Publicado en: ABC
Por: Karina Sainz Borgo
Son las cinco en punto de la tarde en Guadalajara. Mario Vargas Llosa sube las escaleras apoyándose en un bastón que no necesita. Al peruano lo sostienen su obra y la determinación de quienes acostumbran llevar la contraria. Lo hizo cuando el régimen castrista encarceló a Heberto Padilla, en 1971, también unos días atrás, cuando Daniel Ortega abrió la persecución política contra Sergio Ramírez. A sus ochenta y seis años, el Premio Nobel de Literatura y único representante vivo del Boom Latinoamericano inaugura en México la IV Bienal que lleva su nombre. Él es último de la tribu y ejerce como tal.
El intelectual moderno, que igual opta a crear una cosmovisión como a presidir un país -Vargas
Llosa lo intentó en 1991 en unas elecciones contra Fujimori que le valieron el exilio-, tiene en el peruano su ejemplo más elocuente. Y así lo demuestra el autor de ‘La fiesta del chivo’ en esta ocasión… y en todas las que anteceden a este encuentro literario en Jalisco, en plena pandemia y contra todo pronóstico. «Basta que en un país se recorten las libertades para que la literatura se vaya cargando de vivacidad crítica, para contar en los libros lo que no cuentan los diarios», dice Vargas Llosa ante un auditorio de aforo limitado.
La cuarta edición de la bienal organizada por la Universidad de Guadalajara y la Cátedra Vargas Llosa, dedica su programa a la literatura como último refugio de libertad. Al premio Nobel lo acompañan en el escenario los cinco autores que optan al premio: el colombiano Juan Gabriel Vásquez, la argentina Selva Almada, el chileno Alejandro Zambra, la española Rosa Montero y la mexicana Carmen Boullosa. Todos tienen algo que decir al respecto, y así lo demuestran los libros elegidos reunidos en el certamen.
Mario Vargas Llosa aprovecha la inauguración el encuentro para anunciar cambios en la cátedra fundada en 2011 para promover el intercambio literario entre América Latina y España. De ahora en adelante, pasará a tener tres responsables: el escritor y periodista peruano Raúl Tola; el periodista y durante años director del Instituto Cervantes de Frankfurt, Ramiro Villapadierna, y el argentino Darío Lopérfido, ministro de Cultura y director del teatro Colón de Buenos Aires. Ellos tres serán los encargados de ampliar el espíritu iberoamericano que define a la cátedra desde su creación.
Tiempos recios
Las primeras dos ediciones de la Bienal Mario Vargas Llosa se realizaron en Lima. En 2018, la Cátedra Vargas Llosa y la Fundación Universidad de Guadalajara firmaron un convenio para que el evento tuviese como sede la ciudad de Guadalajara, en México, con el apoyo de su Feria del Libro, la segunda más importante después de Frankfurt. El palmarés del certamen es mestizo, diverso, híbrido a más no poder. En 2014, el premio recayó en ‘Prohibido entrar sin pantalones’ (Seix Barral), del español Juan Bonilla; en 2016, en la novela ‘Si te vieras con mis ojos’ (Alfaguara), del chileno Carlos Franz, y en 2019 en ‘The Night’(Alfaguara), del venezolano Rodrigo Blanco Calderón.
La cuarta entrega se lleva a cabo entre ‘cubrebocas’, como llaman a las mascarillas en México, pero también rodeada por un barbijo aún más complicado: el populismo que contagia el orbe y hace tambalear los pilares de las democracias liberales, dentro y fuera de América Latina. Todo eso tiene cabida en esta bienal: desde transformación de las reivindicaciones identitarias en dogma, hasta la aplanadora política sobre el quehacer intelectual.
Valga la pena citar como ejemplo el veto a determinados autores para participar la Feria del Libro de Madrid, que tiene como país invitado a Colombia y a la que no fueron convocados Santiago Gamboa, Héctor Abad Faciolince o el propio Juan Gabriel Vásquez por decisión del gobierno de Iván Duque. Ya ni hablar de las trabas interpuestas por el gobierno peruano para que Renato Cisneros o Gabriela Wiener acudiesen a la Feria del Libro de Guadalajara, de la que Perú es el país invitado. Sin duda, son tiempos propicios para estrujar la vocación crítica de lo literario.
Una novela es una novela
Un jurado presidido por la escritora y periodista Leila Guerriero elegirá a la obra ganadora del premio Bienal Vargas Llosa, dotado con 100.000 dólares. El anuncio se hará durante la clausura de la Bienal, el próximo domingo 26 de septiembre. Hasta entonces, el encuentro pretende sacudir el polvo de algunas obcecaciones y devolver a la literatura a su condición de espacio natural para propiciar la incomodidad y reflexión. Así transcurrió la primera de las ocho mesas de la Bienal: con un manifiesto espíritu de debate sobre el alcance moral y estético de la novela como género.
En esta edición, en la que se presentaron 412 novelas y tras una lista de doce finalistas entre los que figuraban los españoles Olga Merino con ‘La forastera’, Juan tallón con ‘Rewind’ o Sara Mesa por ‘Un amor’, así como el cubano Leonardo Padura y el colombiano Santiago Gamboa, la selección definitiva reúne a Juan Gabriel Vásquez con su libro ‘Volver la lista atrás’, Rosa Montero con ‘La buena suerte’, Selva Almada con ‘Esto no es un río’, Carmen Boullosa por ‘El libro de Eva’ y Alejandro Zambra con ‘Poeta chileno’.
Moderados por la periodista Patricia Del Río, cada finalista cinceló su aproximación a lo novelístico: desde Rosa Montero y su necesidad de iluminar el mal o Juan Gabriel Vásquez, que puso sobre la mesa la ficción no sólo como invención sino como interpretación de lo novelado, hasta la exégesis de Boullosa sobre la figura de Eva, la ironía de Zambra acerca del hecho de ser poeta en un país como Chile, cuya literatura blasona el Nobel de Gabriela Mistral y Pablo Neruda, así como Selva Almada en su exploración de la masculinidad y el lenguaje en ‘Esto no es un río’.