En referencia a una plegaria para el Beato José Gregorio Hernández aprobada por las autoridades episcopales, extraigo del sencillo texto de la oración una evidencia de la transformación susceptible de relevancia de las voces de la Iglesia católica venezolana, hoy a la vanguardia de las luchas contra el chavismo. La plegaria, vigente y clara, invita que solo está en nosotros la superación de esta terrible pandemia que nos azota; y, más aún, incluye al doctor Luis Razetti, un profesional eminente de la época de José Gregorio, y tal vez uno de los médicos más célebres de nuestra historia. Hoy la oración los reúne en una sola empresa de solidaridad, los propone como ejemplo de servicio patriótico. Son héroes civiles, que juntos en esta plegaria, llaman a la lucha por una vacunación contra el coronavirus “sin ninguna discriminación”.
Publicado en: La Gran Aldea
Por: Elías Pino Iturrieta
He armado en varias ocasiones que la Iglesia católica de la actualidad ha dado un vuelco en su conducta institucional para convertirse en aliada de las causas populares en Venezuela. Después de una debilidad que se evidencia a partir de las guerras de Independencia, de una sujeción a los políticos del siglo XIX y, especialmente, de una deplorable sumisión a las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez, apenas estorbada por las voces aisladas de dos prelados y de un puñado de sacerdotes; hoy, desde el bloque de sus mitras, se ha puesto del lado de la mayoría de la sociedad para destacar en la vanguardia de las luchas contra el chavismo. Se trata de una metamorfosis histórica sobre la cual he reflexionado con entusiasmo en oportunidades anteriores, y que hoy pretendo destacar con la referencia a una plegaria para el Beato José Gregorio Hernández aprobada por las autoridades episcopales. Del sencillo texto de una oración que remite a las cualidades del Médico de los Pobres, quien ahora ha ascendido oficialmente a los altares, mana una evidencia de esa transformación susceptible de relevancia.
Pero leamos juntos la plegaria, para ver qué tiene de particular:
Beato José Gregorio, tú, que junto a otros venezolanos ilustres como Luis Razetti, por amor incondicional a nuestra patria, fundaron la salud pública en Venezuela y formaron a generaciones de médicos y científicos que erradicaron con éxito múltiples enfermedades que afectaban a nuestro pueblo. Hoy, en medio de esta pandemia, te pedimos que avives en nosotros la fe y el coraje para trabajar con tesón por la salud de nuestro pueblo. Te pedimos, como científico y médico de los pobres, intercedas desde el cielo para que se concrete un acuerdo que permita, de manera inmediata, garantizar una política de vacunación anti-Civid-19, y haga posible que podamos, sin ninguna discriminación, tener derecho a la vida. Tú, que atendiste las necesidades del pueblo en la pandemia de 1918-1919, acompáñanos hoy con tu sabiduría y decisión a organizarnos para defender la vida. Amén.
Como se puede apreciar, nuestra Iglesia no manda a rezar para que los favores lluevan del cielo porque los venezolanos tenemos ahora un paisano con palanca en las alturas, sino para sugerirnos la necesidad de que participemos desde nuestras angustias terrenales en la solución de una catástrofe terrible. Se refiere a una pandemia cuya superación depende de nosotros, con el aliento que nos pueda proporcionar la divinidad a través del más reciente allegado que ha reconocido su vicario, desde luego, pero como un desafío concreto que debemos asumir necesariamente. La oración tiene otra peculiaridad, que la hace excepcional: No alude a las virtudes teologales que pudo poseer hasta escalas heroicas José Gregorio para que se proclamara su beatitud, sino a sus ejecutorias de profesional enfrentado a la gripe española y a los asuntos cotidianos de su trabajo. ¿Existe una fórmula más cercana a las vivencias de la sociedad, más verosímil, más fácil de digerir y más alejada de la búsqueda de unos alivios metafísicos que debemos esperar con los brazos cruzados?
Pero el rezo agrega otro elemento inusual: Incluye al doctor Luis Razetti, un profesional eminente de la época de José Gregorio, tal vez uno de los médicos más celebres de nuestra historia. Asocia los trabajos del beato a los que también hizo, seguramente en el nivel más destacado entre sus compañeros de generación, un hombre que llamó la atención por su apego a los preceptos científicos de avanzada y, en especial, a los principios de la teoría evolucionista que sonaba entonces como un atrevimiento, o también como un pecado, en los oídos más aferrados a la tradición. En la Venezuela de finales del siglo XIX y de principios del XX no tenían puerta franca las explicaciones que chocaban con la idea creacionista del origen de la vida, motivo por el cual una postura como la de Razetti, aferrada a la escuela positivista que divulgaba la necesidad de una praxis con los pies en la tierra, desprendida de las ataduras de la cátedra eclesiástica y orientada a soluciones concretas para las dolencias de la sociedad, podía contar con enemistades infinitas. Seguidor de Darwin y de Haeckel, desde la Academia de Medicina Razetti rebatió a su colega Hernández sobre los principios filósofos que animaban su ocio y escuchó con respeto sus respuestas. Antagonistas en el entendimiento del mundo, religioso sin suras uno y laico combativo el otro, no vacilaron en juntarse en la batalla contra una epidemia despiadada y en numerosas actividades universitarias.
Hoy la oración los reúne en una sola empresa de solidaridad, los propone como ejemplo de servicio patriótico, los ofrece como pareja paradigmática. Establece un parangón excepcional que hace justicia a un científico que no frecuentaba templos, pero que entregó su vida a la curación de los enfermos y a la formación de profesionales de la medicina en las aulas universitarias. Que unas personas tan distintas en el entendimiento del universo puedan formar parte de la misma rogativa de los eles venezolanos, sin otra explicación que la de su entrega al servicio del prójimo, es un extraordinario acierto de la jerarquía que ha auspiciado la yunta como posibilidad de entender de manera diversa la participación de los individuos en los asuntos públicos. Pero, especialmente, si se mira más allá de la mecánica de las preces, como una incitación que traspasa las barreras de lo que habitualmente se pide de rodillas ante el altar.
Recuerden, amigos lectores, que en una parte del breve texto se llama a una lucha por una vacunación contra el coronavirus “sin ninguna discriminación”, es decir, a que se actúe políticamente contra una injusticia que no desaparecerá si apenas nos conformamos con pedir el auxilio celestial. La beatificación de José Gregorio, a través de la escritura de esta imploración extraordinaria, ofrece otro testimonio relevante del rol que han asumido los líderes de la Iglesia venezolana en su lucha contra la dictadura. Si los señores obispos y arzobispos piensan, -todo es posible en la viña del Señor- sacar algún día en procesión la imagen del doctor Razetti, quiero ser el monaguillo que mueve el incensario. Para enaltecimiento del nuevo bienaventurado, pero especialmente de ellos.
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