La lección que deja el caso Afganistán para los ilusionados con una intervención armada de Estados Unidos, es que esa potencia no se involucrará en guerras que no son suyas. Hay que agradecer a Trump y ahora a Biden, que hayan colocado en su agenda el caso Venezuela para la búsqueda de una solución negociada. Pero este desenlace está en manos de los venezolanos, y no hay otra que no sea sentarse en una misma mesa. ¿O acaso alguien duda de la urgencia que tiene la mayoría de retomar aunque sea parte de la democracia que les fue arrebatada?
Publicado en: La Gran Aldea
Por: Paulina Gamus
… pero estar preparados para lo peor”, Dalai Lama en su visita a Alemania en 2014
Se han escrito y seguirán escribiendo kilométricos análisis sobre lo sucedido en Afganistán. He leído desde las opiniones mejor fundamentadas hasta aquellas oportunistas que procuran convertir la retirada de Estados Unidos y la toma de casi todo el país por los talibanes, en una controversia entre demócratas y republicanos. A Joe Biden le tocó ejecutar el acuerdo de retirada firmado el 29 de febrero de 2020 por Donald Trump. Las críticas no van contra el ex presidente republicano sino contra el demócrata que ordenó la retirada. Pocos se pasean porque la decisión de entrar militarmente en Afganistán la tomó George W. Bush hijo (republicano) en 2001, después del ataque del 11 de septiembre a las Torres Gemelas. A esa presidencia republicana siguieron los dos períodos (ocho años) del demócrata Barack Obama y luego los cuatro del republicano Donald Trump quien, como ya escribimos, fue el firmante del acuerdo de retirada.
No pretendo, porque confieso mi escaso conocimiento sobre la historia y demás intríngulis de la aparición y ascenso del Talibán, escribir sobre lo que sucedió y sucede en Afganistán. Pero se me ocurre relacionarlo con las reacciones adversas al proceso de negociación que se ha iniciado en México. Por un lado están los representantes del régimen de Nicolás Maduro que se ha burlado de todos los intentos anteriores de llegar a cualquier acuerdo con la oposición para retomar, aunque sea una pizca, de la democracia que nos fue arrebatada. Para detener aunque sea una micra la emigración masiva de venezolanos que huyen de la miseria. Para sentir un ápice de piedad por las decenas de presos políticos sin juicio y sin término a su cautiverio. Por el otro, una parte de las distintas oposiciones que así se llaman y autoproclaman en Venezuela.
Creo que al ciudadano común, ese que emplea su tiempo y preocupaciones en cómo sobrevivir, le costaría mucho entender quiénes constituyen la oposición en el país. Es más, creo que ni siquiera le interesa. Tenemos el G4 constituido por unos casi mudos dirigentes de Acción Democrática, Voluntad Popular, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo que parecieran – en unos casos más que otros- inclinarse por el bajo perfil. Está por supuesto Juan Guaidó, quien más allá de su pérdida de popularidad, continúa siendo el líder reconocido como tal por los gobiernos de Estados Unidos y de otros países y organizaciones empeñados en una solución política para Venezuela. Y está la dirigente de Vente Venezuela, cuya misión y propósito es oponerse a todo contacto de opositores con el régimen y llamar colaboracionistas a quienes lo hacen. En resumen, oponerse a todo lo que no sea una propuesta suya que en realidad nunca he sabido en qué consiste.
“Creo que al ciudadano común, ese que emplea su tiempo y preocupaciones en cómo sobrevivir, le costaría mucho entender quiénes constituyen la oposición en el país”
Esa dirigente y un considerable grupo de venezolanos más o menos involucrados en la política, tomaron partido, en las recientes elecciones presidenciales de EE.UU., por Donald Trump. Para ser exactos, fue mucho más que tomar partido. Fue una suerte de convicción religiosa en que sería Trump quien vendría a salvarnos de Maduro y C.A. La cosa no ha terminado con la derrota de ese estrafalario personaje, ahora descargan toda su ira contra Biden quien solo ejecutó un acuerdo firmado por su antecesor. ¿Qué hubo errores en la retirada?, ¿qué los servicios de seguridad fallaron al no prever la rapidez con que los talibanes se apoderarían de Kabul, Kandahar y otras ciudades importantes? Es cierto, pero eso no es suficiente para negar que los Estados Unidos hicieran bien en retirarse de una guerra de veinte años con inmensas pérdidas no solo humanas sino también económicas.
La lección que deja el caso Afganistán para los venezolanos ilusionados con una intervención armada de Estados Unidos que se llevara preso a Maduro como hicieron con Manuel Noriega, en 1989, previa invasión de Panamá, es que esa potencia (que lo sigue siendo) no se involucrará en guerras que no son sus guerras. Hay que agradecer a Trump y ahora a Biden, que hayan colocado en su agenda el caso Venezuela en búsqueda de una solución negociada. Pero esa solución está en manos de los venezolanos y no hay otra que no sea sentarse en una misma mesa los odiados cabecillas del régimen con dirigentes de la oposición que no se han alacranizado, para tratar aunque sea paliar esta pesadilla que ya dura veintiún años. Sigamos el consejo del Dalai Lama.