un Cabrera similar al descrito por Mariano Rivera en el ya lejano 2012: “Está bateando hacia los tres jardines”.
A pesar de los tres cohetes, Miguel Cabrera no estaba satisfecho. Los Yankees derrotaron a los Tigres, su respuesta sobre la productiva jornada fue:
—¿A quién carajo le importa? Perdimos ¿Cuándo este juego ha sido sobre logros individuales?
Antes del tercer juego ante los Yankees, conversó largo rato con los periodistas. Estaba de buen humor, relajado. Nos contó que desayunó “arepas con diablitos y papelón con limón”. También pidió algo especial:
—Quiero que suene el Alma Llanera.
—¿Por qué? —preguntó Marly Rivera.
—Porque quiero que sepan de donde vengo.
La canción de Pedro Elías Gutiérrez lo acompañó a caminar al plato en cada turno del juego contra los Yankees, en la versión de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar dirigida por Gustavo Dudamel.
No tuvo suerte con el madero. Se ponchó dos veces, conectó un elevado al jardín izquierdo y en el último turno el manager Boone ordenó boleto intencional: había hombres en segunda y tercera. La decisión era lógica luego de ser castigados en el juego anterior con tres hits, pero la respuesta de la afición fue un abucheo inclemente que se prolongó hasta final, cuando cayó el último out y ganaron los Tigres.
Más tarde en el clubhouse, Miguel nos dijo: “Es parte del juego, es el hermoso juego del béisbol”.
Confesó que le conmovió mucho oír el joropo que los venezolanos identificamos como nuestro segundo himno nacional, pero pidió que cuando de el hit, pongan la versión interpretada por el ‘Tío Simón’, el emblemático intérprete venezolano Simón Díaz.
Estaba feliz. Tal como había dicho la noche anterior, para él lo más importante son las victorias de su equipo, por encima de sus logros personales.
Miguel valoró positivamente lo que hizo Boone, es respeto por su calidad como bateador. Boone quería evitar que los Tigres ampliaran la ventaja. No le salió, pues Austin Meadows dio sencillo y entraron las dos carreras, pero la estrategia era lógica.
Como si lo hubiese escuchado, ese gran toletero que fue Don Mattingly, un ex yankee y manager de los Marlins de Miami, fue consultado sobre el boleto intencional: “Leí que dijo que estaba más preocupado por ganar que por los 3 mil hits. Sabe que llegará. Así que estoy seguro de que un hombre como él aprecia que hagas lo que tienes que hacer para ganar un juego”.
Para Albert Pujols, Miguel Cabrera es “el mejor bateador derecho que yo he visto”. Miguel devuelve el elogio diciendo que el mejor es el dominicano. Dos veteranos que han prolongado sus carreras increíbles para orgullo de todo el Caribe. La amistad y admiración que hay entre ambos también es ejemplo.
El martes, en el primer juego de la serie entre Cardenales y Marlins, el dominicano le envió un mensaje a su amigo.
—Es una hazaña que no es fácil de lograr porque debe mantenerse saludable. Me siento súper contento por Miggy. Es tremenda persona, tremendo bateador y cuando se retire tiene su espacio en el Salón de la Fama. Le mandé un video felicitándolo, espero que lo logre pronto y que Dios lo siga bendiciendo por el resto de su temporada y su carrera.
Lo sabe de sobra Pujols, la longevidad es un atributo imprescindible para acumular cifras como las logradas por ellos. Por eso son pocos: apenas hay 28 hombres con 500 jonrones, solo hay 33 con 3000 o más hits.
Con la combinación de ambos números, son 7: Hank Aaron, Albert Pujols, Willie Mays, Eddie Murray, Alex Rodríguez, Rafael Palmeiro y Miguel Cabrera.
Según el sitio Albat.com, solo 5,4% de los prospectos firmados por organizaciones logran llegar a Grandes Ligas. De los 22.557 jugadores que han logrado ascender, solo el 0,03% están en ese club de 7 del cual forma parte Miguel Cabrera.
Miguel pertenece a clubes donde sólo las leyendas tienen membresía.
Por ahora, y quién sabe por cuántos años, está solo en el club de quienes tienen 3 mil o más hits, 500 o más jonrones, dos premios al Jugador Más Valioso, 4 títulos de bateo, promedio al bate superior a .300 y una triple corona. Miguel ha conectado hits ante 21 lanzadores ganadores del Premio Cy Young y 8 miembros del Salón de la Fama.
Miguel Cabrera se ha recuperado de lesiones, ha jugado adolorido, con molestias casi insoportables. Le ha tocado hacer ajustes con el paso de los años para perdurar en el exigente béisbol de Grandes Ligas.
La perseverancia también lo define. Lograr esa consistencia por tanto tiempo solo es posible con solidez y resistencia, cualidades que derivan del amor por lo que se hace.
No es fácil mantenerse por 19 temporadas. Cualquier día puede pasar cualquier cosa que lo saque de juego por largo tiempo, o definitivamente.
Siempre existe el riesgo de una lesión. Es así para cualquiera de nosotros: un resbalón, un accidente en el baño, en la cocina, donde sea.
Los jugadores de béisbol están expuestos a un pelotazo, una colisión, una mala pisada de una base, un desgarre muscular, una mala caída que puede ocasionar una fractura o, como ocurrió con otros astros, una enfermedad crónica, degenerativa o mortal.
Los errores fuera del terreno también han terminado carreras. El talento nunca es suficiente para permanecer y trascender.
En la trayectoria de Miguel hubo un par de momentos que pudieron ser un desvío. Por fortuna, además de contar con su familia también tuvo el apoyo de Dave Dombrowsky, el ejecutivo de béisbol que estaba al frente de los Marlins cuando el maracayero fue firmado como un gran prospecto. Más tarde lo llevó a los Tigres de Detroit.
Días atrás, en conversación con Daniel Álvarez de El Extrabase, el gerente, ahora con los Filis de Filadelfia, comentó esos episodios que pudieron sacarlo del camino y las razones que tuvo para apoyarlo.
—Bueno, pensé que Miguel es una buena persona, tiene buen corazón y ama el juego. Quería a la gente, trataba bien a los niños y tuvo un par de incidentes desafortunados en los que solo necesitaba una guía, y verdaderamente esa fue la filosofía que intenté tomar. Sin aceptar lo que pasó, pero abordando lo que podíamos hacer para que no sucediera en el futuro. Yo diría que fue un amor duro, como lo harías con uno de tus hijos ¿verdad? Quiero decir que necesitaba hacer eso. Realmente pensé que tenía un buen corazón, que era una buena persona y solo necesitaba un poco de ayuda. Un poco de orientación y reflexión. Era importante proporcionarle eso.
Hemos dicho antes que Miguel Cabrera consiguió su boleto a Cooperstown hace unos años, aun sin las cifras redondas de hits y cuadrangulares. Lograrlo es la consolidación de la leyenda que comenzó a construir en 2003, cuando en su debut sacó por primera vez la bola del parque en Miami.
Un sencillo selló la gloria de alcanzar una cifra extraordinaria. Difícilmente veremos algo parecido. La longevidad es cada vez menos frecuente.
Es inmenso lo que hemos visto hacer el muchacho de La Pedrera, Maracay, Venezuela. Ese que a la hora de celebrar, prefiere escuchar El Alma Llanera del Tío Simón.