Leopoldo López y el avispero militar – Elías Pino Iturrieta

Leopoldo López y el avispero militar - Elías Pino Iturrieta
Cortesía: La Gran Aldea

Muy bueno que Leopoldo López haya efectuado la incursión, especialmente cuando la mayoría de sus compañeros de dirigencia hacen mutis por el amurallado foro. Entre las armaciones del dirigente de la oposición y las despiadadas bombardas de los uniformados, se encuentra una verdad elemental: La solución venezolana pasa por tratos con los intereses y los fueros del Alto Mando, se deben escoger con todo el esmero del mundo los voceros que puedan animar un cambio de conducta que no parece próximo. Es una tarea que no ha cumplido o no ha sabido cumplir la dirigencia de la oposición.

Publicado en: La Gran Aldea

Por: Elías Pino Iturrieta

Un escrito de Leopoldo López sobre la connivencia de las Fuerzas Armadas del régimen con las guerrillas enseñoreadas en la frontera colombo-venezolana, ha provocado airadas reacciones que salen de los despachos del Alto Mando Militar, pero también de guarniciones y comandos perdidos en los rincones del mapa. Las afirmaciones del dirigente de la oposición y las despiadadas bombardas de los uniformados, requieren un comentario que no será fácil, pero que parece necesario cuando se busca la manera de salir de la dictadura sin tener planes claros para lograr el propósito.

Reivindicamos aquí el derecho que tiene López de meterse en unas arenas tan movedizas y envenenadas, de declarar una verdad que el resto de los dirigentes de la oposición apenas han tocado en forma tangencial. Nos hemos enterado de los combates de Apure entre guerrilleros colombianos y tropa venezolana por las pocas informaciones que han burlado la represión de la dictadura, y por los rumores sobre las penalidades que los encuentros armados han provocado en poblaciones desguarnecidas y conmovidas por el terror. Ha predominado una media lengua que se mueve según la métrica del régimen, o que apenas se suelta debido a la intrepidez de un puñado de periodistas y de asociaciones civiles, pero carecemos de versiones adecuadas sobre los hechos. Que López hable de la complacencia de Maduro y de sus generales con una facción de la subversión colombiana que se ha posesionado de importantes vastedades de nuestro territorio, solo merece apoyo y reconocimiento. Pero, a la vez, genera las cautelas que me atreveré a asomar.

Antes de llegar a las prevenciones que puede provocar la incursión de López en campo militar, conviene detenerse en las respuestas macizas que ha provocado. Desde la oficina del ministro de la Defensa y hasta de los tuiteos de cuarteles y resguardos de las montañas, las llanuras y las selvas, ha brotado una sola voz de condena contra las declaraciones. No solo lo descalifican por traidor y por apátrida, es decir, machacando los clichés habituales de quienes no llevan argumentos en el morral, sino que también insisten en sus jaculatorias acostumbradas contra el imperialismo y en favor de los pueblos oprimidos de Venezuela y América. Un enjambre de emancipadores justicieros se ha vestido con uniforme de campaña y con todos los bagajes a punto de explotar, sin suras, contra un supuesto adelantado de la traición a la patria y de las maldades de la política feudal, o burguesa o aristocrática, lindezas propias de quienes no saben cómo salirse de la tintorería “revolucionaria” a la cual los sometió el teniente coronel Chávez y que ha prolongado el nuevo Comandante en Jefe con éxito evidente.

“La necesidad de encontrar los interlocutores adecuados frente a un mundillo que exhibe su unanimidad de manera tan contundente en la salvaguarda del legado rojo-rojito”

Sobre cómo se pueden librar los militares de esa servidumbre sin raciocinio, de esas letanías sin hueso que hasta ahora parecen inamovibles, no tengo receta. Las vacunas contra una pandemia de estereotipos no son de encuentro accesible. Tal vez se borren como consecuencia de un desencanto que se manifiesta a través de tiempo, cuando la realidad se encarga de destripar rótulos lampiños. Quizá. Pero lo que ahora parece evidente, y esa es aquí la parte que incumbe directamente a López, es la necesidad de encontrar los interlocutores adecuados frente a un mundillo que exhibe su unanimidad de manera tan contundente en la salvaguarda del legado rojo-rojito. Ahora no parece adecuada la vocería de un dirigente que antes destacó en aventuras como la comedia de Altamira en los alrededores de la base aérea de La Carlota, o en la deplorable Operación Gedeón, es decir, en atrevimientos sin plataforma sobre unos espacios que los militares consideran como de su exclusivo y excluyente dominio. Son antecedentes que ponen a cojear la pluma cuando apenas empieza a moverse, no en balde parte esa pluma de unas peripecias desairadas que solo puede multiplicar la animadversión o la burla de los destinatarios.

De lo cual se deduce, para desdicha del líder, que al incursionar en los cuarteles desde su lugar de exilio solo ha demostrado que no puede ser interlocutor en un asunto de trascendencia como la relación con las Fuerzas Armadas en una situación tan crítica como la que experimenta Venezuela. Muy bueno que haya efectuado la incursión, especialmente cuando la mayoría de sus compañeros de dirigencia hacen mutis por el amurallado foro; muy bueno que haya soltado la lengua, con todo el cívico derecho que todavía puede reclamar en un simulacro de República, pero del erizamiento de sables grandes y pequeños que ha provocado se deduce la necesidad que tiene de acudir a la intimidad de las duchas después del primer tiempo sin frutos que ha jugado en un torneo excesivamente peliagudo. Por lo menos en materia de botas y sables no es la voz conveniente, un tema que deberían revisar sus colegas del elenco opositor antes de ahondar el abismo que los separa del ámbito militar. Una cosa es tener el derecho a la denuncia y a la expresión libre de ideas, pero es otro asunto, de trascendencia en la parcela política, la necesidad de pensar en la oportunidad de usar la prerrogativa y en la persona que se ocupará del trabajo.

Si para todos es una verdad elemental que la solución venezolana pasa por tratos con los intereses y los fueros del Alto Mando, se deben escoger con todo el esmero del mundo los voceros que puedan animar un cambio de conducta que no parece próximo. Es una tarea que no ha cumplido o no ha sabido cumplir la dirigencia de la oposición, cuyos representantes quizá no se enteraron de la reciente expedición ultramarina de López sino cuando encalló antes de llegar a tierra firme.

 

 

 

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