Por: Jean Maninat
Por si hacía falta un espectáculo final, una torcedura más del argumento, el desvelamiento de un terrible secreto familiar, el presidente del Gobierno interino y su canciller han decidido sacar sus trapitos al sol, ondearlos en cuanta plaza digital esté interesada en mostrarlos y horadar -un poquito más- el prestigio ya menguante de la oposición venezolana y acusarse mutuamente de ser malos administradores de los “bienes de la nación”, todo desde un interinato político ficticio, pero administrativamente real, según se reconoce ahora.
En embajadas y organismos regionales e internacionales hay quienes toman nota de estos rifirrafes, algunos con el especial fervor de los seguidores impenitentes de culebrones y se lo comunican al toque a sus superiores. Y este que estamos viendo se parece cada vez más a uno de ellos, incluso mejor que muchos de los mejores de antaño.
Vamos, tampoco nos espantemos, ni arqueemos las cejas como butlers abochornados por el comportamiento de sus empleadores en la mesa, sucede en las mejores familias. Tomemos por ejemplo a la Casa Real del Reino Unido, tan dados sus miembros a los escandaletes para demostrar que tienen corazón en el pecho. El más reciente, el de los dos hermanos: Guillermo y Enrique, ambos en la línea directa de sucesión al trono -uno bastante más cerca que el otro- ahora engrinchados como gatos del común, porque uno se siente más cerca del común que el otro y ya no le caen los miembros de la realeza porque le hacen el fo a su mujer que sí es del común. ¡Vaya cisma!
Pero que en esta comarca a la buena del Diablo, depauperada por los oficiantes de un proyecto socialista anacrónico -que sus aliados más poderosos echaron por la borda hace ya un buen tiempo- y con una oposición que es campeona olímpica de tiro al pie con escopeta, dos de sus más eminentes líderes nos ofrezcan tamaño espectáculo, es, a lo menos decir, un acto de fragilidad mental adolescente, de reiterado buceo en los límites de la irresponsabilidad y el irrespeto hacia el país que publicitan querer recuperar. Bastante se alertó que no era saludable mezclar negocios con política, por más buenas que fueran las intenciones. ¿Habrán leído historia de Venezuela?
(Todo, en la víspera de unas elecciones sacadas con fórceps y un intento de diálogo que ha recibido, y recibirá más torpedos que un desprevenido carguero en aguas comprometidas durante la
Segunda Guerra Mundial. Menuda contribución para sacar al país del marasmo en que se encuentra).
Pero the show must go on y seguramente vendrán más y mayores dimes y diretes sobre lo ocurrido, capítulos que harán analepsis, relatarán su parte del cuento actores y actrices, iluminarán u oscurecerán algunos aspectos los directores de fotografía, los apuntadores verificarán si se siguió el guión como es debido y los directores se echarán la culpa mutuamente de los gazapos.
Mientras, dónde quiera que esté, Alberto -Albertico- Limonta murmurará con cierta rabia entre dientes: y yo que me creía único e insuperable, no hay derecho…
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