Publicado en: Blog personal
Por: Marina Ayala
Hay un ruido en nuestra ciudad que espanta, sobrecoge. Monstruos y espectros danzan burlándose de lo que fuimos y nos empeñamos en sostener. Guardamos silencio en un intento de descubrir que nos pasa que nos mantiene con una sensación muy desagradable, de vacío. Miedos y angustias desgastan el organismo que va quedando sin las fuerzas necesarias para mantener la vida en sus luchas cotidianas. Ese ruido feo y ajeno aumenta su estridencia en fechas precisas y una de ellas es en estas vísperas de La Batalla de Carabobo. No recuerdo tanto despliegue de mal gusto y creencias ajenas como las que tengo que observar ahora y me lastiman. La pregunta primera es ¿qué tiene ver conmigo estos rituales ancestrales? No recuerdo en mi historia que haya estado nunca cercana a dichos rituales. Al principio creí que eran juegos irónicos para resaltar la mediocridad que se impone. Cuando supe que era verdad algo en mi me llamó a escuchar mi propio desgarramiento. Todo me es ajeno.
Los rituales a los que me llevaron de niña se caracterizaban por un recogimiento en silencio impregnados de un telón de fondo sagrado, religioso. Se nos acabó, al parecer, ese respeto por lo reverencial y armonioso. Este ruido inspirado por las fuerzas ocultas de los rituales satánicos es otra manera de desarraigo y de pérdidas de referencias. ¿Qué tengo yo que ver con ello? Lo llaman “1er. Encuentro Cultista” es decir ¿presenciamos el inicio de un nuevo culto que se impondrá en el país? Si hay un primero es que vendrá un segundo. Aterra, es como si me hubiesen llevado a una “misa negra” sin mi consentimiento. Rituales con vampiros, muertos, cadáveres la celebración de la oscuridad, de las sombras. Proceso inverso al que veníamos desarrollando como país perteneciente a la cultura del conocimiento y el arte. Contrario a nuestra decisión tomada hace 211 años al fundar la República.
Los Jesuitas en el Centro Gumilla llamaron a este estado actual del venezolano como “daño antropológico” para dar cuenta como han venido produciéndose un desgarramiento en nuestra cultura, como nos han venido rompiendo y despojando de la relación con nosotros mismos y por lo tanto con los otros. Se trata de un profundo daño a la condición humana como bien señalara Raúl Fornet-Betancourt. Regresamos a la oscuridad de las cavernas, Corina Yoris lo advirtió en su oportunidad haciendo un llamado de alerta ante la pérdida de la democracias y de nuestras conquistas. No es poca cosa, con la pérdida de la democracia vamos perdiendo nuestras libertades, los derechos y los deberes que durante mucho tiempo permitieron el ambiente adecuado para una convivencia armoniosa y un desarrollo individual. Se desvanece nuestro mundo. Cada vez me resuenan con mas fuerza las palabras de Sándor Márai en su libro “Tierra, tierra” “Quieren nuestra alma” y ya veo con claridad como la arrebatan.
Sus creencias particulares supersticiosas llenas de brujerías y creencias sobre poderes sobrenaturales constituyen un discurso que lo quieren hacer colectivo y esto según Gramsci es un objetivo de la política. Si es así debemos entender que están haciendo política, ahora me pregunto donde está el discurso que se contrapone ¿qué nos está diciendo? No se oyen, guarda silencio, pero no es un silencio reverencial que habla, es un silencio balbuceante del que se encuentra cada vez más perdido. La narración de nuestra historia otorga sentido a nuestras organizaciones y valores, como resaltó Ricoeur, sin ello no podríamos hablar de humanidad. Ese es el gran proyecto en la constitución del “hombre nuevo” hacer destrozo con nuestra historia, borrarnos como testigos de nuestra condición nacional, desperdigados por el mundo y desarraigarnos en el país. Se abandonó la racionalidad y surgieron los fantasmas.
Siempre se puede regresar a lo que creíamos haber dejado atrás para siempre.
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