Meses, no semanas – Andrés Hoyos

Andrés Hoyos

Publicado en: El Espectador

Por: Andrés Hoyos

Todavía es posible, hasta probable, que al menos Donbás y otras zonas rusófilas del este de Ucrania caigan en manos de Putin y sus esbirros, en cuestión de meses, no de semanas. Las fuertes bajas y las grandes pérdidas de equipo al parecer obligaron a las tropas rusas a desistir de tomarse la totalidad del país, así bombardeen a diestra y siniestra. Este es un triunfo de los defensores. Las estrategias contra las invasiones han tenido un salto cualitativo desde cuando Vietnam y Afganistán las usaron con éxito. Lo que en todo caso vendrá mientras los invasores sigan presentes en cualquier parte de Ucrania sería una insurrección de desgaste, que sumará bajas rusas muy frecuentes. El ejército ucraniano se preparó y está disperso por todo el país. Aquí y allá tiene sus equipos grandes, aviones, helicópteros, tanques, artillería, si bien está integrado en su inmensa mayoría por soldados que se reúnen para realizar ataques sorpresa y luego se dispersan. Hasta ahora no aparecen candidatos para formar un gobierno tipo Vichy que “administre” los intereses del invasor. Obvio, para lograr algo así Putin tendría que tomarse a Kyiv, como Hitler se tomó a París. No está ni cerca de lograrlo. Al final los rusos saldrán humillados. Eso es seguro.

El costo humano todavía no tiene la dimensión, digamos, de Vietnam o de Irak, pero la invasión va a causar cambios drásticos en casi todo el mundo. Por ejemplo, el énfasis de los países ricos en un ambientalismo radical se estrelló contra la necesidad del gas y del petróleo rusos, de suerte que están deteniendo la absurda desconexión de varias centrales nucleares en países como Bélgica. También darán licencias para el fracking porque ante el desabastecimiento radical la solución no puede consistir en la quema de carbón, el peor de todos los combustibles.

Asimismo han surgido países, como Arabia Saudita, dispuestos a transar las compras de hidrocarburos en yuanes chinos y acumular reservas en esa moneda. Según eso, podría irse abriendo una zanja en las zonas donde predominan el dólar, el euro, el yen o la libra. No es el fin del mundo, así las consecuencias puedan ser muy fuertes a mediano plazo. Esto se escribe en Colombia, donde este efecto será moderado, incluso beneficioso en la medida en que vendrán inversiones considerables para evitar el peligro de algunos mercados orientales semimonopólicos. Por esa misma vía la Corte Internacional de Justicia, ante la que se están denunciando los crímenes de guerra de los rusos, verá su jurisdicción de seguro limitada a un grupo de países, con las mismas exclusiones de arriba.

Aseguran algunos que Putin tiene los días contados. Yo no me atrevería a afirmar algo así, pero su puño de hierro sí ha comenzado a oxidarse con los errores militares cometidos. Aunque hay disidentes en Rusia, lamentablemente no parecen tener gran iniciativa. Dicen, si, que ciertos destacamentos de soldados rusos han matado a sus comandantes en Ucrania. Por ahora no se ve venir nada parecido que afecte a Putin.

Por último, vendrá el fortalecimiento de las fuerzas armadas en países que llevaban décadas sacándole el cuerpo a ese tema. Es el lado paradójico de la ecuación. La agresión de un sátrapa como Putin bien puede echar a andar procesos virtuosos en otras partes del mundo. Por fortuna.

La pregunta del millón es cuánto va a durar esta crisis. ¿Un año, dos, cinco, más? Los efectos negativos son proporcionales a la duración, claro.

 

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