“El blanqueo es una operación que, en primera instancia, consiste en un emparejamiento de apariencias y en un hábito progresivo de codeos”. El autor nos invita a imaginar, por ejemplo, restaurantes otrora llenos de comensales habitué y un murmullo que poco desentonaba y que hoy están llenos de nuevos clientes. Mientras, recuerda el blanqueo de la familia Gómez y de sus acólitos venidos de Los Andes; para recalar en los “bolichicos”, con o sin Manual de Carreño, porque ¿las inéditas relaciones dejan de ser incómodas cuando se convierten en oportunidades de negocios?
Publicado en: La Gran Aldea
Por: Elías Pino Iturrieta
El blanqueo de advenedizos es un fenómeno habitual de las sociedades. Es un proceso a través del cual los habitantes de un determinado centro no solo se resignan a recibir a los representantes de la periferia, sino que también terminan regocijados por su compañía. O tranquilos. Al principio es una transacción a regañadientes debido a que conduce, porque no queda más remedio, a la admisión de individuos extraños y generalmente considerados como inferiores, pero todo termina en feliz consorcio. El fenómeno culmina en una interacción que necesitan a la recíproca los recién llegados y los establecidos porque los unos sienten y saben que no pueden vivir sin los otros, o viceversa.
Es exactamente lo que sucede con el ascenso de sectores o personajes prominentes del chavismo en los espacios de la alta sociedad y en el mundo de las grandes finanzas que se habían habituado a presencias homogéneas, y que eran habitados por individuos de un mismo pelaje o de una procedencia casi idéntica. La fortaleza de unos grupos en ascenso, representados por sus cabezas más afortunadas en el juego del poder y en el reparto de las riquezas materiales, les abre el camino hacia unas alturas que necesitan para demostrar lo que han logrado, para pavonearse con sus trofeos y para que el resto de la sociedad los reconozca como triunfadores. ¿Dónde pueden desfilar en toda su brillantez?, ¿dónde están los palcos desde los cuales se pueden exhibir como señorones sin disputa? En los salones del Country Club de Caracas, en las urbanizaciones antes pobladas por gente blanca y refinada, en los restaurantes a los cuales solo asistían en el pasado los que manejaban adecuadamente el cuchillo y el tenedor, o los que tenían dinero para el exceso de las propinas que provocaban aplausos del servicio. El blanqueo es una operación que, en primera instancia, consiste en un emparejamiento de apariencias y en un hábito progresivo de codeos.
“El padre tiempo es irresponsable en los procesos de elevación de los beneficiarios de la lotería del enriquecimiento súbito”
Pero es un hábito que no cuesta demasiado trabajo. Al principio los “invadidos” los miran desde la altura del hombro y los saludan por la obligación de la condescendencia sugerida por el Manual de Carreño, o porque no saben de veras cómo comportarse con gentes que no habían tenido la oportunidad de interactuar con sus padres y con sus abuelos, mas no tardan en considerar que las inéditas relaciones dejan de ser incómodas porque en breve se convierten en oportunidad de negocios. La fuerza de la riqueza y las ventajas de un poder en ascenso son tan vigorosas que derrumban los prejuicios como si fueran chozas de cartón. No hay prosapias que aguanten cañonazos de cien mil pesos, decían en los tiempos de la revolución mexicana cuando unos capitanes enriquecidos, tiznados y analfabetas, pero avasallantes, se posesionaban de los barrios predilectos del porfiriato mientras los viejos vecinos los invitaban a merendar. ¿Por qué debe ser distinto en Venezuela? Especialmente cuando la menguada bolsa de los amos del valle se puede fortalecer a través de los nexos que establecen sus hijos con una flamante generación de potentados.
Los potentados del chavismo tientan a la alta sociedad con la manzana de sus abundancias; y la alta sociedad, quizá dudando al principio, pero apenas un poquitín, les concede la ofrenda de los “bolichicos”. Con ellos les da lo que esos potentados no tienen -relaciones sociales y familiares inimaginables en la víspera, credenciales de lo que en la antiguedad se llamaba “limpieza de sangre”, experiencia en logias cupulares del país y del exterior, vínculos con especialistas en el ramo de mover haberes que quieren pasar inadvertidos, familiaridad con centros de enseñanza difíciles de penetrar, mapas para comer y beber en espacios dorados, destrezas en idiomas e indumentarias…- debido a que vivían en una orilla que solo sabía de esos asuntos porque alguien se los había comentado al hablar de metas exóticas e inaccesibles. Ahora tales destinos pueden ser y son parte de ellos porque tuvieron de heraldos a los “bolichicos” y porque ese tipo de enseñanzas se apropia sin el lastre del almanaque. El padre tiempo es irresponsable en los procesos de elevación de los beneficiarios de la lotería del enriquecimiento súbito, porque los elevados se olvidan de revoluciones y de incitaciones populares en la medida en que ascienden al jet set en un santiamén para que se apuntale un apetecible paraíso que tranquiliza, en lugar de generar alarmas.
“Se olvidan de revoluciones y de incitaciones populares en la medida en que ascienden al jet set en un santiamén para que se apuntale un apetecible paraíso que tranquiliza”
Casos como el descrito abundan en la historia de Venezuela. Tal vez el más escandaloso, pero también el más elocuente, sucede cuando se lleva a cabo el blanqueo de la familia Gómez y de sus acólitos venidos de Los Andes. Unos montañeses palurdos son convidados al seno de las grandes familias de la capital, no solo para que las acompañen en sus residencias y en sus agasajos sino también para que formen parte de sus parentelas. No importa que los hijos del dictador sean bastardos, porque la alta sociedad les ofrece certificados de legitimidad avalados por un siglo de vida o de simulación dentro de las reglas de la ortodoxia. Matrimonio centrano y fortuna gocha bajan del cielo en esos tiempos de oscuridad llamados a renacer en el porvenir. Pero también otro tipo de nexos que multiplican la hacienda bendecida por el abono de los hidrocarburos que administra un campesino sin luces, o con los que los elegantes de la capital llenan de letras y de cosmopolitismo a unos aldeanos que apenas garabateaban planas escolares, o que solo habían hecho turismo en Cúcuta. Un puntilloso maquillaje de la pequeñez provinciana, para beneficio de la alta sociedad que hace de unos advenedizos su salvavidas. Lo más escandaloso de esa tintorería fue ver a los letrados más célebres de la época convirtiendo a un tirano despiadado en salvador de la República. En este punto al blanquear a Gómez se blanqueaban ellos, desde luego. Al quitar las manchas de sangre a la guerrera del tirano podían pasar por intelectuales impolutos.
De lo cual se desprende que la operación de pulimiento de chavistas no debe parecer cosa anómala, ni perversa, sino materia para un análisis necesitado de ponderación. A través del tiempo han sobrado los cubos de agua supuestamente cristalina y las pastillas de jabón para oportunas faenas de embellecimiento, los afeites para tapar sombras y cicatrices que dejan de importar a la sociedad porque no las ve cuando hace sus rutinarios vuelos de pájaro.