Sin coordinación no habrá transformación – Maryhen Jiménez Morales

Maryhen Jiménez Morales

Publicado en: El Nacional

Por: Maryhen Jiménez Morales

El cambio político que requiere Venezuela para iniciar una transformación profunda en lo social, político, económico, cultural, entre otros, no se ve cerca. La última encuesta Encovi cuyas cifras devastadoras reflejan las profundas desigualdades y vulnerabilidades de la población, y a su vez, el aumento de los contagios por covid-19, ponen sobre la mesa la dura realidad de la mayoría de las personas venezolanas. Pobreza, desigualdad, hambre, enfermedad, violación sistemática a los derechos humanos. ¿Y por qué no hacen nada?, preguntan fuera y dentro del país. Mi pregunta es al revés: ¿se puede pedir más a un país que resiste y marcha constantemente ante tantos abusos? No olvidemos que la población marcha todos los días: para buscar agua, comida, medicinas y con ello poder sobrevivir.

Mientras casi 80% sobrevive la extrema pobreza y 96% pobreza de ingresos, la responsabilidad de generar las condiciones para facilitar un proceso de negociación -que eventualmente pueda producir el cambio anhelado- recae en ese pequeño porcentaje que aun cuenta con las posibilidades de vivir dignamente. Entonces, ¿qué hacer?

Coordinar. Una tarea difícil y de mediano y largo plazo, pero a la vez un paso indispensable por varias razones. En primer lugar, porque en regímenes autoritarios es muy difícil enfrentar al poder si no se aglutinan fuerzas. Los autócratas hoy en día imponen una serie de obstáculos -coerción, cooptación, abuso institucional- para desgastar a sus disidentes. Entonces, para vencer las asimetrías de poder, los partidos de oposición deben aglutinar esfuerzos materiales (recursos), know-how (político, social, geográfico, cultural) y crear propuestas u ofertas electorales conjuntas. La expresión más clara de coordinación es la formación de una coalición electoral que presente candidatos únicos y que sea capaz de dirigir una estrategia de manera consensuada y representativa de todos sus miembros. Construir una coalición democratizadora tiene ventajas, más allá de los costos que sin duda trae consigo para los partidos y líderes involucrados.

Varios estudios comparados demuestran que una variable esencial en procesos de liberalización y democratización ha sido precisamente la existencia de tal coalición. Esto quiere decir que más allá del valor simbólico que pueda tener la unión en contra del autoritarismo, la coalición es un tema estratégico central porque ayuda a 1) presentarse como una alternativa real y viable, capaz de organizarse y movilizar, 2) atraer votos opositores, prorrégimen e indecisos, 2) al cohesionar a la oposición, le hace más difícil a los autócratas aplicar el “divide et impera”, 3) sube los costos y cálculos de represión y manipulación. Por tanto, es indispensable contar con una estructura que facilite la construcción amplia de un movimiento democratizador que pueda presionar a la cúpula autoritaria a abrirse. Así ha ocurrido en otros casos, incluyendo Serbia, Nicaragua, Senegal, Kenia, y difícilmente pueda evadirse en el nuestro.

Ya en 2002 el politólogo Larry Diamond dijo acertadamente que la victoria de la oposición en un régimen autoritario “requiere un nivel de movilización de la oposición, unidad, habilidad y heroísmo más allá de lo que normalmente se requeriría para la victoria en una democracia”. No es imposible lograrlo, pero mientras más demoremos en entenderlo, más lejano estará el cambio que deseamos. La lucha por la democracia no es al azar, requiere profesionalización, estrategia, conocimiento. Si realmente nos importa la transformación de Venezuela para que su población pueda recuperar todos sus derechos y vivir en paz, hay que coordinar las acciones políticas. La Mesa de la Unidad Democrática se creó con ese propósito y a esos esfuerzos debemos la victoria en la Asamblea Nacional en 2015, entre otros. Fue precisamente el trabajo en equipo y el control de los intereses individuales-partidistas que permitieron cerrar la brecha con el chavismo. ¿Por qué después de haber triunfado se derrumbó (o derrumbaron) esa coalición? La respuesta a esa pregunta la contestaré más adelante, pero, mientras tanto les dejo otra interrogante: ¿estamos dispuestos a trabajar en conjunto por el bien del país, o, por el contrario, estaremos más cómodos esperando que “algo ocurra” y que ese “algo” produzca lo que deseamos?

 

 

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