Publicado en: Blog personal
Por: Marina Ayala
Ni lo provocamos por nuestra irresponsabilidad ni es efecto de seres malvado que se confabulan para hacernos la vida difícil y amarga. El devenir es mucho mas complejo, multicausal y producto de condiciones que se descuidan y que se manifiestan de vez en cuando de forma aguda. América Latina hizo explosión, por la rabia que produjo las desigualdades y la sed de venganza estamos escogiendo como destino lo peor. Somos también guiados por creencias que conforman un telón de fondo, que no cuestionamos ni interrogamos porque no somos conscientes de ellas. Una mentalidad que denominaré religiosa y que parte del principio que lo que padecemos es consecuencia de nuestro mal vivir, y que nos lleva a pensar y expresar que tenemos lo que merecemos. Esto, por un lado, por el otro la firme creencia que hay seres superdotados, casi suprahumanos que se aprovechan de nuestras debilidades y nos utilizan como marionetas para su propio beneficio. Son invencibles y quedamos presos de sus maldades.
Las ideas se manipulan y los seres humanos quedan aterrados al creer a cualquier impostor predicador. El predicador Mackey funda una cadena de alimentación orgánica y escribe un articulo basado en nuestro voluntarismo para no enfermar. Los problemas de salud que el ser humano padece son autoinducidos, es decir enfermamos porque queremos. Todo depende de lo que comamos, de lo cual se desprende la famosa sentencia “somos lo que comemos”. Usted come carne, entonces no se ofenda si le digo que usted es un asesino. Todos vegetarianos o mejor veganos y llegaremos a una edad nunca antes soñada por los seres humanos y sin enfermar. La buena salud es una señal de virtud, prueba de un ser humano que tuvo la fuerza de voluntad de mantenerse alejado de toda tentación. Sabina hace una ingeniosa ironía de esta tendencia moralista de nuestra época con su canción “Deme pastillas para no soñar”. Todo es producto de las decisiones que tomamos y de la licencia que nos permitamos.
El hombre actual vive aterrado con sus propias debilidades y se pone en manos de aquellos que han probado ser buenos y puros. Esos hombres que pregonan la virtud y que se creen destinados a ser guías y salvadores de nuestro destino tienen el don de vivir alejados de tentaciones carnales y por lo tanto dotados de una visión bondadosa y sabia. Dejemos que sean ellos los que nos conduzcan por el “mar de la felicidad”, dudar de sus intenciones protectoras es prácticamente un “pecado de la fe”. Ten fe, esperanza y caridad. Para tener “éxito” en la vida hay que contemplar solo la virtud. Nada es fortuito, nada es casual, eso del carácter contingente de la vida es el cuento que se cuentan los pecadores descreídos. De esta forma se está concibiendo la pandemia que flagela a la humanidad, grandes sectores afirman que era necesario vaciar un poco un mundo sobrepoblado y vicioso. He oído incluso decir que es una señal divina que está advirtiéndole a la humanidad del mal rumbo tomado.
En los discursos que nos marearon durante buen tiempo de nuestra historia reciente se podía entender esta concepción de un mundo dividido por los iluminados que si sabían cual era “el rumbo correcto de la historia y aquellos que estaban equivocados”. Hablo en pasado porque hoy en día no se están oyendo estas retóricas de demagogos desgastados. Las historias las hacemos en la medida que los seres humanos insatisfechos buscan nuevas formas de organizarse. América Latina perdió una forma en la que pudo acomodarse durante un tiempo, ya se le desgastó el acomodo por lo que hace ajustes aun sin rumbo y con mucho desacierto. Hay accidentes históricos, hay acontecimientos que lamentamos, hay catástrofes naturales, hay decisiones lamentables, pero sabemos que en la incertidumbre y la vulnerabilidad de nuestra biología y la naturaleza tenemos que vivir y forjar nuestro destino.