Publicado en: Heraldo de Aragón
Por: Irene Vallejo
Quien domina el discurso, dirige el cotarro. Algunos llamaron despectivamente ‘cotarreras’ a las mujeres que tenían la mala costumbre de hablar y cundir como los hombres. Ahí nacieron las palabras ‘cotilla’ y ‘cotorra’. Se dio este último nombre a los papagayos más ruidosos porque, decían, sus graznidos recordaban a la verborrea de las señoras.
La intelectual zaragozana Josefa Amar y Borbón escribió en 1786 un combativo ‘Discurso en defensa del talento de las mujeres’. Ahí reivindicaba el valor de la inteligencia, no solo del atractivo, ‘el idolillo al que todos dedican sus inciensos’, y rebatía el tópico de la charlatanería femenina. Mpas de dos siglos después, la profesora de Cambridge Mary Beard, al estrenar una serie televisiva sobre su especialidad, sufrió ataques demoledores en redes por su aspecto físico, su pelo o su ropa. Lejos de acobardarse, hizo frente a los mensajes más hirientes y preparó una conferencia titulada ‘Venga, cállate, querida’, donde recorría la historia de los mecanismos usados para expulsar a las mujeres del discurso público. Josefa y Mary comprendieron que la obsesión por la belleza actúa como mordaza: las críticas a las arrugas, el peso o el peinado provocan una inseguridad que impide hablar con convicción.
No olvidemos que la palabra es bella, poderosa y erótica; si nos llaman cotorras, contestemos con pico de oro.