Publicado en: Tal Cual
Por: Ana Milagros Parra
El dilema de votar o no votar está de nuevo en la palestra pública, una discusión reduccionista que dificulta tomar las decisiones sobre el verdadero problema: La elaboración e implementación de la estrategia para enfrentar los comicios electorales de diciembre. La abstención ni la participación por si solas cumplen con el objetivo de iniciar una transición a la democracia.
La narrativa a favor de participar es fuerte, principalmente estos últimos días. Tratan de vender las próximas parlamentarias como una opción para hacerle frente al régimen, como si todavía estuviésemos en 2015 y el país fuese el mismo. Deciden ignorar el aumento desproporcionado de la persecución política, a los cinco millones de venezolanos en el extranjero (sin posibilidad de votar y por ende, no gozarían de representación) el incremento de la represión y la censura de los medios de comunicación, sumando la manipulación institucional de las condiciones electorales, ausencia de garantías y una oposición creada a conveniencia. Para el puñado de políticos desempleados que decidieron jugar bajo las reglas del régimen, esto no es determinante.
Es irresponsable actuar bajo el esquema de hace cinco años, como si las circunstancias, los actores y la población fuesen estáticas en el tiempo, tomando el último ejemplo de victoria democrática en el país para jugar con el respeto del venezolano hacia el voto, y terminar moldeando una realidad donde si no “se ejerce ese derecho”, se tilda peyorativamente de “abstencionistas” que están entregando al país.
A veces se olvida, convenientemente, que esa “abstención” en 2018, fue la base de todo el apoyo internacional actual que tiene la causa democrática. Y que fue el régimen el que se encargó de sepultar la trascendencia del voto, a no ser que cumpla con sus objetivos políticos.
Sin embargo, nunca las cosas son en blanco y negro: No es sensato ni responsable exigirle a una población con una cultura electoral, que no ejerza el único mecanismo institucional que tiene para presionar a los que detentan el poder, sin siquiera mostrar una alternativa clara que genere confianza y justifique su “renuncia” a ese derecho. La abstención por sí sola no regresará la democracia al país; participar aisladamente tampoco.
Se necesitan muchos otros factores para que unas elecciones funciones como catalizador de presión doméstica; la tarea de la dirigencia opositora es darle respuestas a la ciudadanía y elaborar una estrategia clara sobre el accionar que tendrán ante las elecciones (esas donde no podrás elegir) de este 2020.
El venezolano se siente huérfano políticamente, principalmente por la desconexión de sus representantes con sus necesidades.
Un voto no cuenta cuando no tienes ningún tipo de garantía, y solo sirve como herramienta para aquellos que necesitan una pizca de legitimidad sobre sus maniobras inconstitucionales. Al mismo tiempo, existe la necesidad de exigir una ruta coherente más allá de la abstención, la cual solo se traza mediante coordinación y unión de las fuerzas democráticas.
El chavismo, de nuevo, construyó el tablero, creó sus reglas, eligió a sus jugadores, y tienen la capacidad de obligarte a cumplir sus normas si decides jugar. Ya la historia de elecciones sin condiciones la sabemos, ¿se jugará de nuevo en el mismo terreno?