Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
Es muy probable que la reacción extrema de Maduro de expulsar a la embajadora de la Unión Europea como respuesta a las sanciones personales contra una docena de sujetos del lumpen político del país, en vez de proferir unos cuantos vulgares insultos como suele hacer, le cueste bastante caro políticamente porque el contrincante se trata del concentrado de democracia y modernidad más calificado del mundo de hoy, con sus manchas por supuesto. En ese sentido es una buena noticia para nosotros, los opositores. Multiplicará el aislamiento, tendrá sus efectos inmediatos y mediatos. Los primeros probablemente se produzcan en los próximos días.
Los que todavía creemos en que cierta flexibilidad es inherente a eso que llaman relaciones internacionales siempre supusimos que la posición europea, ajena a las sanciones colectivas y más enfática en buscar soluciones negociadas políticamente, más atemperada que la norteamericana, era una carta que en alguna coyuntura pudiese servir mejor como un escape a la hora de las chiquitas para la banda gobernante. Pero no, la cosa es más chata y brutal que las más pensadas maneras de las cancillerías de antaño. Sobre intenciones no vamos a especular. Unos dicen que es la desesperación de un gobierno que anda ya en terapia intensiva, otros que ven renovadas energías y seguridades obtenidas por la junta con los nuevos amigotes.
Pero sí hay un tema que no podemos eludir. Varias veces hemos escrito, y lo haremos cuanto haga falta, que podríamos estar en el preámbulo de una crisis pocas veces vista, aquí y allá, ahora y siempre, en que se sumen al país ya destrozado en todos sus aspectos las garras del virus, la desesperación social y su posible violencia para sobrevivir, la criminalidad demostrada de las fuerzas del orden. Un infierno que ojalá no lleguemos a vivir. Pero que gestos como estos no hacen sino propiciarlo. Europa, ha dicho Juan Guaidó, aporta a esta Venezuela paupérrima 40% de la ayuda humanitaria. Y, por ejemplo, la Unión Europea y España, de ella hablaremos, propiciaron la reunión de donantes de Ginebra que logró 3.000 millones de dólares para ayudar a Venezuela a combatir la pandemia. O que aquí en casa, los enemigos tuvieron que amigarse al menos un instante, para acceder a ciertos fondos venezolanos en el exterior. Enfrentarse, pues, a importantes países del mundo sin cálculo ni mesura es exponer todavía más al país a esa posible indefensión ante la epidemia que tanto necesita de la ayuda exterior para limitar sus horrores. Visto así, es una irresponsabilidad sin límites la de Maduro que no haya medido las consecuencias de su respuesta y una prueba más de su incapacidad para conducir un país y manejarlo con la mínima sensatez y eficiencia.
Pero además la emprendió contra el embajador de España en Caracas, sin mostrar evidencia alguna. Baste que, seguramente sin buscarlo, Leopoldo López llegó en una hora mala a buscar refugio en su casa de habitación, ni siquiera en la embajada. Eso lo hace cómplice de lo que este pueda hacer como dirigente político a distancia y embozalado públicamente, que no tengo idea qué pueda ser. Esto me parece interesante porque supongo que le demostrará una vez más a ciertos sectores de oposición que el PSOE ha sido un aliado constante de nuestra democracia y no el de una secta de comunistas embozados manejado por Pablo Iglesias. Una de tantas pruebas, desde que Borrell fue el primer canciller europeo en reconocer a Guaidó como legítimo presidente interino. Además, se trata del partido que, fundamentalmente, convirtió a España en un país moderno y democrático, el de nuestro fiel amigo Felipe, y que apoya ampliamente hoy la mayoría de sus ciudadanos. Que exista Zapatero, sí, una vergüenza. Pero qué partido no tiene sus altos y sus bajos, sus Rómulos y sus maulas. Estar contra el chavismo no implica ser nieto ideológico de Franco. O del fascismo en general, cosa que comienza a abundar y a exhibirse impúdicamente. Que un partido de centro-izquierda, socialdemócrata, nos apoye debería satisfacernos sobremanera con tantas feas juntas que nos rodean.
Total que, todas las cuentas hechas, también tiene este desmelenamiento gubernamental mayor soledad para la legitimidad de sus posibles fraudulentas elecciones. Hay autogoles. PS. Súmese el oro en Gran Bretaña, que acabo de leer.
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